Edición teatral: nuevos escenarios para la literatura dramática

El lema “el teatro también se lee” empieza a ser una obviedad © Joel Codina / Llibreria Ona

Por Marina Laboreo

Las iniciativas de edición teatral en catalán se han multiplicado a lo largo de la última década y, aunque las cifras de ventas y de lectura son muy discretas, la literatura dramática vive un momento dulce de reconocimiento, gracias a la complicidad creciente entre autores, lectores, editoriales, salas de teatro, librerías, bibliotecas, medios de comunicación e instituciones. El texto teatral deja de tener así una función únicamente subordinada a la escena, para afirmarse como creación autónoma con entidad propia que a la vez permite preservar la memoria de las artes en vivo. Nos hace un análisis la periodista, editora y traductora literaria Marina Laboreo.

Hace diez años, la emblemática librería Millà, especializada en teatro, bajaba la persiana y progresivamente desaparecían colecciones regulares dedicadas al texto teatral como “El Galliner” de Edicions 62, “Óssa Major” de Proa, “Teatre” de Tres i Quatre y “En Cartell” de la Sala Beckett. Coincidiendo con la crisis financiera que estalló en 2008, quedaba un panorama realmente desolador para la edición de teatro en lengua catalana que, lejos de convertirse en crónico, ha encontrado el camino para reavivarse.

Una panorámica reciente de la edición teatral
Arola fue prácticamente la única editorial que resistió a aquellos años y que todavía apostaba por la publicación de teatro de manera militante a través de la colección “Textos a part”, activa desde 1998 y que actualmente cuenta con más de 300 libros publicados. Todo ello, también gracias al nacimiento de dos proyectos ambiciosos, fruto del vínculo con el Teatro Nacional de Cataluña, que siguen siendo fundamentales para la difusión del texto teatral. Por un lado, “Llegir el teatre” (desde 2013), en colaboración con el Servei de Biblioteques de la Generalitat de Catalunya, para fomentar su lectura mediante clubes de lectura, que la temporada anterior se celebró en 128 bibliotecas y que acumula más de 98.000 lectores. Por otro, las antologías que forman parte de “Teatre reunit” (desde 2017), que tienen como objetivo preservar y hacer accesible sobre todo el patrimonio dramático catalán.

Con la voluntad de reavivar el panorama de la edición de literatura dramática, en 2016 se sumó Comanegra en alianza con el Institut del Teatre, que tenía el propósito de recuperar la publicación de textos teatrales que había abandonado años atrás; así nació la colección “Dramaticles”, que desde entonces ha editado una cincuentena de volúmenes entre autoría catalana y traducciones, tanto de obra clásica como contemporánea. También publican teatro de manera regular, o han publicado los últimos meses, editoriales como Adesiara, Bromera, Lleonard Muntaner y Prometeu, junto con las colecciones “Bernat Metge” de La Casa dels Clàssics y “Arxiu Canprosa” de Edicions del Forclòs (en versión digital), de la misma manera que lo hacen el Teatro Nacional de Cataluña, la Sala Beckett o la Sala Flyhard, para vender especialmente en las mismas salas. Hay ediciones que tienen la gracia de llegar al mercado coincidiendo con los montajes, y otras que han sido trabajadas de manera más reposada y cuentan con paratextos, como prólogos o epílogos, para complementar la lectura.

Las iniciativas de publicación continúan creciendo, y este primer trimestre de 2025 se han presentado dos publicaciones nuevas que confirman la buena salud de la edición teatral en catalán: la colección “Llum de guàrdia”, impulsada por Comanegra y el Teatre Lliure, que retoma la tarea de edición de textos dramáticos ligada a los estrenos, y que quiere fomentar el cruce de públicos, así como la colección “Zona d’emergència”, editada por el Institut del Teatre con Galés y centrada en voces históricamente minorizadas.

El valor cultural de la literatura dramática
La Associació Catalana de Dramatúrgia, creada después de la pandemia, revelaba en 2022 que el 81% de los socios no tenían la dramaturgia como fuente principal de sus ingresos. Un dato que podemos acompañar de las cifras de lectura de textos teatrales, que oscilan entre el 0% y el 0,9% a lo largo de la última década, según los datos del Gremio de Editores de Cataluña. Es por eso que el reto del auge de la publicación de literatura dramática es consolidar su presencia en el conjunto del sistema literario catalán, encontrar nuevos lectores y superar la condición de forma secundaria que tradicionalmente se le ha atribuido, a pesar de tratarse, junto con la narrativa y la lírica, de uno de los tres géneros literarios clásicos. La popularización de la edición de teatro, por otra parte, abre las puertas a los dramaturgos a desvincularse del sistema de producción teatral actual, ya que difícilmente escribirían obras muy extensas o para muchos personajes, a imaginar sus textos editados y no solo montados, así como a ser acogidos por el sector editorial como escritores de la misma manera que lo son los novelistas o los poetas.

Valorar el texto teatral significa no reducirlo a una función únicamente subordinada a la escena, sino concebirlo como una creación autónoma con entidad propia que hace de la incompletitud un rasgo formal característico. La literatura dramática tiene la particularidad de ser una forma que quiere ser otra forma: una escritura que dota al texto de una integridad escénica que no tiene, pero a la que sí hace referencia con la alusión explícita o implícita al montaje futuro, por lo que requiere la colaboración del lector. Es así como el lector de teatro enseguida se convierte en cómplice, y su imaginación entra en una fase creativa, a menudo más elevada que cuando lee otros géneros literarios, para completar la operación que se le pide. Las posibilidades de la lectura teatral son amplias y diversas: desde el disfrute literario a la hora de imaginar escenarios o la creación de nuevos espacios de reflexión y debate, consustanciales al hecho teatral, hasta la relevancia en el campo educativo que podría evitar que desapareciera radicalmente el hábito de leer teatro una vez superada la etapa escolar.

El lema que afirma que “el teatro también se lee”, popularizado en Francia por las Éditions Théâtrales en los años ochenta, empieza a ser una obviedad ahora que tenemos múltiples iniciativas que ponen el foco en la edición teatral. Aunque, aparte de la reivindicación del teatro como género, también es interesante afirmar la literatura dramática desde la ficción, a pesar de la tendencia creciente a valorar la verdad y lo que es real en el teatro. Hay librerías que han ampliado las secciones de teatro para dar respuesta al incremento de títulos, medios de comunicación que empiezan a naturalizar un espacio para el texto teatral e instituciones que apuestan por la internacionalización de la edición de la dramaturgia catalana, como el Institut Ramon Llull, que acaba de poner en marcha una nueva línea de ayudas para aquellas editoriales que la publiquen en otras lenguas.

Los textos teatrales no aparecen en la gran mayoría de listas de recomendaciones de Sant Jordi, ni tampoco lo harán en las listas de libros más vendidos, pero el impacto de un género minoritario como el teatro es de tipo cultural y difícilmente pasará por la cifra de ventas. El conjunto de las iniciativas mencionadas propone una pluralidad de voces dramatúrgicas para satisfacer una amplia variedad de gustos: obras en cartel para leer antes o después de la experiencia escénica, antologías de dramaturgia catalana, traducciones de teatro extranjero contemporáneo, piezas clásicas y títulos ganadores de premios teatrales, por citar algunos ejemplos. A diferencia del espectáculo teatral, que es efímero y solo existe en el momento presente, el texto es lo que perdura y funciona como archivo y legado.

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