El 11 de septiembre de 2024: una perspectiva desde Nueva York

¿Cómo será Barcelona dentro de once años, observada desde el mirador de Nueva York? ¿Cómo se percibirá a Cataluña en la escena global de 2024? Teniendo en cuenta el carácter de capital cultural, política y económica que ya ejerce la ciudad, Cataluña estará preparada para erigirse en actor clave del nuevo mundo multilateral.

© Guillem H. Pongiluppi

En un artículo de 2011 para Foreign Policy, Anne-Marie Slaughter, de la Universidad de Princeton, se aventuró a vaticinar cómo sería el mundo en 2025. Empezó por lo que llamó un “ejercicio de humildad”, echando la vista catorce años atrás hasta 1997, cuando “la Unión Europea solo tenía cuatro años de vida y contaba solo con quince miembros; el euro no existía […] El término BRIC, con el que se designa a las economías emergentes de crecimiento rápido de Brasil, Rusia, India y China, todavía no se había acuñado. Internet se encontraba en plena expansión, pero las redes sociales no existían”. En palabras de la profesora Slaughter: “En catorce años pueden cambiar muchas cosas, y pocas veces lo hacen de la forma prevista”.

Lo que ella previó, sin embargo, fue un enorme incremento del multilateralismo, expresado mediante organizaciones regionales en Asia, África y Oriente Próximo que seguirían la estela de la UE en la creación de sus propias versiones de integración política y económica. En un extremo del espectro, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas crecerá; en el otro, las organizaciones subregionales más pequeñas ejercerán cada vez una influencia mayor. “La naturaleza regional y cada vez más global de nuestros problemas –afirma–, junto con un número cada vez mayor de países que se separan de sus estados actuales, es lo que impulsará esta enorme multilateralización.”

Slaughter también propone la posibilidad de que exista una Unión Europea “interconectada con una emergente Unión Mediterránea”. Este punto de vista podría haberle gustado a Eugeni d’Ors, quien en 1906, con respecto al mundo musulmán “inerte”, destacó “su misteriosa y profunda unidad, mantenida vigorosamente por la religión y su sabia lengua; he creído sentir, vagamente, los primeros indicios de una repentina próxima explosión de las fuerzas sordas que guarda e incuba un mundo tan vasto”. Más adelante, tras la Primera Guerra Mundial, Ors lamentaría las indemnizaciones y humillaciones impuestas a los alemanes: “No podemos más que sonreír amargamente ante los que hoy paralogizan (o sofistican) queriendo ver en las sumisiones de hoy garantías de una larga paz. ¿Una sumisión es garantía de paz? No, solo lo es de nuevos conflictos”. La solución de Ors para los males de una Europa que se derrumbaba se resumía en una palabra, “Federación”. Sin duda, una alianza entre la Unión Mediterránea del Islam y la Unión Europea habría sido de su agrado.

Una vez más, la visión del futuro se vuelve más clara desde la periferia y especialmente desde la ciudad. De modo similar, Pasqual Maragall, ex alcalde de Barcelona y ex presidente de la Generalitat, predijo que la nación estado sería cada vez menos relevante, a medida que las entidades supranacionales, como el Parlamento Europeo, y otras entidades complementarias, como las ciudades, las regiones y las coaliciones regionales, asumiesen cada vez más las competencias de gobierno que anteriormente habían recaído en las capitales de estado. En las notas para un simposio de 1998 sobre la devolución de competencias que él mismo organizó en el Remarque Institute de la Universidad de Nueva York (junto a Tony Judt, Richard Sennett y Xavier Rubert de Ventós, entre otros), Maragall trató la cuestión de la redistribución del poder en Europa. “Es fundamental que se perciba que la distancia es un lastre político. La gente quiere que las cosas estén cerca y poder exigir responsabilidades. El Tratado de la Unión Europea reconoce este principio de proximidad en su preámbulo, pero no lo hace operativo en el texto. Mientras Europa va cada vez más por el camino de convertirse en una supernación, las regiones y las ciudades se esfuerzan por recuperar los poderes que perdieron con la formación de los estados entre 1492 y 1871. Paradójicamente, hoy estos poderes son útiles y posibles en el ámbito local y en el nivel de las nacionalidades olvidadas por la historia, así como en el de las nuevas regiones administrativas. La globalización y la recuperación de las identidades van cogidas de la mano”.

© Dani Codina
Panoràmica de la manifestación multitudinaria del 11 de septiembre de 2012 en Barcelona, organizada por la Assemblea Nacional Catalana bajo el lema de “Catalunya, nuevo estado de Europa”.

En este panorama de cambios en las estructuras geopolíticas, Cataluña representa un caso paradigmático en cuanto al potencial de un gobierno ágil: cuenta con una huella de carbono relativamente baja; suficiente población e instituciones de enseñanza superior para mantener con éxito a una pujante sociedad de la información; una gran diversidad cultural y étnica –según los sociolingüistas, en Barcelona se hablan más de 200 idiomas– y una contrastada capacidad de integración; una suficiente descentralización de las instituciones culturales que permiten la rápida circulación de ideas y productos (la “Cataluña-ciudad” que concibió Eugeni d’Ors con su red de bibliotecas públicas a principios del siglo XX) y, por otro lado, una visión y un alcance internacionales que superan en mucho sus dimensiones y su población. Habida cuenta de que Barcelona, siendo un imán para los visitantes y un referente para la sociedad creativa, ya desempeña el papel de capital cultural, política y económica, Cataluña está preparada para erigirse en actor clave de este nuevo mundo multilateral.

Por lo tanto, siguiendo el ejemplo de Slaughter, preguntémonos: ¿Cómo será Barcelona dentro de once años, observada desde Nueva York? ¿Cómo se percibirá a Catalunya en la escena global de 2024? Postulemos el siguiente escenario:

Es el 11 de septiembre de 2024. En las Naciones Unidas se está hizando por primera vez la bandera catalana y el secretario general, originario de Sudán del Sur, admite a Cataluña como nuevo estado miembro. Tras el referéndum catalán de 2014 sobre la autodeterminación, surgió en España un partido de coalición amplia que incluía en su plataforma los derechos fundamentales de las nacionalidades que configuran el estado español. El embajador español dedica los primeros comentarios de bienvenida al nuevo estado y presenta al presidente de Cataluña.

Para celebrar la ocasión, el Metropolitan Museum of Art, el Museu Nacional d’Art de Catalunya y el Museu Episcopal de Vic han colaborado para presentar una gran exposición de arte románico y gótico, en la que destaca el claustro de Sant Miquel de Cuixà. Muy cerca, en Washington Heights, se está planificando la creación de un centro para el estudio del arte románico y gótico, impulsado por Cataluña, Francia y Alemania. La Red de Universidades Politécnicas de Cataluña pronto iniciará las obras pioneras de una incubadora de ingeniería en cooperación con Stanford y la Universidad Tecnológica de Qingdao, en la línea de la colaboración entre las universidades Cornell y Technion que se puso en marcha en 2012.

© Dani Codina
Una mesa de votación de la consulta sobre la independencia realizada en Barcelona el 10 de abril de 2011.

Debido a la posición estratégica de Barcelona como anfitriona de una coalición de ciudades mediterráneas, la tercera planta del nuevo Centro Cultural Catalán (el centro ocupará cuatro plantas enteras de un edificio sobre pilotes en el río Hudson, diseñado por Carme Pinós) acogerá a representantes del IEMed y la Fundación Dieta Mediterránea. Contará con un auditorio y un espacio de exposición y habrá oficinas para las delegaciones culturales de las Islas Baleares, Valencia, Andorra y Perpiñán. Hay grandes expectativas entre la comunidad de aficionados a la gastronomía, ya que, en la orilla opuesta a la oficina del Centro Cultural Catalán, se ha abierto un restaurante insignia de cocina catalana y una charcutería (con gran esfuerzo diplomático se ha retirado la prohibición de introducir productos de cerdo) con alimentos y vinos catalanes. El establecimiento está recibiendo muy buena acogida por parte de los periodistas gastronómicos y de los blogueros locales y nacionales. El embajador catalán en la ONU se reúne con el senador Rush Holt de Nueva Jersey para considerar la posibilidad de ejercer presión internacional a favor del proyecto de ley del senador en apoyo de las lenguas menos conocidas, encallado desde hace tiempo. El alcalde Akinyemi de Barcelona, que se encuentra en Nueva York para la ceremonia de las Naciones Unidas, se reunirá con el alcalde Sinha de Nueva York para discutir planes a largo plazo para la prevención de inundaciones. En Washington, D. C., donde la embajada ya lleva un tiempo en funcionamiento, se celebran otros numerosos eventos, pero la importancia simbólica no se le escapa a nadie: todas las miradas están puestas sobre Cataluña en las Naciones Unidas.

Mary Ann Newman

Escritora y traductora. Directora de la Farragut Foundation Fund for the Catalan Culture in the US

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