Y con tus pecados, ¡nuestra!

Odes a BarcelonaOdes a Barcelona, 1840-2011

Selección, prólogo y notas de

D. Sam Abrams

Ayuntamiento de Barcelona

Barcelona, 2012

334 páginas

Al final del prólogo afirma Sam Abrams: “La literatura catalana tiene un grave problema a la hora de estudiar, documentar, editar y transmitir correctamente su inmenso y riquísimo patrimonio.” La afirmación es discutible, pero Abrams así lo cree y se compromete a intentar corregirlo. Y un fruto de su compromiso es su antología de odas que tienen el tratamiento literario de Barcelona como denominador común. Un corpus generoso, que incluye poemas escritos a lo largo de más de un siglo y medio y que, como sostiene el crítico, han acabado configurando un auténtico subgénero de la lírica catalana, divulgado más de dos veces a lo largo de los últimos decenios.

El principal mérito de la presente antología es el afán de incluir el mayor número de odas posible. El criterio no es, por tanto, la calidad sino la cantidad. Se recopilan poemas de 41 poetas, algunos muy extensos, y no solo las piezas clásicas –Rubió, Verdaguer, Maragall, Pere Quart–, sino también otras menos conocidas (Abrams destaca las antiodas modernistas de Apel·les Mestres y Jeroni Zanné) y una valiosa selección de autores contemporáneos, demostración del conocimiento que el antólogo tiene de la poesía actual y, sobre todo, de la buena pervivencia de una tradición local. Una pervivencia que, además, tiene unos sugerentes agujeros negros. ¿Por qué –me pregunto– no escribieron odas algunos de los más grandes de la tradición simbolista de nuestra tierra –tres barceloneses: Riba, Manent, Vinyoli…? ¿Quizás porque la poética del símbolo no funciona si dentro de un poema se disemina una serie de imágenes dinámicas y fugaces como las de una metrópoli moderna?

El lector, de entrada, podría presuponer que solo leerá odas escritas en catalán, pero la segunda y la tercera –las de Víctor Balaguer y Amalia O’Crowley, de la época de la Renaixença– son castellanas. Perfecto. Abrams pondera odas castellanas más recientes (no menciona una excelente: “Nostalgia urbana”, de Joaquim Marco, incluida en El muro de Berlín), pero después no las reproduce. Una lástima. El conjunto, en cualquier caso, luce lo suficiente y es representativo tanto de la evolución de los grandes movimientos literarios como de las sucesivas mutaciones de la ciudad .

El primer poema es “Barcelona”, del patriarca Joaquim Rubió i Ors, publicado el 2 de febrero de 1840 en el Diario de Barcelona. Esta oda pionera elaboraba ya dos de los cronotopos que han pasado a ser más recurrentes del subgénero: el mar y Montjuïc. Proclama de romanticismo descarado, la mirada anacrónica que Rubió proyecta está focalizada en un pasado glorioso periclitado. La acumulación de imágenes de un tiempo idealizado intensifica el dramatismo inherente al ubi sunt, tópico clásico a través del cual el poeta quiere intervenir en su presente. Esta ciudad es hoy “condesa sin corona”, pero “un temps fou en què parties / del mar lo ceptre amb Venècia” [hubo un tiempo en que compartías / del mar el cetro con Venecia]. Rubió pretende incidir en sus contemporáneos para que Barcelona vuelva a ser una gran capital del Mediterráneo.

El de Rubió es un ejercicio de poesía civil que quiere alentar o hacer tomar conciencia, y que en manifestaciones posteriores servirá para denunciar, proclamar, interpelar o elaborar un mensaje dirigido a la colectividad. Gran parte de las odas que tienen a Barcelona como escenario (también las más anodinas) han desempeñado esta función, desde la aún cautivadora de Joan Maragall hasta la reflexión de un Lluís Jou (“Tingues cor mediterrani, Barcelona”), pasando por la esquemática concatenación politizada de Joan Brossa o el brillante coro histórico elaborado por José Agustín Goytisolo para elogiar el mestizaje como vertebración moral de la ciudad.

Me preguntaba antes por qué los grandes simbolistas de la lírica moderna no escribieron odas a Barcelona. Es a través del símbolo, como explicó Octavio Paz, como la poesía se convierte en mecanismo de análisis de la subjetividad contemporánea. Y quizás la profundización en la propia individualidad queda superada por un conjunto simbólico tan potente, acelerado y plural como es la ciudad. Pero, a la vez, desde hace más de un siglo, no hay manera de comprender la subjetividad contemporánea fuera de la circunstancia urbana. Al subgénero de la oda a Barcelona no le ha sido fácil resolver esta teórica paradoja. Diría que, al final, lo ha hecho a través de una poesía de tipo más bien meditativo. Y son algunos de los mejores poemas del libro –el sublime y magnético de Enric Casasses, los de Joan Margarit o David Castillo– los que lo manifiestan. Representan, creo, la transformación más valiosa de una tradición poética que ahora podemos repasar detalladamente.

Nota

“Y con tus pecados, ¡nuestra!”, del catalán “I amb tos pecats, nostra!”, declaración del penúltimo verso de la “Oda nova a Barcelona”, de Joan Maragall.

Jordi Amat

Filólogo e investigador de la Universidad de Barcelona

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