Itsaso Vélez del Burgo: “Quedan unos 200.000 chimpancés en estado salvaje; a principios de siglo había un millón”

Itsaso Vélez del Burgo es actualmente la directora técnica del Centro de Rehabilitación de Primates Lwiro (CRPL). Se licenció en Ciencias Ambientales por la Universidad de Barcelona (UB) y, posteriormente, cursó el máster en Primatología en la Facultad de Psicología, también de la UB. El pasado octubre fue galardonada con el Premio Nat 2023. Con este motivo, hablamos con ella de lo que significa el galardón, de su implicación con los chimpancés y otros primates, del centro en el que trabaja, y de las problemáticas que vive la República Democrática del Congo actualmente.
¡Enhorabuena por el Premio! ¿Qué representa para ti?
Muchas gracias. Para mí representa que nuestro trabajo se ve y se valora. A veces cuando trabajas en una zona tan aislada del mundo te sientes un poco sola y con este premio me siento más arropada y acompañada.
¿De dónde viene tu vocación por los primates?
La verdad es que mi vocación son los animales en general. Todas las especies son fascinantes una vez las conoces y estudias de cerca. Mi vocación era y es la etología, el estudio del comportamiento animal. Y cuando acabé la carrera de ciencias ambientales en la Universidad de Barcelona y descubrí que también cursaban el máster de primatología, encontré la oportunidad de combinar ambas disciplinas, la conservación y la etología.
El País Vasco no es un lugar en el que se vean muchos simios. ¿Cuándo fue la primera vez que viste uno?
En realidad, sí, los humanos somos simios.
Y vaya unos estamos hechos.
Sí. La verdad es que sí. La primera vez que vi un chimpancé fue en el Zoo de Barcelona, también me acuerdo de Copito de Nieve. Pero tuve la oportunidad de verlos en su hábitat natural por primera vez en Guinea, en las montañas de Nimba, cuando fui como asistente de investigadora en un proyecto de la Universidad de Kioto. Estos chimpancés no están habituados a la presencia humana, por lo que era muy emocionante poder encontrarlos y observarlos sin que ellos te percibieran antes.
¿Interactuaste con ellos?
Muchos de los datos que recogíamos era de forma indirecta a través de las heces o sus nidos, pero por suerte también tuve la ocasión de verlos en varias ocasiones y poder observar su comportamiento.
Pasan los años y terminas en el Centro de Rehabilitación de Primates Lwiro, en la República Democrática del Congo. ¿Cómo llegó esa oportunidad?
Pues la verdad que fue una de esas ocasiones en las que estás en el momento adecuado, en el lugar adecuado. Yo tenía 29 años cuando llegué y mi vida iba encaminada hacia el mundo académico, aunque realmente no era lo que quería. Yo quería una conservación más activa, más práctica. Llegué para hacer un voluntariado de 6 meses con la intención de comenzar un doctorado en reintroducción de grandes simios. Durante esa época simplemente recogía datos comportamentales de un grupo de machos que acababan de formar. Pero al quinto mes, la directora, Carmen Vidal, cayó gravemente enferma y tuvo que ser evacuada de un día para otro, en ese momento decidí quedarme, ya que el centro se había quedado sin dirección. Más o menos al mes llegó Lorena Aguirre, quien en su momento comenzó la ayuda internacional en 2006. Hicimos muy buenas migas desde el principio y me ofreció quedarme para trabajar a su lado. Y así han pasado más de 9 años.
¿Qué significó para ti este cambio en tu vida?
Para mí significó alcanzar mi sueño, trabajar salvando vidas de chimpancés, ayudando a la conservación de la especie.
Actualmente y desde hace un tiempo, eres la directora del centro. ¿Cómo es tu día a día allí?
Pues no tengo una rutina, tengo la suerte que mi trabajo es muy variado. Desde ser madre de sustitución para nuevas llegadas, recolecta de fondos, escribir proyectos, diseñar instalaciones, trabajo con comunidad, redes sociales y mi preferida: las integraciones.
¿Integraciones?
Cuando un primate llega al centro y pasa el periodo de cuarentena y ya está fuerte para integrarse en su nueva familia, comenzamos el proceso de integración. Esta parte de mi trabajo me da la oportunidad de pasar horas observando a los primates. Es necesario tener un buen conocimiento de sus personalidades para que el proceso sea un éxito.
¿Quiénes sois en el Lwiro?
El equipo de Lwiro está formado por 61 trabajadores locales y tres expatriados. Desde cuidadores a centinelas, pasando por cocineros y veterinarios.
¿Y qué papel juega la investigación allí?
La investigación que llevamos a cabo hoy en día es sobre todo en el ámbito de One health, estudiamos zoonosis, siempre pensando en la conservación de especies, pero también en mejorar la vida de las comunidades que son vecinas al parque nacional del Kahuzi Biega, que alberga familias de Gorilas de Grauer y chimpancés. Ahora, por ejemplo, tenemos un proyecto para mejorar el diagnóstico y acceso al tratamiento de tuberculosis. Y recogemos y analizamos muestras de gorilas, chimpancés, humanos y vacas alrededor del parque. También con la intención de evitar la trasmisión, sobre todo a los grupos habituados de gorilas. Hacemos algún estudio etológico, pero menos de lo que me gustaría debido a la falta de tiempo. Gestionar un centro como Lwiro no es tarea fácil.
Exacto, también existe una voluntad social en el centro: reintegración, educación ambiental… En tu charla en el acto de entrega del Premio NAT hablaste de un programa con mujeres víctimas de violación.
Sí, la verdad que este proyecto es muy bonito. Desde el comienzo de la ayuda internacional, se ha trabajado mucho con las comunidades, sobre todo creando alternativas de ingresos para que no dependan tanto de la selva y sus recursos. Pero muchas veces estos proyectos fracasaban, y Lorena Aguirre, que es la que se encarga más de los proyectos comunitarios y es psicóloga de profesión, fue notando con los años que la mayor parte de la gente con la que trabajábamos tenían eventos traumáticos que impedían una actividad “normal” de sus vidas.
Y le disteis una vuelta a este hecho.
De ahí surgió la idea de construir un centro, el centro Mutima, para ofrecer asistencia psicológica a la población, particularmente a las mujeres. La OMS considera la República Democrática del Congo como uno de los peores países para nacer mujer, debido al uso de violaciones sexuales como arma de guerra. Y uno de los pilares de este proyecto es la reinserción social de mujeres víctimas de agresiones sexuales, y así surgió la idea de que algunas de estas mujeres trabajaran en el centro cuidando huérfanos. Una historia que narra muy bien el corto Mama de Pablo de la Chica que ganó el Goya el año pasado y que cuenta como Mama Zawadi se sanó sanando a los chimpancés.
¿Cómo es la vida en un país que, aparentemente, parece tan distinto al nuestro?
Pues la República Democrática del Congo es un país muy bonito, con una naturaleza espectacular y una gente maravillosa. Pero debido a las guerras en repetición y la inestabilidad hay mucho sufrimiento. Las guerras han afectado tanto a los humanos como a la vida salvaje, y en un país con tanto sufrimiento humano resulta complejo hacer conservación. Por eso también siempre hemos trabajado para mejorar la vida de las comunidades vecinas al centro y el parque.
¿Y cómo es la investigación?
Respecto a la investigación es curioso porque el centro tiene base en un centro de investigación creado por los belgas en la época colonial, así que Lwiro es “una burbujita” en la realidad del país, ya que hay mucha gente que ha estudiado máster y doctorado y hay muchos investigadores a nuestro alrededor.
¿Qué valoras de estar en el Lwiro?
Lo que más valoro es mi trabajo. Para mí los chimpancés y otros primates que conseguimos salvar y recuperar es lo que me da la fuerza diaria para seguir, porque para ellos somos todo, no hubieran tenido una oportunidad si no existieran centros como Lwiro.
¿Y con qué dificultades te encuentras?
Lo más complicado es la falta de la familia y amigos, y los lujos a los que estamos acostumbrados en nuestra vida occidental. Allí mi vida es 100% trabajo 24 horas a la semana. Y echo de menos el simple hecho de tomarme un txakoli con mis amigos después de una jornada de trabajo.
Podríamos decir que ahora los primates del centro son como tu familia.
Sí. Mi relación con ellos, así como la del resto de cuidadores del centro, es muy cercana, ya que ellos reconocen en nosotros esa figura que les ha salvado y les ha dado una segunda oportunidad. Los cuidadores dicen que ellos son su familia, y así lo sentimos.
La verdad es que tenemos un gran parentesco con los primates no humanos. ¿Existe una mayor capacidad de empatizar con ellos que con otros animales?
Son nuestros parientes más cercanos y compartimos con ellos un 98,7% de nuestro ADN, eso se nota en la mirada. Mirarlos es mirarnos en un espejo y eso hace que resulte mucho más fácil empatizar con ellos.
¿Qué aprendemos de ellos?
Aprendemos a conocer nuestros comportamientos biológicos, el origen de muchas de nuestras acciones. Ellos nos ayudan a entender muchos de nuestros comportamientos sociales, nuestra manera de socializar e incluso de nuestra política, como muy bien explica Frans de Waal en sus fascinantes libros. Sus alianzas y coaliciones para asegurar el poder y ejercer influencia sobre otros. También los vínculos de amistad y reconciliaciones, aunque a veces teñidos de intereses, que contribuyen a mantener la cohesión del grupo.
La caza furtiva es uno de los principales problemas del peligro de extinción de los chimpancés. ¿Cómo se puede combatir?
Es un tema muy complejo sin una solución evidente. En el este de la RDC, además, se añaden varios factores a la ecuación, como la presencia de grupos armados en las selvas, así como mineros, ya que ambos cazan para comer. La solución pasaría por la estabilización del país, permitiendo a las comunidades un desarrollo económico sostenible, con puestos de trabajo dignos. En mi opinión parte de la solución pasa por garantizar la escolarización, sobre todo de mujeres, para evitar embarazos tempranos.
¿Qué rol debe adoptar la comunidad internacional?
La comunidad internacional también tiene un papel importante en este sentido, ya que formamos parte de los factores que influyen en la inestabilidad del país, con el objetivo de seguir expoliando los recursos naturales de la RDC sin pagar el precio que deberíamos. Las selvas del país son el segundo pulmón del planeta. A todos nos interesa preservar sus selvas, pero para ello la comunidad tiene que ver los beneficios de la conservación.
¿Cómo ves el futuro de los chimpancés?
La verdad es que la conservación del chimpancé ha empeorado en los últimos años debido a la presión antropogénica hacia sus hábitats, la deforestación y fragmentación del hábitat está aislando a poblaciones de chimpancés que no son genéticamente viables. Necesitamos con urgencia proteger los últimos reductos de selva donde habitan nuestros parientes más cercanos, perderlos sería un gran fallo de la humanidad. Hoy en día se calcula que quedan unos 200.000 chimpancés en estado salvaje, cuando a principios de siglo había alrededor de un millón. Con este ritmo de extinción podemos ser testigos de su desaparición en varios de los países donde actualmente habitan.
¿Y cuáles son los próximos objetivos en tu vida profesional?
Mi objetivo es seguir aportando mi granito de arena a la protección de chimpancés en particular y la vida salvaje en general. Como objetivo particular me encantaría poder tener los fondos económicos para poder reintegrar a los chimpancés que son aptos a su medio natural.
¿Hay algo que podamos hacer el resto de la sociedad?
Todos cada día podemos contribuir a la conservación de especies con nuestros gestos cotidianos. En el caso del chimpancé, por ejemplo, deberíamos alargar la vida de nuestros teléfonos y reciclarlos en la manera de lo posible, así como verificar el origen de la madera que compramos y optando siempre por la compra de productos de kilómetro cero. Por supuesto, no contribuir al negocio tráfico ilegal de especies que tanto sufrimiento produce. No comprando animales salvajes y ayudando a la sensibilización de nuestro entorno. Algo importante en este sentido es no consumir videos cute de animales salvajes en las redes sociales, porque detrás de cada instagramer con un chimpancé o un mono en sus redes hay un tráfico brutal de estos animales.
Foto: Brent Stirton