Hace tres años Marta Cerdà Alimbau fue a Nueva York a buscarse la vida con el book bajo el brazo. Había ganado el premio ADC Young Guns, había trabajado en Londres y en Berlín y empezaba a tener un currículum, pero no hubo suerte. Ahora, mientras escribo estas líneas, vuela de nuevo hacia Estados Unidos. Un estudio le ha dejado una mesa para que pueda intercambiar ideas con los mejores creadores neoyorquinos. Desde que realizó el primer asalto a la ciudad ha trabajado para firmas como Coca-Cola, la editorial Penguin o Ray-Ban y es probable que vuelva a Cataluña con más clientes. Sobre todo estoy seguro de que volverá con un montón de ideas. Me parece que esto es lo que más le interesa.
El valor de un creador depende de la riqueza de su mundo y Marta está en pleno período de conquista. Encontrar trabajo ya no es un problema y se puede centrar en el autodescubrimiento. Sus trabajos hacen pensar en la herencia modernista, tanto por su vocación sintética como por la ornamentación. Sus diseños son muy meditados, como si buscara una claridad indiscutible a prueba de los críticos más coñazos y de las modas pasajeras. Sobre un concepto sólido y sencillo, a veces lleva a cabo un trabajo de orfebrería apasionado que pone un contrapunto de exuberancia arrebatada a su personalidad meticulosa y cerebral. Ella insiste en que “no tiene ninguna pretensión moral de explicar nada al mundo”. Y es cierto que en sus trabajos la intención lúdica brilla más que la intención moral. Pero no me extrañaría que, con los años, el encanto de sus diseños se fuera volviendo más incisivo.
Cuando conocí a Marta, su carácter enseguida me hizo pensar en sus trabajos. Es una mujer de una espontaneidad controlada, que combina la contención y la calidez, la excentricidad con la prudencia y la distancia con el cuidado por los detalles. Su sentido estético guarda relación con su manera de vestir y con el conjunto de su aspecto: con la elegancia de su cuerpo de caña de bambú y con su cara de grandes facciones exóticas pero duras, que tan bien casa con su espíritu independiente y las raíces de su segundo apellido, que es de origen visigótico. No le gusta que la traten de artista y confía más en las horas trabajadas que en la inspiración. Tiene un gran sentido de la unidad, una gran ambición personal, respeto por la tradición y solo compite con ella misma. Si estos no son los rasgos de una artista, ya me dirán cuáles son.
Pingback: Marta Cerdà Alimbau (Metropolis) | Dietari a Destemps
Marta, et desitjo que gaudeixis molt temps del que fas. M’agrada molt . Em recordes la meva joventut i la meva amistat amb R. Giralt-Miracle. La llàstima va ser que en aquells temps no existien les escoles de disseny gràfic!
Molta sort!
Moltes gràcies Elisabet. Aquí l’artista és l’Enric, que m’ha escrit un article que no sé si em mereixo. A veure si ens coneixem un dia i m’expliques més coses del Giralt-Miracle. Una abraçada!