En este nuevo dossier hemos invitado a siete autores a pasear fuera de los circuitos más frecuentados por los turistas o los congresistas. Y les hemos solicitado que nos propongan rutas alternativas más allá del Barri Gòtic o de la Barcelona modernista. El resultado constituye una serie de itinerarios insólitos que nos descubren capas urbanas recónditas, desde la Barcelona masónica hasta la ciudad oculta de los pasajes.
Rutas insólitas por Barcelona
En las plazas y calles de las tres Barcelonas sugeridas por Robert Hughes –la metropolitana, la medieval y la romana– se sintetizan más de dos mil años de historia con una continuidad solo comparable con la de capitales de estado europeas como Londres, París o Roma.
La realidad es muy diferente de como la suponemos. Lo invisible y oculto es el origen de lo que se acabará manifestando. Los inicios y la razón de ser de Barcelona se esconden en sus entrañas, adonde no podemos descender de cualquier modo, sino bien cogidos al hilo de Ariadna.
Los puentes privados se cuentan entre los más antiguos de Barcelona, pero también hay dos modernos y bien conocidos: el falso gótico de la calle del Bisbe y el “de la vergüenza”, en Egipcíaques. Aunque el diablo no tiene puente dedicado.
Cada pasaje barcelonés es un mundo diferente, por el origen, el uso actual, la situación y la morfología. En las líneas siguientes subrayamos la singularidad de esta vía a través de diez ejemplos muy diversos, uno por distrito.
Una réplica de la Estatua de la Libertad recibe a los visitantes de la Biblioteca Pública Arús en lo alto de una imponente escalinata. Es el primer hito de una ruta iniciática por los símbolos y los lugares relacionados con la masonería.
Barcelona tiene menos habitantes que París, pero una cantidad similar de inmigrantes, procedentes de todos los continentes. La ciudad y su área de influencia han sido unas anfitrionas muy buenas: esta evolución nos ha enriquecido a todos.
Realizar un itinerario por Barcelona con el motivo conductor del cine comporta establecer un diálogo entre la realidad presente y la cinematográfica que ayude a entender la ciudad.
La publicidad define nuestros tiempos, pero su origen es muy antiguo. Fenómeno fantasmagórico, el anuncio perdura a menudo más allá de lo que anuncia, como se puede apreciar en muchos muros de Barcelona.
¿Por qué no dejamos la Barcelona real a los turistas rusos y nos construimos una falsa para nosotros, los barceloneses? Por ejemplo, en el barrio de Gràcia o más allá de Sarrià, donde hay grandes descampados…