Convivir con un animal de compañía es un derecho, pero también implica asumir una serie de obligaciones para satisfacer sus necesidades, tanto físicas como emocionales, y para respetar los derechos y el bienestar de las demás personas.
Barcelona es una ciudad comprometida con el bienestar animal, como se constata con la prohibición de exhibir animales salvajes en circos y porque es la primera ciudad catalana en que se desterró totalmente el sacrificio. Este compromiso empieza hace dos decenios, más en concreto en 1996, con la constitución del Consejo Municipal de Convivencia, Defensa y Protección de los Animales, medida a la que siguió, dos años después, la “Declaración municipal por la convivencia y los derechos de los animales”, que reconoce que “todos los animales, sea cual sea su especie, tienen derecho a ser respetados. No han de ser víctimas de maltratos, de esfuerzos desmedidos, de espectáculos violentos ni actos crueles que les comporten sufrimientos físicos o psíquicos”. En 2003 se prohíben los sacrificios en la perrera municipal, que pasa a llamarse Centro de Acogida de Animales de Compañía (CAACB), la presencia de animales salvajes en los circos y las corridas de toros. Tales vetos se recogieron en la primera Ordenanza sobre protección, tenencia y venta de animales, que en 2014 se reformuló para reconocer sus derechos.
Es importante destacar que, por iniciativa del Consejo Municipal de Convivencia, Defensa y Protección de los Animales, toda la normativa de este ámbito se refundió en una sola ordenanza, que otorga una gran relevancia a la consideración de los animales como bien jurídico que hay que proteger, y refleja el compromiso de fomentar una mejor comprensión y una buena convivencia entre los humanos y las especies libres, semiindependientes y en cautividad que viven en el término. Además, los derechos de los animales se complementan con los deberes de sus propietarios.
Pese a que en la ordenanza se incrementan las actuaciones para sensibilizar a las personas propietarias de animales domésticos de sus obligaciones y responsabilidades –tanto con relación a los animales mismos como en lo referente al mantenimiento de las normas de higiene y la convivencia con el resto de los ciudadanos–, con eso no basta. Fomentar el bienestar animal no se puede hacer solo mediante la normativa, sino que es necesario que la ciudadanía se conciencie sobre su responsabilidad al respecto. Para tener animales deben cumplirse unos mínimos que garanticen el bienestar de todos, de las personas y de los animales. Son las personas poseedoras de un animal las responsables de mantenerlo de acuerdo con las normas de convivencia, evitando comportamientos incívicos que puedan molestar al resto de la ciudadanía. Para facilitar la mejora de la convivencia mutua y de los niveles de civismo, hemos iniciado un proceso de adaptación del espacio público con medidas que garantizan esta convivencia junto con la seguridad de los animales.
Una de las medidas que se incorporaron a la Ordenanza de 2014 es la obligación de conducir a los perros atados, medida que vino motivada por el elevado número de perros que se pierden en Barcelona –una experiencia traumática, tanto para el animal como para su propietario, y que supone un riesgo evidente para la vida del primero–, por el gran número de perros existente y por la diversidad de usos del espacio público.
Los animales, además, están sometidos a innumerables estímulos que pueden provocar conductas espontáneas peligrosas para su seguridad, la de otros perros y la de las personas. La aplicación de esta medida está vinculada al despliegue de actuaciones en todos los distritos para destinar equipamientos al ocio de los perros, lugares en que puedan circular sin necesidad de estar atados, y para identificar zonas de usos compartidos en franjas horarias. La combinación de estas dos actuaciones tiene como objetivo conseguir un uso compartido plural, respetuoso y consensuado del espacio público. Los perros potencialmente peligrosos siempre han de ir atados y con bozal, según la Ley 10/1999.
Convivir con un animal de compañía es un derecho, pero también implica asumir una serie de obligaciones para satisfacer sus necesidades, tanto físicas como emocionales. Muchas de las situaciones injustas hacia los animales se producen por falta de tiempo, de información y de compromiso de las personas responsables. Vivir y convivir con un animal implica darle alimento y atención sanitaria (desparasitarlo, desinsectarlo, vacunarlo, esterilizarlo…), pero también atender sus necesidades emocionales, quererlos para que se sientan integrados en el grupo familiar y, sobre todo en el caso de los perros, facilitar su relación con sus congéneres y evitar su aislamiento.
Las colonias de gatos
Otros animales de compañía que conviven con los humanos en el espacio público o privado son las colonias de gatos asilvestrados, convenientemente esterilizados, que forman agrupaciones controladas. Estas colonias las gestiona el Ayuntamiento de Barcelona con la colaboración de las entidades protectoras. El modelo de las colonias controladas de gatos –formados por grupos que ya convivían en aquel espacio– permite disfrutar de la presencia de estos animales al mismo tiempo que se aligeran los problemas de superpoblación. La conversión en colonia de una serie de grupos de gatos requiere capturarlos con el fin de someterlos a una revisión veterinaria para descartar que no sufran ninguna enfermedad contagiosa; después se les esteriliza, se les hace una pequeña marca en la oreja para identificarlos y se les devuelve al espacio donde fueron capturados. Esto permite que, posteriormente, las entidades protectoras de animales cuiden de ellos y se preocupen y colaboren cuando haya que reubicar alguna de las colonias. A veces surge la necesidad de desplazar las colonias a otros puntos, bien porque los alrededores estén afectados por obras, o bien siguiendo programas de fomento de la biodiversidad en otros barrios.
El modelo de las colonias controladas de gatos situadas en un punto concreto elimina las molestias (maullidos en períodos de celo, peleas…) y reduce los riesgos sanitarios para los animales y para los vecinos. Por esta razón es muy importante que nadie les facilite alimento fuera de las zonas controladas. Los animales controlados acostumbran a comer pienso seco, y darles otros alimentos puede poner en riesgo la colonia, además de fomentar el crecimiento de otras poblaciones de animales. Este último problema afecta especialmente a las colonias de gatos situadas en las zonas de influencia del Parque Natural de Collserola, que atraen a jabalíes. La habituación a los entornos urbanos de unos animales salvajes como los jabalíes supone un riesgo, tanto para las personas que alimentan a la colonia como para los felinos mismos. Por tal razón estamos probando sistemas de alimentación que impidan el acceso de los jabalíes.
Las políticas sobre derechos de los animales impulsadas desde el gobierno de la ciudad promueven la armonía entre animales y personas y ponen a disposición del ciudadano las herramientas necesarias para conseguirla. No obstante, los ingredientes fundamentales para un buen grado de convivencia cívica son la tolerancia y el respeto mutuo entre las personas que viven con animales y aquellas otras que no.