Historia de las playas

  • Playas de Barcelona antiguas
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Nuestras playas, hoy

La reordenación urbanística, surgida en ocasión de los Juegos Olímpicos de 1992, se basó en tres decisiones importantes: el saneamiento y la consolidación del litoral, el levantamiento de las líneas ferroviarias costeras, y la construcción de la ronda y el parque del Litoral.

En los últimos años, las playas de Barcelona se han convertido en uno de los principales espacios públicos de nuestra ciudad, con unas características singulares que lo hacen especialmente atractivo. Las playas constituyen un gran espacio al aire libre donde podemos entrar en contacto con el agua del mar, con el sol y con la arena, y donde podemos, además, iniciarnos en el conocimiento de la fauna marina. Todo esto es posible en Barcelona, en unas playas que tenemos muy cerca de casa y de las cuales podemos disfrutar todo el año.

Actualmente, en nuestras playas se desarrollan todo tipo de actividades de ocio, lo que las convierte en un medio privilegiado para disfrutar de la convivencia. La relación de Barcelona con el mar, no obstante, ha ido cambiando a lo largo de la historia.

El mar ha ayudado mucho a hacer de nuestra ciudad un lugar abierto, en el que se han mezclado pueblos y culturas desde la antigüedad. La ciudad medieval y moderna estableció unas relaciones comerciales amplias a través del mar y, con el tiempo, fueron apareciendo las necesidades de acercarse a él, más allá de las actividades mercantiles en el puerto y de las labores de pesca.

Los barceloneses se fueron aficionando cada vez más a los baños de mar, a las carreras de natación, a las competiciones náuticas... La recuperación del frente marítimo de la ciudad, iniciada en los años ochenta del siglo pasado, ha significado un cambio histórico y ha contribuido a integrar las playas en nuestra vida cotidiana.

Barcelona y el mar

Desde sus inicios, la historia de Barcelona ha estado íntimamente unida al mar. En el transcurso de los siglos, su línea de costa ha ido variando como resultado de la constante dinámica entre el mar y la tierra. En el siglo VI a.C., la montaña de Montjuïc y sus asentamientos ibéricos presidían el llano situado al abrigo de la sierra de Marina, entre los ríos Rubricatus (Llobregat) y Betulònica (Besòs), que en aquella época presentaba un perfil litoral totalmente diferente al de ahora. A poniente de Montjuïc, largas playas, y entre la montaña y la colina más tarde llamada Taber (hoy en día calle de Paradís y entornos), una pequeña bahía permitía la entrada del mar hasta tierra adentro, mucho más allá de la franja costera actual. Encarada a mar, en la cima de esta colina, se estableció la Barcino romana.

Posteriormente, el mar se fue retirando y se fueron creando unos paisajes cambiantes de islotes y lagunas. La regresión marina continuó y los nuevos espacios de tierra firme que iban apareciendo fueron ocupados por huertos y casas. Desde entonces hasta ahora, la historia de Barcelona ha sido un cortejo permanente entre el mar y la tierra; una relación que ha permitido una confluencia constante de pueblos y culturas que ha conferido a la ciudad su indiscutible condición cosmopolita y mediterránea.

Hoy en día, la fachada litoral barcelonesa es un paisaje construido, herencia de siglos y siglos de evolución constante. Un paisaje humanizado donde destacan las playas, que forman parte de la historia de la ciudad. Unas playas de fácil acceso, que se integran en la ciudad como uno más de sus espacios públicos. Unos lugares, sin embargo, que además de ofrecer la oportunidad de disfrutar del tiempo libre y el deporte, hacen posible pasar del mundo urbano a un medio natural tan rico y seguramente no suficientemente conocido como es el mar.

Nuestras playas, hoy

La reordenación urbanística, surgida en ocasión de los Juegos Olímpicos de 1992, se basó en tres decisiones importantes: el saneamiento y la consolidación del litoral, el levantamiento de las líneas ferroviarias costeras, y la construcción de la ronda y el parque del Litoral.