La abundancia de alimento, la escasez de depredadores y un microclima más regular y templado explican por qué las aves colonizan el medio urbano con eficacia. Los principales beneficios que obtenemos de ellos son de carácter intangible, en el ámbito del ocio o la apreciación estética.
Las 7.30 de la mañana de un domingo de invierno en el cruce Diagonal-Tuset; los últimos noctámbulos abandonan discotecas y bares y se arrastran en busca de un taxi, ajenos a su entorno. La calle se ha convertido en un vertedero de materia orgánica con restos de comida y bebida; un festín para palomas y gaviotas que aprovechan la ausencia de personas y perros, antes de que los servicios de limpieza municipal, manguera en mano, acumulen los residuos en las orillas de la calzada para que los engulla la máquina barredora.
La actividad pajaril es frenética; cincuenta palomas y diez gaviotas se apresuran a tragar a toda velocidad. Con todo el barullo, una paloma se despista y la caza la gaviota, que antes prefiere un plato caliente que frío. El autor del crimen es el ejemplar que vive en Diagonal-Aribau y se ha especializado en cazar palomas en la plaza de Francesc Macià. En media hora la calle quedará limpia y los pájaros se buscarán la vida en otro sector.
Desde el punto de vista ecológico esta historia nos explica la diferencia entre los sistemas naturales y los artificiales. En la ciudad la abundancia de recursos alimentarios, la presencia de pocos depredadores y un microclima más regular y templado son factores clave para entender por qué los pájaros, animales oportunistas, colonizan el medio con eficacia.
Pero ¿cuántas especies hay en Barcelona? La mayoría de ciudadanos creen que solo hay palomas, gaviotas, gorriones y cotorras. Algunos añaden golondrinas, pese a que son muy escasas y a menudo se confunden con el abundante vencejo. La realidad es muy diferente. El municipio ocupa el 0,32 % de la superficie catalana, pero alberga a un 30 % de las especies de pájaros. Poco más de 80 especies anidan en la ciudad, y durante el invierno y los pasos migratorios se pueden observar unas 250. El barcelonés ignora que alrededor de su casa puede detectar entre 10 y 30. Las más comunes, junto a las ya citadas, son la paloma torcaz, la tórtola turca, el mirlo y los estorninos, especies fáciles de ver porque a menudo comen en el suelo. Otras hay que buscarlas en el cielo, como los vencejos comunes y los reales, que vuelan chillones en verano. Rebuscar en los parques entre la vegetación nos permitirá realizar nuevos descubrimientos.
En Barcelona, el verde es relativamente reciente y la mayor parte de los parques urbanos tienen menos de veinte años de vida y contienen pocos árboles viejos, pero algunos jardines históricos como el del Palau Reial, la Ciutadella o el Laberint d’Horta son excelentes observatorios en los que encontrar herrerillos, currucas, mosquiteros o papamoscas. La proximidad a Collserola permite que los jardines de Can Setmenat o del Castell de l’Oreneta acojan al pito real y al pico picapinos. Los estudiantes de Ciencias Ambientales empiezan a conocer pájaros silvestres en los jardines del Zoo. La gran abundancia de paja, barro y otros materiales para construir el nido, los restos de comida que caen de los comederos de los animales o de las manos de los visitantes, el gran número de abrevaderos y la ausencia de perros domésticos hacen del Zoo el mejor lugar de la ciudad. Cualquier rincón es bueno para descubrir, identificar, conocer a los pájaros y disfrutar de ellos. Solo hacen falta paciencia, atención y evitar movimientos bruscos que les asusten.
El urbanismo y la vida de la ciudad son cambiantes y la comunidad de pájaros responde a los cambios. Diversas especies dominantes hoy estaban ausentes hace unas pocas décadas. Las cinco mil cotorras de pecho gris actuales provienen de las asilvestradas desde 1965. La tórtola turca, procedente de Asia meridional, apareció en Barcelona en 1989. La paloma torcaz era hasta hace poco un pájaro forestal arrinconado en los bosques de Collserola. Su presencia se debe a la aparición de una cepa adaptada a la vida urbana, muy prolífica y que no teme a las personas. La gaviota patiamarilla empezó a criar en 1980 en el tejado del seminario de la calle de la Diputació. Ahora hay cerca de doscientas parejas chillando por algunos terrados. Antes de la década de los ochenta, el estornino pinto solo venía a Barcelona a pasar el invierno. A finales de los años setenta era fácil observar grandes bandadas de ellos al atardecer en la plaza de Catalunya, mientras disimulaba el halcón peregrino que intentaba cazar alguno. Ahora la plaza de Catalunya acoge para dormir solo pequeños grupos, pero el estornino crió aquí desde 1985, cuando se convirtió en un residente de todo el año. Finalmente, el halcón peregrino ha vuelto a criar después de un exitoso programa de reintroducción que revirtió la extinción causada por la eliminación, entre 1970 y 1975, de la pareja que criaba en la torre de Santa Maria del Mar.
¿Cómo nos ayudan los pájaros?
Los humanos extraemos de la naturaleza servicios y bienes que actualmente estudiamos bajo el concepto de servicios ecosistèmicos, como aquellas contribuciones directas o indirectas de los ecosistemas al bienestar humano. Los pájaros también nos proveen de estos servicios. En Barcelona contribuyen, por ejemplo, a controlar las plagas: las aves insectívoras pueden ayudar a prescindir de tratamientos fitosanitarios en el verde de la ciudad. Su principal servicio, sin embargo, toma la forma de una serie de beneficios intangibles, como el ocio o la apreciación estética, que catalogamos como servicios culturales, intensamente vinculados a su belleza y a la facilidad de observación que presentan. En el contexto urbano muchas personas disfrutan de los pájaros, conectan con la naturaleza a su través o los utilizan como inspiración creativa. Los habitantes de las ciudades valoran en general de forma positiva el paisaje sonoro que aportan los pájaros a los parques y jardines y que contribuye al bienestar físico y mental, mientras en escuelas e institutos la colocación de cajas nido o las actividades de observación de aves acercan a niños y jóvenes a la naturaleza inmediata.
Hace más de cincuenta años un profesor de la Universidad de Barcelona (UB) publicó diversos materiales sobre las aves de los jardines de Barcelona, entonces una novedad, ya que la fauna de las ciudades era olvidada o desatendida. En los años setenta y ochenta el Zoo de Barcelona, el Museo de Zoologia (actual Museo de Ciencias Naturales) y la UB continuaron la labor. Más recientemente se ha añadido el trabajo de oenegés como el Institut Català d’Ornitologia (ICO) y de los equipos técnicos del Ayuntamiento. Juntos han generado una red que une a naturalistas, instituciones científicas y gestores municipales en proyectos de ciencia ciudadana urbana. Como fruto de esta armonía, se puso en marcha en 2012 el atlas de las aves nidificantes de Barcelona, promovido por el Ayuntamiento, sostenido por el convenio que firmó con la Fundación Zoo de Barcelona, la UB y el ICO y llevado a cabo por más de trescientos voluntarios. Esta obra facilitará un conocimiento de base sobre la distribución de las aves en la ciudad durante la temporada de cría y aportará datos sobre los servicios que ofrecen a los ciudadanos.
Se acaba el artículo. Salimos de la Facultad de Biología: un macho de colirrojo tizón otea desde el adyacente arco edificado por Gaudí. Arquitectura de primera línea, una notable comunidad de aves y un interés ciudadano creciente por conocerla y apreciarla coexisten en