“El viento las abate y nunca más se habla de ellas”

© Pere Virgili
Fragmento de vitral de la iglesia de la Colonia Güell visto desde el interior. Gaudí estudia a fondo los métodos de coloración del vidrio y la orientación de las aberturas para aprovechar de modo creativo las variaciones de la luz solar.

La frase con que Gaudí comparaba los robles, dotados de una fuerza ganada a base de años, y las cañas, de crecimiento rápido pero de fragilidad extrema, expresa muy bien su pensamiento.

Una de las lagunas más manifiestas y al mismo tiempo más apasionantes es la falta de una cartografía precisa del imaginario de Gaudí, de su universo físico, intelectual, cultural, social y espiritual en relación con su personalidad y con su creatividad. Sostenía Isaiah Berlin en El erizo y la zorra que el interés hacia un artista no reside tanto en el análisis formal de sus obras como en identificar de qué modo se consignan en él las ideas, convertidas en mentalidades, concepciones, intereses, ideales y sistemas de valor. Esta es, pues, la perspectiva que corresponde a Gaudí. Su fuerza surge de una tríada históricamente polémica: era un artista genial (es decir, rotundamente personal), radical (completamente libre, situado al margen de modas y vanguardias, a pesar de que fue su precedente en algunos aspectos) y con un componente espiritual fundamentador.

“El viento las abate y no se habla nunca más de ellas”. Esta frase de Gaudí en la que compara la fuerza de los robles, ganada con los años, con la debilidad de las cañas, de crecimiento rápido pero de una fragilidad extrema, expresa muy bien el pensamiento y la espiritualidad del artista, como si de un nuevo Pascal se tratase. Gaudí conocía, pues, la importancia de aquello a lo que destinaba vida y obra. Era un erizo, según la división de los caracteres humanos entre erizos y zorros que hizo Berlin en el texto citado. Por eso lo llamaban el Dante de la Arquitectura, otro erizo insigne.

Gaudí crea vínculos de identificación entre el arte, la sociedad, la naturaleza, la belleza y Dios. Es un hombre no mutilado, en palabras suyas, porque no renuncia a ninguna de sus potencialidades (cuerpo, inteligencia y sentido trascendente), y de esta fuerza interior extrae la genialidad creativa y las ideas sobre la justicia social, el obrerismo, la cultura, el nacionalismo, la pobreza, la gente, los amigos.

Espíritu analítico y de síntesis como fruto de la observación y del estudio de la naturaleza, dominio técnico, uso prodigioso de la imaginación y de la creatividad original, y la espiritualidad como motor: estos son algunos de los rasgos de Gaudí que ligan con las ideas en boga: para Jaspers (1922), como antes para Kandinski (De lo espiritual en el arte, 1911), la práctica artística es la posibilidad de la visión del absoluto mediante las formas finitas, materiales, desde la autenticidad. De ahí el “retorno al origen” de Gaudí para ser original. De ahí “el árbol que veo desde el taller es mi maestro”. De ahí la mirada a la naturaleza para encontrar en ella las formas y las estructuras, las materias y el sentido. De aquí su batallar hasta encontrar la fórmula del Azul Barcelona, que es, según decía, el del cielo de la ciudad una mañana de primavera o de otoño tras soplar la tramuntana.“La belleza es el resplandor de la verdad”. La naturaleza, obra de Dios, es, por lo tanto, perfecta y bella. Por eso el arte es entendido como la colaboración personal con la creación y todo es matéricamente simbólico. Por eso la obra de Gaudí exige contemplación, reflexión y estudio. Por eso se consagra a la Sagrada Família: de 48 años de trabajo, le dedica 44, de ellos 12 en exclusiva. Por eso era una “misión personal”, como apunta Josep M. Tarragona.

La fascinación de las vanguardias

Mompou, compositor de acorde metálico y música callada, decía a los autores de moda: “Quizá mi música guste cuando pase la vuestra”. Vanguardista de vía propia como Gaudí, es ahora cuando los entendemos.

Se establecen relaciones de paradoja entre algunos artistas de vanguardia y Gaudí. Por una parte, lo encuentran innovador, genial, de capacidad creativa casi infinita. Por otra parte, lo ven demasiado ligado a la tradición, el artesanado, la naturaleza, la religión. Le Corbusier admiraba su concepción espacial y su estética matérica, Miró lo homenajeaba por su creatividad telúrica, el Dalí más mordaz lo recuperaba para la historia del arte. Intuyeron su genialidad Walter Gropius, Mies van der Rohe y Lloyd Wright. Coincide en el sentido espiritual y social del arte con sus coetáneos Kandinski, Malévich y Van Gogh, y precede a expresionistas abstractos americanos, como Rothko, en la búsqueda del absoluto.

Gaudí era un adelantado cuando teorizaba sobre la línea recta y la curva, antes de Kandinski y la Bauhaus. También lo fue en el ámbito estricto del modernismo: la Casa Vicens se acabó en 1888, mientras que la Casa Tassel, del belga Victor Horta, considerada la primera casa modernista, se finalizó en 1893. Picasso callaba sobre el arquitecto o respondía con agresividad cuando se le preguntaba al respecto, quizá porque fue el único a quien no pudo superar, según se cuenta que confesó a Miró, o porque con el trencadís lo adelantó en la idea del cubismo…

Fragmento de vitral de la iglesia de la Colonia Güell visto desde el interior. Gaudí estudia a fondo los métodos de coloración del vidrio y la orientación de las aberturas para aprovechar de modo creativo las variaciones de la luz solar.

Marià Marín i Torné

Cofundador de The Gaudí Research Institute con Pere-Jordi Figuerola y Manuel Medarde

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