El urbanismo ecosistémico: un instrumento para hacer ciudades más sostenibles

La dinámica competitiva de miles de ciudades en todo el mundo, consumiendo recursos sin límite, es insostenible y supera la capacidad de algunas variables esenciales de los ecosistemas para garantizar la supervivencia del planeta.

Foto: Vicente Zambrano

La supermanzana de Poblenou, que abarca las manzanas de casas limitadas por las calles de Badajoz, Pallars, La Llacuna y Tànger. La supermanzana es la primera de las cinco que el Ayuntamiento quiere implantar durante los próximos años.
Foto: Vicente Zambrano

La ciudad es el ecosistema más complejo que ha creado la especie humana. Es a la vez el sistema que produce más impacto en el conjunto de ecosistemas naturales, porque reúne a la mayor parte de la población terrestre y consume alrededor del 70 % de la energía. Las ciudades compiten con otros territorios. La escala competitiva depende de su tamaño y características. Barcelona, por ejemplo, compite en el ámbito internacional para atraer inversiones, actividades en el sector del conocimiento y recursos de todo tipo.

El problema es que la estrategia empleada hasta ahora para competir está basada en el incremento del consumo de recursos. Esta estrategia aditiva se traduce en un mayor consumo de suelo, de materiales y de energía que, a la vez, supone un incremento del consumo de recursos naturales y un mayor impacto negativo sobre los ecosistemas locales y globales del planeta, por ejemplo, en forma de gases de efecto invernadero (impacto global) o en forma de emisiones de gases y partículas contaminantes (impacto local), que en el área metropolitana de Barcelona (56 municipios incluyendo la capital), supone la muerte prematura de unas 3.000 personas al año.

La dinámica competitiva de miles de ciudades en todo el mundo, consumiendo recursos sin límite, es insostenible y supera la capacidad de algunas variables esenciales de los ecosistemas para garantizar la supervivencia del planeta. El fenómeno más conocido fruto de la explotación desmedida de recursos naturales es el cambio climático, pero existen otros.

¿Cuál es la capacidad de las tierras fértiles del planeta para proveer de alimentos a la creciente población mundial? ¿Cuántas décadas nos quedan para agotar la flexibilidad de esta variable? ¿Cuánto falta para agotar recursos esenciales (como ciertos minerales y agua) para el mantenimiento de los sistemas urbanos? ¿Cuánta biodiversidad más tenemos que perder para generar curvas exponenciales de cambio? Estas preguntas generan grandes incertidumbres para el futuro. Las dinámicas que las sustentan están relacionadas con la estrategia competitiva basada en el consumo de recursos y en las tendencias de producir ciudad seguidas actualmente .

Tras un diagnóstico tan aterrador, la pregunta obligada es qué estrategia hay que seguir para reducir las incertidumbres y aumentar nuestra capacidad de anticipación.

La supermanzana de Poblenou. Foto: Vicente Zambrano

La supermanzana de Poblenou. Foto: Vicente Zambrano

La supermanzana de Poblenou. Foto: Vicente Zambrano

La supermanzana de Poblenou. Foto: Vicente Zambrano

El futuro está ligado a la desmaterialización de la economía, a la adopción de una estrategia competitiva basada en la información y el conocimiento. Los flujos físicos (consumo de recursos materiales) se reducen y los de información crecen. Siguiendo el principio de Margalef,1 la estrategia pasa por incrementar la complejidad urbana, simplificando los sistemas de apoyo (sistema disipativo con menor complejidad) sin exceder su capacidad de carga y renovabilidad. La combinación de la reducción del consumo de recursos y de los impactos y, a la vez, el incremento de los flujos de información, dan como resultado la concepción de un modelo de ciudad más sostenible y, al mismo tiempo, un modelo de ciudad del conocimiento. Uno sin el otro no tienen futuro.

El modelo urbano que nos puede guiar para hacer ciudades más sostenibles en la era de la información es compacto en su morfología, complejo en su organización, eficiente en su metabolismo y cohesionado socialmente. La construcción de este modelo integral se sustenta en un conjunto de modelos sectoriales alimentados por un sistema de producción y consumo alineados con la nueva estrategia competitiva. El urbanismo ecosistémico es una expresión de la integración de los modelos urbanos que tienen que ver con la morfología, la organización y los flujos de materiales, energía e información. Y es el instrumento para desarrollar un modelo urbano compacto, complejo, eficiente y cohesionado.

Principios del nuevo urbanismo

Este nuevo urbanismo busca que la densidad de población y de actividades llegue a una determinada masa crítica capaz de generar espacio público, hacer viable el transporte público, dar sentido a la existencia de los equipamientos  e impulsar la diversidad de personas jurídicas necesaria para hacer ciudad.

También persigue como objetivo que los ciudadanos puedan ejercer en el espacio público los derechos de intercambio, de cultura, de ocio y entretenimiento, de expresión y manifestación, además del derecho al desplazamiento. Con el actual modelo de movilidad, las ciudades dedican la mayor parte del espacio público al transporte rodado. El urbanismo ecosistémico pretende que los desplazamientos mayoritarios se hagan a pie, en bicicleta y en transporte público. Los planes de movilidad y espacio público que lo acompañan se basan en una nueva célula urbana: la supermanzana, un instrumento clave del modelo, pues integra las redes de transporte en superficie y también la red verde.

La supermanzana de Poblenou. Foto: Vicente Zambrano

La supermanzana de Poblenou. Foto: Vicente Zambrano

En el espacio público, la habitabilidad tiene que ser a un tiempo confortable (sin ruido, sin contaminación atmosférica y con el mayor confort térmico), atractiva (con una elevada diversidad de actividades, con la máxima biodiversidad) y ergonómica (accesible, con espacio liberado para ejercer todos los derechos y con una buena relación de alturas edificadas y anchuras de calles).

La diversidad de personas jurídicas (actividades económicas, asociaciones e instituciones) ha de ser lo más elevada posible para incrementar la complejidad del capital económico y social. La multiplicación de actividades y su diversidad tienen que atender y dar servicio a los residentes y, también, al modelo de ciudad del conocimiento. Deben crearse las condiciones de suelo y servicios para incrementar el número de actividades densas en conocimiento y sus redes, que son la base de la ciudad “inteligente”.

El urbanismo ecosistémico busca definir la proporción adecuada de techo que se destine, respectivamente, a residencia y a personas jurídicas (entre el 25 % y el 30 %), que ocuparán principalmente el frente de fachada de los edificios. También pretende conseguir una biodiversidad y una fertilidad máximas del suelo, entendiendo que los beneficios ambientales y sociales que proporciona son insustituibles.

Otro de sus principios es la necesidad de alcanzar la máxima autosuficiencia energética con recursos renovables. La supermanzana se revela de nuevo como la célula ideal para ello. La manzana simple no tiene esta facultad. Por ejemplo, la captación de agua de lluvia, del acuífero (cuando existe) y de las aguas grises permite articular un modelo hídrico casi autosuficiente. Por otro lado, la reutilización y el reciclaje de residuos, incluidos los procedentes de la construcción, pueden suponer una recuperación de materiales cercana al 80 %.

La supermanzana de Poblenou. Foto: Vicente Zambrano

La supermanzana de Poblenou. Foto: Vicente Zambrano

Otros principios de esta nueva estrategia urbanística son: la incorporación de todos los servicios y las infraestructuras para la gestión del flujo de datos y de los flujos metabólicos; la mezcla de rentas, culturas y etnias haciendo uso de los instrumentos adecuados de acceso a la vivienda; la dotación de equipamientos que garanticen la mejor habitabilidad, dispuestos a una distancia que pueda ser cubierta a pie en un tiempo de entre cinco y diez minutos.

El plano urbanístico actual, de dos dimensiones, es incapaz de incluir el conjunto de las variables que incorporan los principios/objetivos enunciados. El urbanismo ecosistémico dibuja tres planos: en altura, en superficie y en el subsuelo, para integrar el conjunto de variables y principios que permitan superar los retos enunciados.

En resumen, propongo cambiar las reglas del juego de la competencia económica entre ciudades y territorios, y desarrollar un modelo urbano que integre el modelo de ciudad más sostenible y el de ciudad del conocimiento.

La ciudad es un sistema de proporciones. Multitud de variables trabajan de manera integrada en el sistema urbano. Cuando las proporciones no son las adecuadas se producen disfunciones que tienen impactos a escala local y también global. Siguiendo con el sistema de proporciones, la ciudad es comparable a una paella: el plato puede disponer de los mejores ingredientes, pero, sin sal, será soso. Y si nos pasamos de sal no nos lo podremos comer. De manera semejante, si en la ciudad destinamos la mayor parte de las calles a la movilidad motorizada, las personas mueren y enferman; la contaminación origina gastos de miles de millones de euros; el consumo de energía se dispara y las emisiones con efecto local y global también, etc. En otro ámbito, si segregamos a la población por su renta, etnia o religión, el conflicto está servido y la desigualdad y el miedo invaden la vida urbana. La búsqueda de las proporciones y su integración es el objetivo del urbanismo ecosistémico.

Las soluciones para reducir las incertidumbres no pueden seguir un camino demasiado alejado de esta exposición. El tiempo que nos queda a nosotros y, sobre todo, a las generaciones futuras se está acortando a ojos vistas. Para muchos de los habitantes del tercer y el cuarto mundo las incertidumbres ya han dejado de serlo porque sus territorios se han convertido en los sistemas disipativos del primer y segundo mundo y han perdido su capacidad de carga. Son lugares sin esperanza y sin futuro en los que la única alternativa es salir corriendo y engrosar el flujo de millones de inmigrantes en busca de una nueva vida.

Nota

1. Principio de Margalef: En los sistemas, la parte con menos información, en relación con la velocidad con la que aumenta o se produce entropía, alimenta la parte que ya se caracterizaba por una densidad de información mayor.

Salvador Rueda

Director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona

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