Dos piezas del mosaico

Nada de Carmen Laforet y La Plaza del Diamante de Rodoreda son obras paralelas que se complementan en muchos aspectos para convertirse en dos piezas del mosaico de una misma realidad histórica. Leídas una a continuación de la otra da la sensación de que, aunque escritas originalmente en lenguas diferentes, forman parte de un mismo todo. Nada es el viaje iniciático de Andrea, que llega con dieciocho años recién cumplidos a Barcelona, mientras que la historia de Natàlia-Colometa es la de una joven de Gràcia desde que empieza a salir con quien será su primer marido hasta los primeros años del franquismo. El marco temporal se solapa: Andrea centra su relato en su primer año en la ciudad poco después de acabarse la guerra, mientras que La Plaza del Diamante abarca los años previos a la misma y algunos posteriores. En cuanto a la clase social, también se pueden leer como volúmenes que se complementan: Rodoreda se centra en la clase trabajadora; Laforet, en la decadencia de una familia venida a menos, y de paso dibuja las desigualdades sociales de la época. La miseria y el hambre están presentes en ambas, aunque de distinto modo: Andrea pasa hambre porque no sabe administrarse, y en la obra de Rodoreda el hambre es consecuencia directa de la guerra.

© Manel Andreu

© Manel Andreu

Para la protagonista de Nada la ciudad tiene una gran importancia, hasta el punto de que se convierte en un personaje más. Llega de noche, en tren, esperanzada por la expectativa de libertad que el paisaje urbano representa en su imaginario. El domicilio de sus parientes en la calle Aribau es el escenario central de todos los acontecimientos. El piso representa el espacio de opresión, el enclaustramiento y la decadencia de toda una época y una clase social. La heroína de Laforet pronto empezará a deambular frenéticamente por las calles, atraída sobre todo por el Gòtic y el Barrio Chino. El edificio central de la universidad también aparece como escenario del desasosiego de la adolescente. El acto de caminar hasta extenuarse lo vive como una auténtica liberación, aunque al final la ciudad se le queda pequeña.

La Colometa de Rodoreda, en cambio, centra su día a día en Gràcia; fuera de ella solo se citan de paso La Rambla o la casa a donde va a limpiar la protagonista. En algún momento en que también deambula, como Andrea, llega a los Jardinets de Gràcia y a la Diagonal. La descripción del barrio evoluciona al ritmo que cambia la vida de Natàlia: al principio aparece luminoso, alegre y lleno de vida, con el baile en la plaza y ella haciendo de dependienta en una tienda de dulces, pero, a medida que se va enturbiando la vida de la protagonista, también se oscurece la descripción de calles y plazas.

Y, naturalmente, el momento más claustrofóbico y en el que el paisaje urbano se vuelve más cruento corresponde a la Guerra Civil. Se describen los tiempos previos, los bombardeos y la escasez, y lo que al principio era telón de fondo, la situación histórica, va situándose en primer plano. Y allí donde termina La Plaza del Diamante podríamos empezar Nada, de manera que nos queda una fotografía muy nítida de la Barcelona de la época.

Najat El Hachmi

Escritora

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