Periodistes, malgrat tot. La dificultat d’informar sota el franquisme a Barcelona (1939-1966)
Autor: Jaume Fabre
Edita: Ayuntamiento de Barcelona
409 páginas
Barcelona, 2017
Fabre es uno de los periodistas que mejor conocen su ciudad. Su tesis doctoral sobre la Barcelona de 1939 es espléndida y desempeñó un papel determinante en la salvaguarda de la memoria de su gremio. Su nuevo libro, que elude condenas morales, vuelve al mundo periodístico de la posguerra.
Desde hace unos años uno de los cambios más atractivos de la historiografía de la cultura catalana ha sido el redescubrimiento de la edad de oro de nuestro periodismo. Ya sean simposios o reediciones, antologías o exposiciones, el mejor periodismo escrito en la prensa catalana entre la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil española ha entrado en el canon. Los motivos de esta reconsideración son múltiples: el interés por la lengua viva que los autores usaron en crónicas y reportajes, la clarividencia de sus análisis políticos o la libertad con que contemplaron su realidad más inmediata. Pero este mundo, que también corre el riesgo de idealizarse, reventó con la victoria franquista.
¿Y a partir de entonces, qué? Tras un asesinato –el de Josep Maria Planes–, el exilio, la clausura de cabeceras y la imposición de la censura y de un control autoritario de la profesión y la información, ¿qué? Un fusilado: Francisco Carrasco de la Rubia. Represión, coerción y depuración. A finales de 1939 las nuevas plantillas de los diarios estaban formadas. Este nuevo mundo turbio, estrecho y sumiso, pero al fin el nuevo mundo del periodismo local, es el que Jaume Fabre (Barcelona, 1948) ha reconstruido en el interesantísimo Periodistes, malgrat tot [Periodistas, pese a todo], una obra que es fruto de la investigación de toda una vida, prologada por el historiador Borja de Riquer y que está salpimentada con algunos momentos de confesión autobiográfica del propio autor.
Veterano profesional de la prensa, Fabre es uno de los periodistas que mejor conocen su ciudad. Fue coautor con su hermano mayor –Josep Maria Huertas Claveria– de la monografía clásica sobre los barrios, su tesis doctoral sobre la Barcelona de 1939 es espléndida y desempeñó un papel determinante en la salvaguarda de la memoria de su gremio (a través de la dirección de la revista Capçalera y sobre todo con el estudio de 1996 Periodistes uniformats: diaris barcelonins dels anys 40). Su nuevo libro, que elude condenas morales (“no es fácil juzgar las conductas humanas ni sus consecuencias fuera del contexto en que se adoptaron”), vuelve al mundo periodístico de la posguerra.
Más que la condena o reivindicación de algunos personajes o el análisis de los textos paradigmáticos (que en parte se hace al final, explicando algunos términos que sirvieron como sucedáneos para incrustar una catalanidad banal en páginas y ondas radiofónicas), lo que Fabre sobre todo explica de manera amena y metódica es cómo la profesión –periodistas, fotoperiodistas, humoristas gráficos…– se rearticuló en aquellas circunstancias tan miserables. A través de decenas de breves biografías (de figuras devoradas por el olvido, laceradas o pintorescas, o de quien solo nos suena el nombre, como Sempronio, Manuel del Arco o María Luz Morales) y de la descripción de las asociaciones, legislaciones o escuelas de periodistas, traza un mapa de una época gris elaborado con palabras e imágenes –insisto, también con imágenes. Porque uno de los atractivos de la edición es la plasmación visual de una investigación sistemática en la hemeroteca, que permite certificar a menudo que lo que era una leyenda urbana en las redacciones (vale para una aparente nota de sociedad menor) partía de una realidad impresa un día determinado.
Los hilos de los que el libro tira son múltiples. Uno de ellos anuda casi toda la reconstrucción. Fabre descubre los vínculos del nuevo periodismo precisamente con un tiempo pasado situado en los márgenes de la edad de oro: el del personal de medios carcas, lerrouxistas o conservadores, secundarios antes, pero que ocuparon los puestos de mando cuando el franquismo creó su realidad que pretendía controlarlo todo. Quizás lo más valioso de Periodistes, malgrat tot es descubrir cómo se produjo el relevo de aquellas viejas generaciones y, a través de algunas pocas plataformas –quizás El Correo Catalán más que ninguna otra–, se crearon las condiciones para la aparición de la edad de plata de esta historia: la de los jóvenes comprometidos a quienes les tocaría explicar la Transición.