Relato vivo de dos mil años de història

En las plazas y calles de las tres Barcelonas sugeridas por Robert Hughes –la metropolitana, la medieval y la romana– se sintetizan más de dos mil años de historia con una continuidad solo comparable con la de capitales de estado europeas como Londres, París o Roma.

© Andreu

Robert Hughes, autor de la obra sobre Barcelona con más proyección internacional de la historia, afirmaba que la capital catalana era en realidad tres ciudades en una: la metropolitana, extendida de río a río con el Eixample y los barrios del entorno perfectamente delimitados, dentro de la cual se diferenciaba claramente una más antigua, la Ciutat Vella medieval, y en su interior otra aún más arcaica, la antigua ciudad romana de Barcino.

Con sus palabras, el prestigioso crítico de arte australiano estaba proponiendo un itinerario por los más de dos mil años de historia de Barcelona. Fijémonos, por ejemplo, en tres espacios representativos de periodos clave de la trayectoria bimilenaria de la ciudad: la Barcelona romana y altomedieval, la Barcelona de la época gótica y la metrópoli de principios del siglo xx.

En los últimos tiempos la arqueología ha recuperado uno de los hallazgos más sorprendentes de la historia de Barcelona: la catedral visigótica cristiana oculta en el subsuelo de la basílica de los Sants Just i Pastor (plaza de Sant Just, 1). Se trata del baptisterio de una catedral mencionada en la documentación antigua, pero que hasta ahora no se había podido certificar arqueológicamente: el templo de referencia para la población local católica del siglo vi, cuando gobernaban la ciudad las elites visigodas, que profesaban el arrianismo y celebraban el culto en el espacio de la actual catedral. El descubrimiento se enmarca en las actuaciones del Plan Bárcino, un ambicioso proyecto encaminado a recuperar el patrimonio cultural de la Barcelona romana y visigótica y ponerlo al alcance de la ciudadanía mediante todo tipo de acciones públicas, entre las que destaca la web del Servicio de Arqueología Urbana, http://cartaarqueologica.bcn.cat, que presenta más de tres mil puntos de interés de todas las épocas.

© Dani Codina
Acceso a la antigua sinagoga mayor, en la calle Marlet.

El Call, antecedente del Born

La historia de Barcelona se puede leer en clave de palimpsesto. En los tiempos antiguos los escribanos se veían a menudo obligados a reutilizar los mismos pergaminos, eliminando los textos ya existentes y añadiendo otros nuevos. A través de su análisis, la crítica literaria ha puesto en valor unos textos que, bajo la apariencia de un único documento, esconden diversos relatos, algunos del todo evidentes y otros ocultos. Del mismo modo, la historia de la ciudad está escrita en sus piedras y en sus documentos tanto a través de lo que podemos reconocer a simple vista como en todo lo que fue destruido premeditadamente y pasa desapercibido.

Un ejemplo paradigmático lo ofrece el subsuelo del antiguo mercado del Born (plaza Comercial, 12), que alberga los restos del barrio de la Ribera destruido por orden de las autoridades borbónicas después de 1714. Un antecedente –igualmente sangriento y traumático– de este episodio lo fue siglos antes, en 1391, la aniquilación de la comunidad judía local y la destrucción física de su propio barrio, el Call.

La toponimia de los entornos de la plazuela de Manuel Ribé recuerda al peatón la presencia judía en la Barchinona medieval. Desde la plaza de Sant Jaume es fácil adentrarse en el Call, tanto a través de la calle homónima y continuando por la de Sant Domènec del Call, como también por la calle de Sant Honorat y después por la de la Fruita. Las dos rutas llevan al paseante al que está considerado el emplazamiento de la antigua sinagoga mayor (calle de Marlet, 5). A pocos pasos de ella, una lápida hebrea en realidad se trata de una copia; la original se conserva en el Museo de Historia de Barcelona recuerda la fundación, en el siglo xiii, de un hospital para los más necesitados (Marlet, 1).

La visita al Centro de Interpretación del Call (Manuel Ribé, 3) es imprescindible para descubrir la impronta hebrea en otros lugares de Barcelona. Es el caso de los restos de la necrópolis de Montjuïc recientemente declarados Bien Cultural de Interés Nacional de las lápidas funerarias reutilizadas en los muros del Palau del Lloctinent (Comtes, 2) o en el subsuelo del Saló del Tinell (plaza del Rei, 9). A pesar del ensañamiento de la ciudad cristiana medieval contra la población judía, los restos del Call han aflorado irreversiblemente en nuestros días, a modo de palimpsesto.

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La Casa dels Canonges, conjunto unido al Palacio de la Generalitat por el famoso puente gótico falso de la calle del Bisbe.

La Edad Media revisitada en el siglo xx

El barrio de la catedral, conocido más popularmente como Barri Gòtic, es una pieza de la ciudad donde Barcelona se muestra a sí misma como un patchwork urbano. Hoy, las construcciones genuinamente medievales, como la capilla románica de Santa Llúcia (calle de Santa Llúcia, 3) y la capilla gótica de Santa Àgata (plaza del Rei, 9), conviven con edificios profundamente remodelados a mediados del siglo xx, como la sede del Centro Excursionista de Cataluña y los restos del antiguo templo romano (Paradís, 10), el Palau Reial Major y su Saló del Tinell en la plaza del Rei y, por encima de todos, la Casa dels Canonges (Pietat, 2). Comunicada con el vecino Palacio de la Generalitat a través del puente neogótico de 1928 de la calle del Bisbe, la reinvención de este edificio durante los años veinte está considerada la intervención fundacional del moderno Barri Gòtic. Aún más sorprendente es la historia de los edificios viajeros, como la Casa Padellàs (calle del Veguer, 2), trasladada piedra a piedra desde su emplazamiento originario en la calle de los Mercaders hasta donde ahora se encuentra el conjunto monumental de la plaza del Rei, lo que posibilitó el descubrimiento del subsuelo arqueológico romano.

En el caso de la catedral, el contraste de épocas históricas y estilos artísticos se produce sutilmente entre la fachada neogótica de finales del siglo xix y el resto del edificio, fundamentalmente medieval. Ante él, dos construcciones la Pia Almoïna, sede del Museo Diocesano (avenida de la Catedral, 4), y la Casa de l’Ardiaca, sede del Archivo Histórico de la Ciudad (Santa Llúcia, 1) son dos ejemplos paradigmáticos de cómo unos edificios medievales construidos sobre la antigua muralla romana se han ido transformado a lo largo de los siglos hasta nuestros días, convirtiéndose en dos modernos equipamientos cuya evolución arquitectónica relata los dos mil años de historia urbana.

© Dani Codina
Detalle de la fachada de la Casa Padellàs.

El Barri Gòtic es todo menos un barrio inventado, tal como se afirma a menudo. Su transformación respondió a un plan perfectamente diseñado a raíz de la apertura de la Vía Laietana en 1908 y sobre todo a partir de la constitución de una ponencia de monumentalización del barrio de la catedral en 1922. Sus factótums fueron el arquitecto Adolf Florensa y el arqueólogo y archivista Agustí Duran i Sanpere. Uno de los aspectos que todavía hoy llama la atención es su solidez y la absoluta preeminencia de las fachadas de sillares de piedra. El embajador florentino Francesco Guicciardini ya lo afirmaba en 1511 en su Diario del viaggio in Spagna: a diferencia de otras poblaciones peninsulares, Barcelona sobresalía por el hecho de ser una ciudad construida fundamentalmente en piedra.

En las plazas y calles de las tres ciudades de Barcelona sugeridas por Robert Hughes se sintetizan, en definitiva, más de dos mil años de historia urbana con una continuidad a lo largo del tiempo solo comparable con la de capitales de Estado europeas como Londres, París o Roma.

Daniel Venteo

Historiador y museólogo

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