En Cataluña, durante muchos años, la innovación, la experimentación, el riesgo en teatro ha consistido en vestir a los personajes de Hamlet con una americana blanca y hacerles cantar ante un micrófono. La modernidad es esto, nos decían, y el público aplaudía en pie.
Pero hacia el año 2005, un tal Jordi Casanovas llegó a Barcelona desde Vilafranca y afirmó, como si tal cosa, que el rey iba desnudo, que hacer teatro para la gente de hoy no era una cuestión de cambios de vestuario, que hacer teatro para la gente de hoy era escribir y representar historias para la gente de hoy.
A más de uno se le heló la sonrisa por un instante, pero después hicieron un gesto displicente, como diciendo “este joven con pinta de cantante mejicano de corridos está en la higuera y no sabe de qué habla”, y siguieron a lo suyo, satisfechos, contemplándose unos a otros.
De hecho, Casanovas tenía motivo de sorpresa, ya que esto solo sucedía en el teatro. Si la narrativa catalana se hubiera dedicado tan solo a hacer refritos del Quijote, la música a pinchar a Mozart en el Sónar, la pintura a manchar cuadros de Dalí y el cine a hacer remakes de Ciudadano Kane, no sé si todo el mundo habría aceptado que tal era la nueva creatividad catalana. Pero con el teatro sí, este era el espejismo que muchos directores y compañías enteras nos habían hecho tragar: el teatro catalán contemporáneo es esto y estamos muy satisfechos, decían. Pues no. Jordi Casanovas llegó de Vilafranca y dijo que no, que los fuegos artificiales son muy bonitos, pero que la creatividad en el teatro iba de algo distinto, iba de explicar historias nuevas. No era el primero que lo sostenía, naturalmente, pero quizás ha sido el primero que ha tenido la energía y el talento necesarios para ofrecernos una demostración empírica. Quizás porque es de ciencias.
Después de dejar los estudios de Telecomunicaciones se dedicó al teatro, fundó la compañía Flyhard y, con un par de montajes a sus espaldas, se dio a conocer en Barcelona dejando caer una trilogía de obras basada en videojuegos. ¡Toma! Después, estreno en la Sala Beckett, en la Villarroel, y en 2010 convierte su local de ensayos en el barrio de Sants en sala de exhibición. Un espacio como un puño y tan contundente como un puñetazo.
En la Sala Flyhard solo presenta obras contemporáneas de autores catalanes y, mientras tanto, sigue estrenando las suyas, en el Lliure, en el TNC, en el Poliorama… Un torrente de actividad, de historias nuevas, construidas a ras de suelo, que nos interpelan, que convierten nuestras vidas en relato y el teatro en experiencia compartida, abriendo sin descanso puertas a nuevos textos, nuevos autores, ayudando a construir poco a poco, por fin, el auténtico teatro catalán de hoy. El pasado mes de febrero, Jordi Casanovas recibió el premio Ciutat de Barcelona 2012 en la categoría de teatro por la obra Pàtria.