Clotilde Cerdà, entre la música y el activismo social

Foto: Álbum de Clotilde Cerdà i Bosch. Biblioteca de Catalunya

Clotilde Cerdà, en La Habana, retratada con el sombrero del cuerpo de bomberos de la ciudad.
Foto: Álbum de Clotilde Cerdà i Bosch. Biblioteca de Catalunya

En el último tercio del siglo XIX, actuar y pensar desde una perspectiva feminista y antiesclavista podía tener consecuencias. La compositora y arpista Clotilde Cerdà i Bosch, hija de la pintora Clotilde Bosch, esposa de Ildefons Cerdà, pudo constatarlo en primera persona.

Clotilde Cerdà i Bosch nació en Barcelona en 1861, según el registro civil, o un año más tarde, según indica un apunte del diario de su padre, Ildefons Cerdà. De hecho, se dice que el autor del Eixample no era su padre biológico, y aunque la reconoció como hija y le dio su apellido, la excluyó del testamento que redactó en 1864, el mismo año en que su matrimonio con la pintora Clotilde Bosch acabó rompiéndose.

Foto: Álbum de Clotilde Cerdà i Bosch. Biblioteca de Catalunya

Clotilde Cerdà tocando el arpa a los seis años.
Foto: Álbum de Clotilde Cerdà i Bosch. Biblioteca de Catalunya

A los quince años, cuando ya era una celebridad, reconocida internacionalmente por sus conciertos de arpa con el nombre artístico de Esmeralda Cervantes, Clotilde Cerdà llegó a Cuba, procedente de Nueva York y de Filadelfia, donde había actuado en la exposición internacional de 1876. Había estallado la primera guerra de independencia; no era el mejor contexto para la música y por eso el capitán general de la isla, Jovellar, le había recomendado que lo pospusiera cuando ella le manifestó sus intenciones de ir. Pero Clotilde no hizo caso y se presentó en el Teatro Tacón, el más importante de La Habana. Quería ir a Cienfuegos, pero la hicieron desistir de ello porque era demasiado arriesgado. Actuaciones aparte, estableció contactos con los independentistas de aspiraciones republicanas y contrarios al sistema esclavista. Enrique Trujillo, miembro de la Sociedad Literaria Hispano-Americana, fundada en Nueva York por José Martí, vinculó a la arpista con el movimiento. “La causa de la independencia de Cuba tuvo en ella una centinela avanzada”, escribió. El gobierno español estaba pendiente de sus actos, aunque de momento dejó tranquila a la arpista.

Facilitar una “educación brillante” a las mujeres

Y seguía pendiente de ella cuando en 1883, de regreso en Barcelona –donde dos años antes se había incorporado a la logia masónica Lealtad– inició las gestiones para crear un centro de enseñanza específico para mujeres, con el objetivo de ofrecer una “educación brillante, más bien práctica que teórica”. Se trataba de facilitar el acceso de las mujeres a la formación y de exigir su derecho a la profesionalización. Así fue como al cabo de dos años nació en el número 10 de la Rambla la Academia de Artes y Oficios de la Mujer. Clotilde Cerdà se rodeó de mujeres que ya tenían una larga trayectoria profesional y un prestigio reconocido, como la poetisa Josepa Massanés, la doctora Dolors Aleu i Riera –primera doctora en medicina de España– y la periodista y novelista Antònia Opisso, pieza capital en el organigrama de la academia.

Foto: Álbum de Clotilde Cerdà i Bosch. Biblioteca de Catalunya

Clotilde Cerdà con alumnas de su academia, en 1885.
Foto: Álbum de Clotilde Cerdà i Bosch. Biblioteca de Catalunya

El proyecto, creado, financiado y gestionado por mujeres, tuvo muy buena acogida. El número de alumnas iba creciendo día tras día. Las asistentes a las clases nocturnas llegaron a ser 270 y no se admitieron más solicitudes debido a las reducidas dimensiones del centro. Un año después de la inauguración se plantearon construir un edificio de nueva planta para dar respuesta a las necesidades de espacio y de organización de la academia.

En paralelo, la secretaria de la academia, Antònia Opisso, publicó Diario de un deportado, una novela en forma de diario. Su protagonista y supuesto autor era Carlos Atregui, un residente cubano a quien deportaban a España tras ser acusado de mantener posiciones antiesclavistas y autonomistas. Con la obra, Antònia Opisso tomaba parte en el debate sobre la esclavitud, aún vigente en aquellos momentos pese al acuerdo internacional que la prohibía. La autora se declaraba abiertamente antiesclavista a través de las palabras de su personaje: “Soy abolicionista”.

Amenaza realista

En busca de dinero para ampliar la academia, Clotilde planificó un viaje a Estados Unidos para conseguir la financiación que no encontraba en Barcelona ni en el resto de la Península. Desde el día 1 de enero de 1887 ya sabía que algunos sectores realistas no solo no le apoyarían para garantizar la continuidad del proyecto, sino que se opondrían a él explícitamente. El conde Morphy, secretario de la reina regente de España, María Cristina, le dijo en una carta: “Yo creí que V. aspiraba a tocar muy bien el arpa o a lo sumo a ser una gran artista; […] pero un día aparece V. en Cuba, como queriendo resolver por su influencia el problema de la esclavitud, y presidiendo manifestaciones y juntas que nada tienen que ver con el arte; y ahora la veo a V. erigida en protectora de la clase obrera catalana y de la educación de la mujer”. A continuación le recomendaba/ordenaba que callase, y que en caso contrario se atuviera a las consecuencias. Era una amenaza en toda regla: “Si los periódicos dicen tonterías, no les haga V. caso, ni se meta a formular acusaciones, ni a hacer cargos o dar consejos, sin suficiente conocimiento del asunto; porque el resultado tendrá que ser contraproducente”.

La amenaza de Morphy se materializó. La Academia de Ciencias, Artes y Oficios de la Mujer tuvo que cerrar por falta de apoyos y por el déficit presupuestario que arrastraba. El 29 de marzo de 1887, Clotilde Cerdà hizo públicas las cuentas de la academia: “La diferencia entre el déficit, 12.960, y lo que falta pagar, que son 3.750, ha sido sufragada por la Directora”. Clotilde emprendió el vuelo, acompañada por su inseparable madre.

Exilio europeo

La arpista y activista deambuló por media Europa, sin tener residencia fija. El 1 de octubre de 1888 Jacint Verdaguer le escribe: “Vegí ab gran pena los contratemps, que acabaren per allunyarla de la patria; més recorde que tots som desterrats en aquest mon” [Veo con gran pena los contratiempos que acabaron alejándola de la patria; pero recuerde que todos somos desterrados en este mundo].

Foto: Álbum de Clotilde Cerdà i Bosch. Biblioteca de Catalunya

Portada de un folleto con la conferencia que dio en 1893, en el marco de la Exposición Internacional de Chicago, sobre la mujer en Turquía, firmada con su pseudónimo artístico.
Foto: Álbum de Clotilde Cerdà i Bosch. Biblioteca de Catalunya

Desde Constantinopla, adonde llegó invitada para dar un concierto y ya no dejaron que se marchase, Clotilde –sentada en “mullidas otomanas, en la terraza cubierta de enredaderas”– escribió a Víctor Balaguer el 22 de septiembre de 1892: “Amigo mío, fundé la Academia de Ciencias, Artes y Oficios para la Mujer y, como si hubiera fundado una escuela de malas costumbres, así se desencadenaron todas las malas posiciones sobre mí. Con una pérdida de 22.000 pesetas la cerré y tomé el vuelo hacia los países en donde se aprecia y recompensa el mérito”.

La academia subsistió apenas dos años, pero su clausura no fue un hecho aislado. El congreso femenino que se planteaba organizar en Palma nunca se llevó a cabo. La vida de la revista La Ilustración de la Mujer, en la que Clotilde escribió más de un artículo, tuvo una corta duración. Todos aquellos proyectos, que crearon espacios de debate y formación como bases para la mejora de las condiciones de vida de las mujeres y de los hombres y para participar en el desa­rrollo social desde una perspectiva sexuada en femenino –¿por qué no llamarla feminista?–, fueron clausurados.

Las amenazas, el exilio, no la detuvieron. Cuando estaba en Turquía, Clotilde Cerdà recibió una carta de invitación de la World’s Columbian Exposition, que tenía que celebrarse en Chicago en 1893, para dar allí una conferencia sobre la educación de las mujeres en Oriente. Acudió y habló sobre Education and Literature of the Women of Turkey. Y también actuó en un concierto dirigido por Theodore Thomas dentro de los actos de la exposición y en otro privado para el presidente de Estados Unidos, Stephen Grover Cleveland, y su esposa, Frances Folsom.

Le seguimos el rastro hasta Brasil, donde fue la delegada de la asociación pacifista internacional Alliance Universelle des Femmes Pour la Paix, y donde murió su madre. De allí se trasladó a México, donde dio clases en el conservatorio de la capital; ya había abandonado los conciertos. Más tarde volvió a Barcelona y en 1915 se instaló definitivamente en Tenerife, donde fallecería en 1926.

Clotilde Cerdà no es una excepción. Como decía Christine de Pizan en el siglo XV, encontraríamos más mujeres como ella si nos tomáramos la molestia de buscarlas.

Isabel Segura Soriano

Historiadora

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