Cada vez más personas viven en las ciudades y están más conectadas, pero solo las sociedades productivas podrán decidir su futuro. En Barcelona se ha iniciado un plan para poner la tecnología al alcance de todos y permitir a la comunidad trabajar unida.
Neil A. Gershenfeld es profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y director del Center for Bits and Atoms (CBA) del mismo instituto, un laboratorio asociado al MIT Media Lab. Sus trabajos de investigación se centran principalmente en estudios interdisciplinarios relacionados con la física y la informática, en campos como la computación cuántica, la nanotecnología y la fabricación personal. Gershenfeld es uno de los más destacados defensores de esta noción de fabricación personal y ha sido fuente de inspiración para muchos científicos e ingenieros implicados en fab labs (laboratorios de fabricación a pequeña escala) de todo el mundo. Vicente Guallart, por su parte, es arquitecto jefe del Ayuntamiento barcelonés y fundador de la red local de fab labs, así como autor de La ciudad autosuficiente (RBA, 2012), un esclarecedor ensayo sobre el futuro de las urbes, que reseñamos en la sección de libros de esta misma revista. Hemos tenido ocasión de entrevistarles durante la décima Conferencia Internacional de Fab Labs y el Fab Festival, celebrados en Barcelona.
Sr. Gershenfeld, usted afirma que la revolución digital aún no ha llegado al mundo físico. Actualmente se está pasando de programar bits a programar átomos. Hemos alcanzado la primera etapa de la revolución digital, pero todavía nos queda pasar a otro nivel. ¿En qué punto nos hallamos ahora?
Neil A. Gershenfeld: Existe una analogía histórica muy precisa que nos muestra dónde nos encontramos en estos momentos. La evolución de los ordenadores comenzó con los grandes ordenadores centrales; en una segunda etapa se desarrollaron los miniordenadores; luego llegó el hobby computer y, por último, el ordenador personal. Esta es la historia de la comunicación digital y de la informática. Ahora estamos reproduciendo los pasos de esta historia en el ámbito de la fabricación. En una etapa inicial habríamos tenido las grandes máquinas y las fábricas, y ahora estaríamos en la era equivalente a la del miniordenador. Los fab labs funcionan como los miniordenadores; y fue justamente en el momento histórico de los miniordenadores cuando se inventó internet.
Actualmente los fab labs ya trabajan con máquinas que fabrican máquinas, es decir, son fab labs que fabrican fab labs –lo que correspondería a la etapa de los hobby computers. La investigación que estamos llevando a cabo desembocará en el fabricante personal, pero esto, una máquina que pueda fabricar cualquier cosa, todavía está en fase de experimentación. No obstante, la historia nos enseña que no hubo que esperar veinte años desde la invención del PC para empezar a usar internet. Por lo tanto, la revolución ya la tenemos aquí. Nos quedan todavía muchos años de trabajar sobre esta tecnología, pero la revolución ya ha llegado.
Sr. Guallart, en su ensayo La ciudad autosuficiente usted hace una afirmación sorprendente: “Internet ha cambiado nuestras vidas, pero no nuestras ciudades”. ¿Cómo cambiará la revolución digital nuestro modo de vida?
Vicente Guallart: La arquitectura de las ciudades es lo último que cambia cuando una sociedad sufre una transformación como la que estamos viviendo ahora. Por lo general, construimos nuestra idea de la sociedad en base a las tecnologías con las que contamos en un momento y un lugar determinados. En el siglo xxi estamos todos conectados globalmente y, gracias a internet, tenemos acceso a todo tipo de información generada en cualquier lugar del mundo, lo cual nos permitirá fabricar nuestros propios productos de forma autosuficiente. Aún no hemos llegado a ese punto, y solo seremos capaces de producir a escala local si estamos conectados a escala global. Sentimos que se perfila un gran cambio en el horizonte, pero todavía no se ha materializado. Nos damos cuenta de que vivimos de modo diferente y de que usamos la tecnología de una forma innovadora, pero el modo en que las ciudades conciben la idea de las fabricaciones y el sistema de producir los alimentos y de reciclar los materiales apuntan a un cambio mayor, por lo que estamos a la espera de que lleguen las tecnologías transformadoras. Sabemos que la forma de desenvolvernos y producir energía va a cambiar en un futuro próximo.
N.G.: Hoy en día nuestras ciudades importan bienes y producen basura que solo podemos reciclar en parte. Seguimos inmersos en el modelo PITO (Product In, Trash Out: traemos productos, sacamos basura), pero estamos avanzando hacia un nuevo modelo en que el flujo de información será la clave. El modelo DIDO (Data In, Data Out: entrada de datos, salida de datos) permitirá que la información fluya para que la producción pueda ser local. Si reducimos el flujo de materia, se incrementará el flujo de información.
¿Y cómo se va a producir ese cambio?
V.G.: En un futuro próximo, todas las casas y los negocios de la ciudad deberán estar conectados a internet. La nueva ciudad tendría que ser una metrópolis de barrios, donde todo el mundo pudiera ir andando al trabajo o a la panadería, la piscina o el fab lab. Barcelona está llevando a cabo un plan para contar con un fab lab en cada distrito y crear una red pública que ponga la tecnología al alcance de todos.
Se ha dicho que el primer fab lab del MIT surgió casi de modo accidental. ¿Cómo fue?
N.G.: La respuesta es muy simple. Recibimos una gran subvención de la Fundación Nacional de Ciencia; para justificarla nos pidieron que les mostráramos el impacto social de la investigación y con este fin creamos un laboratorio, que no ha dejado de crecer en los últimos diez años. Barcelona ha sido uno de los primeros y más importantes laboratorios de este proceso, ya que la ciudad tiene una fantástica historia de diseño y un 50% de desempleo juvenil. Aquí coexisten una gran base de conocimientos y una economía rota, y lo que está sucediendo en los fab labs de Barcelona y en este encuentro internacional es auténticamente relevante, porque de hecho se está creando una nueva economía que desafía los supuestos fundamentales del sistema económico –de aquí y de todo el mundo. Barcelona se convierte en una auténtica ciudad líder en este fenómeno: la fabricación digital lleva a la fabricación personal, que, a su vez, da lugar a una nueva economía.
Vicente, ¿cómo ha dado forma el MIT al fab lab de Barcelona? ¿Qué tipo de inspiración ha representado?
N.G.: Bueno, permítame que le corrija la pregunta. Lo empezamos en el MIT, pero el laboratorio de Barcelona es mayor. La noción de los fab labs la ha inventado el mundo entero. El MIT fue una semillita en la que todavía participamos, pero lo que sucede en un fab lab es el resultado de la colaboración de una comunidad global.
V.G.: Neil siempre dice que el MIT es un lugar seguro para personas raras. Nosotros somos algunos de esos raros que se pusieron a pensar cómo inventar el futuro. Tengo cierta experiencia previa en producción digital, pero nos dimos cuenta de que si no éramos capaces de trabajar en colaboración con otras personas, nunca seríamos capaces de producir nada y nos limitaríamos a ser consumidores. Creamos un laboratorio, y el Máster en Arquitectura Avanzada surgió cuando pudimos trabajar con Neil para crear juntos el proyecto Media House. La idea de un fab lab es que haya una comunidad con la que se compartan ideas y soluciones a partir del mismo tipo de tecnología, y desde ese punto de vista estamos tratando de aprender todo lo posible del MIT. Procedemos de la tradición cisterciense, que surge en la Edad Media cuando los monasterios se copiaban unos a otros. Decidimos copiarnos a nosotros mismos en otros laboratorios, aquí en Barcelona y también en Lima o en Adís Abeba, y así nos convertimos en una especie de socios proactivos de la Fab Academy para posibilitar la revolución.
Fab labs en África. Una niña en la Ghana rural, Valentina, de ocho años, puede fabricar ella sola algo para cuyo montaje se necesita a varias personas… Ahora tres estudiantes del MIT están ampliando la innovación de una niña africana de ocho años…
N.G.: Lo importante no son los estudiantes del MIT, que al fin y al cabo serán solo unos pocos miles, mientras que en el planeta hay miles de millones de personas. La fuerza de los fab labs es que puede encontrarse exactamente el mismo perfil de persona creativa y brillante tanto en aldeas rurales africanas como más allá del círculo ártico. La industria de la educación avanzada actual no abarca todo el potencial de inteligencia del planeta. Por lo tanto, no se trata de cambiar el MIT, sino de ampliarlo. Hay personas aptas en todo el mundo, pero carecen de un lugar propio, y esa es la laguna que intentan cubrir los fab labs.
Así, ¿qué pueden hacer los fab labs por la democracia?
V.G.: Estamos en una crisis global que afecta tanto a nuestra forma de trabajar como a la de organizarnos. Avanzamos hacia un mundo en el que la mayoría de la gente vivirá en ciudades y estará cada vez más conectada, pero solo los países y las ciudades productivos serán capaces de decidir su futuro. Por esa razón Barcelona ha decidido crear un plan similar al que se desarrolló hace cien años con las bibliotecas, para establecer un laboratorio en cada distrito del mismo modo que ya tenemos bibliotecas, escuelas, centros de salud, etc.
Hace poco visité la biblioteca pública de Boston y en la entrada vi el lema Free to all [Accesible para todos], una invitación a compartir el conocimiento académico que se les hace a los ciudadanos. Tradicionalmente la tecnología ha estado recluida en las universidades, pero decidimos que había que ponerla al alcance de todo el mundo y para ello hemos creado una red que permite a la comunidad trabajar en equipo, algo fundamental para garantizar al pueblo su derecho a decidir el futuro por sí mismo. Hay mucha gente que pide una revolución; pues bien, nosotros ya la estamos llevando a cabo dándoles a los ciudadanos el poder y las herramientas necesarias para conectarse con otras personas y compartir conocimientos. También queremos reforzar el paper de las ciudades, ya que a menudo se han colapsado –económica e intelectualmente– al enfrentarse a su futuro. Tras la Segunda Guerra Mundial la economía avanzó impulsada por la democracia, sobre todo en Estados Unidos, y el crecimiento fue general. Pero ahora el dinero procede de lugares no muy democráticos, como China, Rusia u Oriente Medio. Necesitamos inventar otras maneras de gestionar la economía para potenciar la democracia y hacer que se le una el crecimiento económico.
¿Cuáles son los principales obstáculos que hacen que las ciudades sean reticentes al cambio o contrarias a la aparición de nuevas formas de organización urbana? Parece que la lógica de las grandes empresas es que las personas han nacido para consumir y no para crear tecnología…
N.G.: No, ese no es exactamente el problema. Recuerde que cuando apareció el ordenador personal las principales empresas informáticas fracasaron porque consideraron el ordenador como un simple juguete y no se sintieron amenazadas. Del mismo modo, los grandes gobiernos o los grandes negocios no se sienten amenazados por los fab labs. El mayor desafío para los fab labs no es la confrontación, sino la construcción de una capacidad organizativa sobre la que basar esta revolución. Creamos la Fab Foundation y la Fab Academy para apoyar esta red en crecimiento, y proyectos como el que Vicente dirige en Barcelona están desarrollando la infraestructura cívica. Es una auténtica invención: él idea modos de organizar la ciudad en torno a una nueva noción de infraestructura. Y esa es la limitación de inventar una ciudad, ya que si, cualquiera puede hacer cualquier cosa, ¿cómo se puede vivir, trabajar y jugar?
En un artículo publicado en la revista Foreign Affairs en 2012, usted afirmaba que las grandes expectativas generadas por las impresoras 3D se pueden comparar con el interés que los periódicos mostraron por los microondas en los años cincuenta, cuando se consideraron un sustituto de las cocinas. Ahora sabemos que los microondas han mejorado nuestra vida, pero seguimos necesitando el resto de utensilios para cocinar. Los fab labs serían la cocina y los microondas solo las impresoras 3D.
N.G.: La investigación que hacemos en el MIT consiste en reunir todas las herramientas en un fab lab y fusionarlas íntimamente, estructurando las propiedades de los materiales. Ahora mismo se exagera un poco en los medios de comunicación con las impresoras 3D, algo bastante tonto, porque los periodistas que escriben esos artículos ni siquiera las emplean. La revolución que está en marcha es la de la fabricación digital, que implica convertir datos en cosas y cosas en datos, y la impresora 3D es solo una pequeña parte de un gran proceso.
En Barcelona hemos celebrado el tricentenario del asedio a la ciudad. Es posible que haya visto el espectáculo M.U.R.S. de La Fura dels Baus. La idea del sitio es relevante para la invención de los fab labs, pues su objetivo es crear ciudades más autosuficientes, como señala el título de la obra de Guallart. Si volviésemos a vivir un asedio deberíamos poder producir nuestros propios productos…
V.G.: El título original del libro era La ciudad autosuficiente conectada. La idea es evitar el aislamiento. Si queremos ser los líderes de nuestro futuro tenemos que impulsar la producción local, y esto solo lo conseguiremos si estamos conectados con el mundo.
N.G.: Barcelona ya vive en estado de sitio. La economía está hecha pedazos, y vuestro dinero y vuestros puestos de trabajo se los quedan personas que viven muy lejos de aquí. Y es ahora mismo cuando eso está ocurriendo.
¿Cómo imaginan la ciudad del futuro?
N.G.: Pensamiento global, fabricación local.
V.G.: La ciudad del futuro será multiescalar porque será una red de ciudades. Todos estaremos conectados y eso, de algún modo, implica que viviremos en diferentes lugares al mismo tiempo. La ciudad del futuro será una metrópolis de barrios; en vez de estar formada por un centro rico y una periferia pobre dispondrá de muchos barrios con la capacidad y las instalaciones adecuadas para producir casi todo.
¿Cuánto de lo que lleva puesto lo ha producido usted mismo?
N.G.: Al llegar aquí usted, yo estaba trabajando en el software para controlar las máquinas que fabrican máquinas, es decir, los procesos de ingeniería. Llevo puesto este portátil, que contiene un software que es mi trabajo actual. Estoy más interesado en los flujos de trabajo del laboratorio que en los productos del laboratorio: esto es lo que llevo encima.
¿Y usted, Vicente?
V.G.: Me llevo a mí mismo…
N.G. (interrumpiendo): No, no. Déjame responder por ti. Lo que llevas encima es la ciudad. Contemplad este vestíbulo, contemplad a Barcelona, rebosante de fab labs. Creo que la respuesta adecuada es que Vicente lleva puesta Barcelona.