La Fundación Rockefeller ha seleccionado a Barcelona, entre más de 330 candidaturas, como una de las 35 nuevas ciudades que se incorporan a la red de ciudades resilientes 100RC.
La pertenencia de Barcelona a la red 100RC (100 Resilients Cities), aprobada recientemente, permitirá a la ciudad acceder a herramientas, financiación, asistencia técnica y otros recursos para la construcción de la resiliencia urbana. La red constituye un grupo internacional de vanguardia que incluye a ciudades como París, Londres, Singapur, Bangalore, Ammán o Chicago. Creada en 2013 por la Fundación Rockefeller, que aporta la financiación, 100RC es una organización sin ánimo de lucro dedicada a ayudar a ciudades de todo el mundo a desarrollar la resiliencia para afrontar de manera proactiva los grandes retos del siglo xxi.
ONU-Hábitat ya había reconocido también a Barcelona en 2013, al escogerla como sede mundial de las oficinas de su City Resilience Profiling Programme, en el que la ciudad participa activamente junto con otras nueve urbes. Este programa de cooperación internacional se ha marcado como objetivo, hasta diciembre del 2016, establecer un marco de análisis y probarlo con datos empíricos para calibrar la resiliencia de las ciudades participantes e implementar herramientas de software y de interfaz que permitan conectar todos los datos. El objetivo final será definir unos estándares globales de resiliencia urbana y consensuar un nuevo marco normativo que permita monitorizar los sistemas urbanos a escala global.
“Barcelona tiene un concepto de resiliencia muy transversal, ya que no se limita a servicios de infraestructura, sino que también integra los servicios sociales y sanitarios. Ante una emergencia hay que integrar a todos los actores relacionados. Es una aproximación holística. Eso es lo nuevo del modelo de Barcelona”, explica Maíta Fernández, coordinadora del City Resilience Profiling Programme de ONU-Hábitat. “Si se produce un accidente con muertes, los servicios sociales atienden a los familiares y hacen un seguimiento posterior más allá de la media hora del atestado. A partir de aquí los derivan a los servicios que correspondan. Se hace lo mismo con aquellas personas que sufren un incendio en el domicilio y se quedan sin casa”, apunta.
El obstáculo que han de vencer los técnicos de resiliencia a la hora de aplicar sus programas es que las inversiones que piden a menudo son difíciles de justificar. ¿Cómo puede un gobierno municipal destinar una inversión a proteger la ciudad de un mal que aún no ha ocurrido? “El político siempre tendrá otras prioridades. Con todo, programas como el de ONU-Hábitat deben servir para medir unos estándares que permitan hacer frente a las amenazas del futuro, desde las derivadas del cambio climático hasta los ciberataques de los hackers o del terrorismo fundamentalista”, asegura Fernández.