Barcelona acogió el pasado mes de noviembre el xiii Congreso Internacional de Ciudades Educadoras, que reunió a representantes de 470 ciudades de todo el mundo. Esta cita internacional sirvió para presentar 150 experiencias educadoras de 36 países distintos en torno al lema “Una ciudad educadora es una ciudad que incluye”.
Ciudades educadoras
Hay que formar a las personas para que puedan adaptarse a la globalización, para facilitarles la intervención en la complejidad mundial y para permitirles mantener la autonomía ante una información desbordante y controlada por los poderes económicos y políticos.
La ciudad educadora se erige en promotora del bienestar y las oportunidades vitales de los ciudadanos; se ordena como espacio inclusivo de convivencia, diálogo y relación, y facilita que afloren la innovación y la creatividad.
No basta con querer atender las necesidades sociales de las personas. La acción educadora promueve la capacitación de los individuos, genera vínculos de pertenencia, recrea comunidad.
Los programas Apropa Cultura y Deslimita’m, y la iniciativa de intercambio de tiempo del restaurante La Trobada de Terrassa, son experiencias de lucha contra la exclusión social a través de la cultura, la acción teatral y el empleo.
El arte atraviesa fronteras, también las interiores de una sociedad. El proyecto teatroDENTRO y el certamen literario Vivències buscan acercar la cultura y la palabra a lugares insólitos, como las prisiones.
En Viladecans, el proyecto Awi.net imparte cursos de alfabetización digital basados en parejas formadas por una persona mayor y un joven.
El progreso tecnológico es bueno y ha venido para quedarse, pero no lo deberíamos aceptar como dominador de nuestras vidas, como una finalidad en sí misma, descontrolada y carente de principios éticos.
Tenemos el reto de recuperar la educación como estilo de vida y método para convertirnos en mejores personas. Con el desarrollo humano como finalidad, la educación dejaría de ser un mero instrumento al servicio de la economía.