El 21 de junio de 1917 se aprobó la división del Archivo Municipal en dos secciones, la administrativa y la histórica. Esta última se convertiría en el Archivo Histórico de la Ciudad, inaugurado en la Casa de l’Ardiaca bajo la dirección de Agustí Duran i Sanpere. A su lado, las entidades surgidas de la sociedad civil han realizado una labor inestimable para preservar la memoria histórica de la ciudad.
La Comisión de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona creó en el año 1917 una dependencia municipal que sería determinante para la trayectoria posterior de la investigación histórica en la ciudad: la Oficina de Investigaciones y Publicaciones Históricas. La oficina estaba encomendada a Agustí Duran i Sanpere, y bajo la dirección política del concejal y poeta novecentista Jaume Bofill i Mates. De este departamento salió el proyecto, aprobado aquel mismo año, de segregar el Archivo Municipal en dos secciones: la administrativa y la histórica. Para acoger los fondos históricos, el Ayuntamiento compró y reformó la Casa de l’Ardiaca, que en 1922 abrió sus puertas como sede del nuevo Archivo Histórico, con Duran i Sanpere al frente.
Sin embargo, ya hacía décadas que el Archivo Municipal de Barcelona se había convertido en una institución capital, no solo para la conservación del patrimonio documental de la ciudad, sino también para el fomento de la investigación y la difusión de su pasado histórico. Fue el organismo encargado de publicar, a partir de 1892, la monumental obra Manual de novells ardits, que recuperaba la lengua catalana en las publicaciones oficiales del Ayuntamiento.
Desde 1884, a instancias de la Acadèmia de Bones Lletres, el Archivo había estado trabajando en un ambicioso plan de difusión de sus fondos en el que participaron los académicos Josep Pella i Forgas, Francesc de Bofarull y Felip Bertran y los archiveros municipales Lluís Gaspar, Josep Puiggarí y Alfons Damians i Manté. Este último fue quien vivió en primera persona, al lado del joven Duran i Sanpere, aquella primera reorganización del Archivo Municipal de 1917 –obsoleta en la actualidad–, cuando la documentación anterior a 1714 fue segregada del resto del fondo a raíz de la creación del Archivo Histórico. A la sombra de la figura omnipresente de Duran, hay que reconocer que la obra archivística de Damians ha pasado bastante desapercibida, pese a la continuada reivindicación llevada a cabo por sus sucesores en la máxima responsabilidad de archivero en jefe desde la restauración del Ayuntamiento democrático: Ramon Alberch, Montserrat Beltran y Joaquim Borràs.
La contribución de la sociedad civil
A partir de 1917, durante las décadas centrales del siglo xx y hasta la reorganización del sistema municipal de archivos en 1988, el Archivo Histórico de la Ciudad fue el principal organismo cultural encargado de la difusión de la historia urbana –solo hasta la época de la Exposición Internacional de 1929–, al que se sumó en 1943 el nuevo Museo de Historia creado por el Ayuntamiento franquista –inaugurado, no por casualidad, un 14 de abril–, también confiado a Duran i Sanpere.
En paralelo a la labor desarrollada por el Ayuntamiento en favor de la conservación, documentación y difusión del patrimonio cultural, otras entidades también velaron por su salvaguarda. Una de las más destacadas fue el Centre Excursionista de Catalunya. Gracias a su impulso, otras agrupaciones excursionistas de ámbito local constituyeron también sus propios archivos históricos de barrio. Es el caso del Archivo Histórico de Gràcia o del Archivo Histórico de Sants, cuyos fondos han acabado ingresando en el Archivo Municipal de Barcelona.
En las décadas de 1920 y 1930, respectivamente, estos archivos de barrio se convirtieron en el epicentro de la lucha por la conservación de testimonios materiales de gran valor sobre los antiguos pueblos del llano de Barcelona. Esta memoria popular de la ciudad a través de los documentos –a menudo relativos a la vida cotidiana y cultural– son de una relevancia capital para el reconocimiento y el fortalecimiento de la identidad colectiva.
Gracias al impulso de personalidades como Josep Buch i Parera y Eudald Canivell, Gràcia dispuso en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera de su primer Archivo Histórico. Un ejemplo muy ilustrativo es lo que sucedió con la revista editada por la Cooperativa de Teixidors a Mà durante la Segunda República. En enero de 1939, después de la ocupación franquista, los responsables de la Cooperativa destruyeron todos los ejemplares de la revista de los años de la Guerra Civil. Si en la actualidad el Archivo Municipal del Distrito de Gràcia ha conservado un ejemplar íntegro de todos los ejemplares editados por la Cooperativa durante la guerra es gracias al antiguo Archivo Histórico del Club Excursionista que celosamente conservó una copia para las generaciones futuras.
La dictadura franquista, como en tantos otros aspectos de la vida cotidiana, también significó un antes y un después para la investigación local. El exilio y la represión sobre la cultura catalana aletargaron durante buena parte de la década de 1940 el espíritu de iniciativa que había llevado a los avances anteriores del período de entreguerras. La temida censura oficial –y la autocensura de los propios autores– condicionó de manera efectiva la naturaleza de la investigación local y de los estudios históricos que se impulsaron.
El escenario no empezó a cambiar hasta la década de 1970. Es lo que sucedió en El Raval, un fenómeno equiparable al registrado en otros barrios. Gracias a la Asociación de Vecinos del Distrito Quinto (constituida en 1974, y que más tarde cambió su nombre por el de Asociación de Vecinos del Raval), se impulsaba el primer Centro de Documentación y Estudios del Raval. Con la participación de jóvenes licenciados vecinos del barrio, como Joan Fuster i Sobrepere, Xavier Suñol, Jaume Artigues y Francesc Mas, veían la luz obras como la pionera El Raval. Història d’un barri servidor d’una ciutat (1980), en la que se hacía evidente la visión histórica, reivindicativa y social de sus autores. Obras como Tots els barris de Barcelona (1976), de Josep M. Huertas y Jaume Fabre, ejercieron sobre ella una clara influencia.
Pocos años después, en el otro extremo de la ciudad y con unos retos urbanos muy distintos, otra iniciativa también contribuía a la protección del patrimonio cultural histórico local: el Centro de Estudios de Les Corts. Estaba formado por profesores universitarios como Josep Moran, Ramon Cerdà, Josep Mas i Sala y Josep Maria Casasús. Su objetivo era claramente explícito: la creación de un Archivo Histórico de les Corts, “justificado para reunir y custodiar la documentación escrita o ilustrada de este lugar, el fomento de su estudio científico y la divulgación histórica”, afirmaban. El archivo, efectivamente, se llegó a constituir y posteriormente se integró en el conjunto del nuevo Archivo Municipal del Distrito de les Corts.
Encuentro de archivos históricos de los barrios
El 16 de abril de 1983, la Casa de l’Ardiaca acogía un hito histórico para los nuevos centros de estudios de toda la ciudad, muchos de ellos creados después de la dictadura franquista. Impulsado por Jaume Sobrequés, director del Instituto Municipal de Historia, tenía lugar el primer encuentro de archivos históricos de los barrios con la participación destacada de los responsables de los archivos de Sant Martí, Horta, Les Corts, El Raval, Sants-Hostafrancs, Sarrià, Sant Gervasi, Gràcia y Sant Andreu. Surgieron diversas propuestas, algunas de las cuales acabaron haciéndose realidad en el marco del proceso de descentralización que impulsó el Ayuntamiento, como por ejemplo la creación de una red de archivos históricos municipales (los archivos de distrito) y la recuperación de los fondos históricos documentales de los antiguos municipios agregados.
La conmemoración del centenario de las agregaciones municipales a Barcelona de los antiguos pueblos del llano, en 1997, fue un nuevo hito para la investigación local, al igual que las conmemoraciones del centenario de la Semana Trágica en 2009 y del tricentenario de la Guerra de Sucesión en 2014. Más allá de las programaciones oficiales impulsadas por las instituciones, centros de estudios como el Ignasi Iglésias de Sant Andreu contribuían a la ampliación de la visión histórica de aquellos hechos con iniciativas de gran interés, como una exposición y una publicación monográficas, para explorar los hechos de 1714 no desde la óptica barcelonesa, sino desde las vivencias de la antigua población de Sant Andreu del Palomar.
Efervescencia de la investigación local
La investigación local en Barcelona vive en la actualidad un nuevo período de efervescencia y dispone de instituciones específicas que le prestan apoyo, como el Institut Ramon Muntaner y la Coordinadora de Centres d’Estudis de Parla Catalana . Así quedó de manifiesto en el encuentro organizado por el Archivo Municipal de Barcelona y el Institut dels Passats Presents en el Born Centre de Cultura i Memòria el 17 de junio de 2017 sobre los retos y oportunidades de la investigación.
A las entidades y asociaciones de investigación plenamente consolidadas, como el Centre d’Estudis Ignasi Iglésias, los archivos históricos del Poblenou y de Roquetes, los talleres de historia de Gràcia y del Clot-Camp de l’Arpa, el Centre d’Estudis i Recerca Històrica del Poble-sec o el Centre d’Estudis Montjuïc, hay que añadir otros de creación más reciente pero de gran ambición como Tot Història Associació Cultural, el Centre d’Estudis Sant Martí de Provençals o los talleres de historia de Fort Pienc o la Barceloneta.
Retos y oportunidades
La revolución tecnológica y los nuevos recursos digitales que archivos públicos y privados ponen al alcance de los interesados en la historia de la ciudad han transformado la investigación local tal y como se conocía hasta ahora. Iniciativas digitales como los blogs Barcelofília. Inventari de la Barcelona desapareguda, de Miquel Barcelonauta; La Barcelona oblidada, de Enric Comas; El tranvía 48, de Ricard Fernández Valentí; Modernisme, de Valentí Pons, o Memòria de Sants, de Agus Giralt, son un buen testimonio de ello.
Con sus particulares líneas de investigación, los centros de estudios locales, y cada vez más también los nuevos investigadores internautas, impulsan investigaciones sobre temáticas que de otro modo quedarían huérfanas de estudios académicos. “Hay que trabajar en red”, coincidieron en sus intervenciones en el citado encuentro del Born Centre de Cultura i Memòria el comisionado de programas de memoria histórica, Ricard Vinyes, y el archivero jefe del Ayuntamiento, Joaquim Borràs.