El desencanto según Eduardo Mendoza

En Mauricio o las elecciones primarias se dibuja una ciudad deprimida que no osa hacer realidad lo que anhela, una Barcelona que va del sueño prescrito de la transición al sueño prometido de los Juegos Olímpicos, cual enfermo que cambia de estimulantes a ver si acierta.

© Manel Andreu

© Manel Andreu

Barcelona es la leyenda de la ciudad sin nombre, porque no hay manera de pronunciar dos veces el nombre de Barcelona y que signifique lo mismo. Dentro de cada novela ambientada en Barcelona vive una ciudad diferente, no importa que los libros sean del mismo autor. En Eduardo Mendoza (que es el novelista que más visiones de Barcelona ha recreado) no es igual, por citar unas pocas, su Barcelona de La verdad sobre el caso Savolta, que la de La ciudad de los prodigios, que la de El enredo de la bolsa y la vida (la más reciente, asolada por la actual crisis, donde hasta su famoso detective sin nombre se queda sin su negocio de peluquería) ni que la de Mauricio o las elecciones primarias. Es esta última, de todas las Barcelonas leídas en Eduardo Mendoza, la que más me ha conmocionado; no sencillamente impresionado, apasionado o fascinado, ahora estoy hablando de emociones.

Se publicó en 2006 y por entonces Mendoza llevaba una larga temporada sometiendo a sus lectores a la ley seca. Solo había escrito dos obras en los últimos diez años, la novela La aventura del tocador de señoras (2001) y, en verano también de 2001, un folletín de ciencia ficción para el diario El País, El último trayecto de Horacio Dos, que luego se recogió en libro. Encima, ambas eran de humor, de manera que la parte herbívora (o quizá carnívora) de la fauna lectora se estaba retorciendo de hambre. En 2006 vivimos ya tiempos presentes, si entendemos el presente como el desmantelamiento de todo lo alcanzado por las generaciones anteriores. Es el año en que explota la burbuja inmobiliaria y la gente empieza a salir a la calle a mogollón en defensa del derecho a la vivienda. Y es cuando aparece Mauricio o las elecciones primarias, una novela ambientada en otra de las épocas más desalentadoras y duras de nuestra ciudad, la que discurre entre las elecciones a la Generalitat de 1984 (donde el mapa político catalán queda fijado para toda la eternidad) y el nombramiento en 1986 de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos del 92. Es la Barcelona del desencanto de la izquierda (la novela empieza con los socialistas buscando gente para llenar sus listas), de la especulación inmobiliaria sometiendo a los ayuntamientos, la Barcelona de los confines ignotos (parte de la acción transcurre en Santa Coloma de Gramenet)… Se dibuja en este libro una ciudad deprimida, que va a viajar de un sueño a otro y que no se atreve a hacer realidad lo que anhela, que va del sueño prescrito de la transición al sueño prometido de las Olimpíadas igual que el enfermo que cambia de estimulantes a ver si tiene suerte.

La novela está escrita con una prosa hecha astillas por el hacha vasca de Baroja. No hay Mendoza más barojiano que el de este libro. Ningún escritor ha sabido leer a Pío Baroja mejor que Eduardo Mendoza. Aquí, como en Baroja, todo es un trasunto de un estado de ánimo: el fraseo abrupto, los diálogos secos y lejanos, como oídos en la casa de al lado, la propia ciudad, sus paisajes y sobre todo sus personajes. Mauricio es un indeciso que vive en permanente estado de anhelo, y así, cuando la vida le da a elegir entre dos realidades, entre dos formas de plasmarse como ser vivo, se paraliza y deja que la realidad más potente lo arrastre como una riada se lleva con ella un tronco muerto, o a una ciudad entera.

En todos los libros de Mendoza de lo que más se habla es de la lucha por el amor, de la difícil lucha por establecer un amor que nunca se pone a tiro. Las elecciones primarias de Mauricio son entre una joven abogada de clase media, que aún vive con sus padres, y una mujer de Santa Coloma, roja histórica que hace vida independiente. Pero también ambas representan esos dos sueños en los que se sumerge la época narrada. La promesa del éxito anunciado en Lausana, y un sueño al que, como no se cumplió, tan solo le queda morir igual que mueren todos los sueños rotos, de la manera más triste y solitaria.

Mauricio es el hombre sin voluntad, atrapado en una ola de pesimismo y que al final se verá atrapado en una ola de optimismo. Pero eso no quiere decir que se haya redimido. Mauricio Greis es también la imagen invertida de Onofre Bouvila en La ciudad de los prodigios (sobre el paso, a través de estas dos novelas, de la Barcelona moderna a la posmoderna ha escrito la filóloga Cristina Jiménez-Landi Crick), y así una obra es espejo de la otra, del mismo modo que lo son sus respectivas Barcelonas. Los libros de Eduardo Mendoza contienen el espejo que Stendhal introdujo en la novela. Por la obra de Mendoza se va reflejando Barcelona en todos sus rostros. Cuando leí Mauricio o las elecciones primarias vi reflejado el mío.

Javier Pérez Andújar

Escritor

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