Pioneros en educación emocional

Christian Maury

© Christian Maury

Sin pretenderlo, Barcelona se ha convertido en una de las ciudades pioneras del mundo en lo que a la educación emocional se refiere. Y digo sin pretenderlo porque la ciudad nunca ha hecho explícito este objetivo, si bien ha dado apoyo a numerosos colectivos que sí lo han hecho. Ya hace siete años que la Universitat de Barcelona lleva a cabo el Máster de Educación Emocional. En el año 2007 se creó la Fundación para la Educación Emocional, responsable de los denominados gimnasios emocionales en la ciudad. Otras fundaciones, como Àmbit, hace más años que divulgan la importancia de gestionar correctamente las emociones. También los medios de comunicación públicos han apostado fuerte por estos contenidos, a través del programa Bricolatge emocional, en TV3, y L’ofici de viure, en Catalunya Ràdio, que he tenido y tengo el privilegio de presentar.

La iniciativa más reciente proviene del Observatorio de Salud de la Infancia y la Adolescencia del Hospital Sant Joan de Déu. Acaba de publicar el último informe Faros, titulado ¿Cómo educar las emociones? Del informe se desprende que en el mundo occidental, en lo que se refiere a la sensibilización sobre la importancia de la gestión, por así decir, correcta de las emociones, aún hay mucho trabajo por hacer. Se han realizado estudios, pero con cuentagotas, la mayoría en Estados Unidos y Gran Bretaña. Y Cataluña se ha convertido en uno de los países pioneros en la materia, a pesar de que solo el cinco por ciento de las escuelas incluyen la inteligencia emocional en su currículo. El Gobierno de la Generalitat está elaborando el Plan Nacional de Valores que, entre otras cuestiones, se ocupará del tema.

Se trata, como dice el divulgador Eduard Punset, “de acabar con el menosprecio sistemático hacia nuestras emociones básicas y universales”. Del informe del Hospital Sant Joan de Déu se desprende que la educación emocional influye directamente en el progreso académico de niños y jóvenes. Y en su futuro: según el profesor Juan Carlos Pérez-González, los países que promueven la educación emocional generan un efecto dominó sobre los niveles de motivación, autocontrol y bienestar de los ciudadanos.

El problema es que poca gente predica con el ejemplo. “Muchas de las informaciones que transmiten los diarios son ejemplos de analfabetismo emocional”, afirma el profesor Rafel Bisquerra, coordinador del estudio. Flota en la atmósfera -como diría el escritor Josep Pla- una mala gestión de la ira. Se practica la violencia verbal a diestro y siniestro. Una violencia verbal que puede provocar y provoca en muchos casos violencia física. Y si alguna emoción flota en la atmósfera, es la del miedo. El miedo generalizado al futuro. Y al presente económico, claro está. Nadie nos enseñó, ni en la escuela ni en ninguna otra parte, que el miedo no sirve prácticamente para nada; que solo en contadas ocasiones es amigo de la prudencia.

Por si eso fuera poco, uno de los pocos protagonistas de la actualidad que gestionan bien las emociones, el entrenador del Barça, Pep Guardiola, ha dejado su cargo. Guardiola, sin pretenderlo, ha sido un gran divulgador emocional. Ha respetado al adversario, a diferencia de lo que ha hecho el entrenador del Madrid, Mourinho. No ha practicado la violencia verbal. Un hombre afable en una sociedad que cada vez estará más neurotizada si no aprende a gestionar las emociones.

Saldremos de la crisis, como país quizás lograremos la independencia, pero los niveles de felicidad y de infelicidad de la población serán los mismos que antes de la crisis si no nos encaminamos hacia lo que el filósofo Francesc Torralba denomina “una nueva cultura del ser”. Una cultura, como decía Erich Fromm, basada en el “ser” y no en el “tener”. La cultura del autoconocimiento. Dos de sus pilares serían la educación emocional –y de los valores– y la meditación.

Gaspar Hernández

Periodista y escritor

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