La movilidad y la seguridad son los problemas que más afectan a la vida cotidiana de las mujeres que trabajan de noche en el área metropolitana, sobre todo de aquellas que se mueven en transporte público o a pie, según las conclusiones de un estudio participativo impulsado por el Col·lectiu Punt 6.
El urbanismo ha reproducido históricamente un modelo androcéntrico de ciudad que ha excluido a las mujeres del espacio público, considerado como un espacio predominantemente masculino. Solo hay que pensar que en nuestra sociedad ser un hombre público o ser una mujer pública tienen significados diferentes, y de qué modo estos significados se materializan en la configuración física de los espacios.
El problema se hace más evidente durante las horas nocturnas. La noche se ha concebido como un espacio prohibido para las mujeres, en el que nuestra presencia muchas veces es cuestionada, sobre todo cuando vamos solas, y en el que nuestros cuerpos se perciben como vulnerables, pero también como objetos. Esto ha influido en las percepciones de seguridad de las mujeres en la noche –sobre todo en relación con la violencia sexual, que afecta a la parte más íntima de nuestros cuerpos– y limita nuestro derecho a la ciudad.
La mayor parte de los planes y proyectos urbanísticos que abordan el urbanismo nocturno se han centrado en lo que se denomina la economía nocturna de los centros de las ciudades, que busca la revitalización económica a través del ocio y el consumo de alcohol y que perpetúa una cultura nocturna predominantemente masculina y heteropatriarcal.
Así pues, la planificación urbana nocturna se ha centrado en una pequeña parte de la vida nocturna, reproduciendo una concepción romántica sobre los usuarios de la noche como grupo consumidor de ocio, sin reconocer que la noche también es un espacio de trabajo, cuidados y reproducción, carente de todo glamour para aquellas personas que trabajan durante estas horas con impactos significativos en su vida cotidiana.
Con el afán de visibilizar la necesidad de incluir desde una perspectiva feminista interseccional la parte productiva/reproductiva de la noche, que rompa con la cultura nocturna predominantemente masculina y vinculada al ocio, el Col·lectiu Punt 6 nos planteamos realizar un proyecto de investigación con mujeres que trabajan de noche. “Nocturnes: la vida quotidiana de les dones que treballen de nit a l’Àrea Metropolitana de Barcelona” [Nocturnas: la vida cotidiana de las mujeres que trabajan de noche en el área metropolitana de Barcelona] es un proyecto de investigación-acción feminista participativa realizado entre 2015 y 2017 que analiza cómo la planificación urbana de las ciudades del área metropolitana de Barcelona condiciona la vida cotidiana de las mujeres que trabajan de noche y, más en concreto, estudia la influencia de los roles de género en la movilidad, la percepción de seguridad, la decisión de trabajar de noche, el desarrollo de la vida cotidiana, las relaciones sociales, la salud y las desigualdades laborales.
Este proyecto se ha realizado conjuntamente con la Fundació Àmbit Prevenció, la Secretaría de la Mujer de CC.OO., Ca la Dona e Irídia, y con la colaboración de un equipo de veinticuatro mujeres que trabajan de noche en diferentes sectores y zonas de trabajo (limpieza, atención sanitaria, cuidados geriátricos, policía local, servicio de emergencias sociales y trabajo sexual).
Transportes y seguridad insuficientes
La movilidad nocturna y la percepción de seguridad son los problemas que más afectan a la vida cotidiana de las trabajadoras de noche, sobre todo de aquellas que se mueven en transporte público o a pie. El transporte público no responde a la población de mujeres trabajadoras nocturnas: los horarios, la frecuencia y las rutas en horarios nocturnos dificultan su vida cotidiana. El sistema de transporte público conecta la periferia del área metropolitana con la ciudad de Barcelona, pero la conexión entre municipios es muy deficiente, en especial en el Baix Llobregat, pese a la proximidad geográfica entre municipios. No es que no haya transporte público, sino que la inversión de tiempo necesaria para trasladarse de un punto a otro es tan grande que se perjudica muy gravemente a las personas que más dependen de este transporte, sobre todo a ciertas horas de la madrugada (entre las 5 y las 6.30 horas) y los fines de semana, de modo más destacado en ciertas rutas.
La percepción de inseguridad también se identifica como elemento que limita el derecho de las mujeres a la ciudad y viene condicionada, en parte, por aspectos físicos del entorno como la monofuncionalidad de las zonas de trabajo y la falta de visibilidad en estas zonas. Pero también es un factor transversal con la movilidad: en el trayecto a pie hacia el transporte público, en las infraestructuras de movilidad y en el interior del transporte público.
El diseño de las infraestructuras ligadas a la movilidad no proporciona ni autonomía ni seguridad ni libertad de movimiento a las mujeres. Factores que van desde la configuración de las zonas de aparcamiento hasta los tipos de conexión a pie existentes entre el transporte y el puesto de trabajo o la residencia llevan a las mujeres a cambiar los recorridos, buscar alternativas o depender de otras personas para acudir al trabajo y volver de él. En estos lugares se han documentado casos de violencia sexual extremadamente preocupantes, como por ejemplo en el túnel que permite pasar, bajo la Gran Via, entre el Hospital de Bellvitge y la parada del Baixbus, o en el puente que conecta la estación de metro de Santa Eulàlia con el barrio de Collblanc en L’Hospitalet.
En zonas de trabajo monofuncionales la falta de diversidad de actividades y usos mixtos va ligada a un diseño no concebido para quien camina. Son zonas que presentan grandes deficiencias de transporte público, en las que la prioridad es el tráfico rodado, con avenidas amplias y no siempre bien iluminadas, donde no se ve a casi nadie caminando por la noche y que carecen de buenas conexiones con los barrios del entorno.
La inseguridad, además de basarse en elementos físicos, también está condicionada por aspectos sociales. Un tema muy preocupante es el miedo que provocan los grupos de personas ebrias, particularmente hombres, durante los desplazamientos nocturnos de los viernes y los sábados. Muchas mujeres comparten historias de acoso sexual vividas en los trayectos, lo que las ha obligado a cambiar de ruta para no dejar rastro de los recorridos y evitar que alguien las controle.
Los grupos más vulnerables
Conviene destacar la existencia de grupos más vulnerables a las agresiones. Tanto las trabajadoras de limpieza viaria como las trabajadoras sexuales sufren acosos sexuales y actos de violencia; una situación vinculada al modo en que se interpreta socialmente la presencia en el espacio público nocturno del cuerpo de una mujer y al tipo de trabajo que realizan, menos valorado desde este punto de vista social. Las trabajadoras sexuales se sienten vulnerables por el hecho de ejercer en la calle, porque sus cuerpos se ven como objetos que pueden ser violentados y de los que se puede abusar más allá de su trabajo. Las trabajadoras de la limpieza viaria también sufren acoso y agresiones por ser mujeres que limpian la calle. La baja valoración social del trabajo de limpieza hace que muchas veces se les trate como un objeto más del mobiliario urbano o que se les acose o agreda.
Estos son algunos de los resultados que se han extraído del proyecto. El análisis de la vida cotidiana con la participación activa de sus protagonistas ha ayudado a visibilizar el uso que las mujeres hacemos de la ciudad nocturna, y a reivindicar nuestro derecho a la noche y a apropiarnos de ella independientemente del uso que le demos o de la actividad que desarrollemos durante esas horas.
Más información
Contenido del informe: https://issuu.com/punt6/docs/nocturnes_catala
Vídeo sobre el proyecto: https://www.youtube.com/watch?v=LvKxqeAJRTY
Vídeo sobre movilidad y seguridad: https://www.youtube.com/watch?v=vp3EZiQufsA&t=8s
Vídeo sobre los impactos en la salud: https://www.youtube.com/watch?v=JC2oJY2OERc&t=7s
Este proyecto ha sido posible gracias a una beca doctoral de dos años (2015-2017) de la Public Scholars Initiative del departamento de Graduate and Postdoctoral Studies de la Universidad de Columbia Británica (Vancouver, Canadá) y a una subvención otorgada a entidades por el Ayuntamiento de Barcelona en 2016.