Estamos a las puertas del Tricentenario del 11 de septiembre de 1714, una fecha señalada que marcó un antes y un después en la historia de Barcelona. Durante todo un año conmemoramos el asedio borbónico a la ciudad, unos hechos que supusieron la pérdida de los derechos políticos y las libertades civiles de los catalanes. El Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat de Cataluña han impulsado una conmemoración ciudadana que ha de servir para redescubrir la ciudad del siglo XVIII, entender la dimensión de los hechos y ponerlos en relación con la realidad presente y las expectativas de futuro. La conmemoración del Tricentenario en Barcelona potenciará el diálogo entre pasado y presente con un extenso programa de actividades que incluirá exposiciones, debates, seminarios, publicaciones, itinerarios, fiestas ciudadanas y propuestas artísticas.
Desde Barcelona Metròpolis abordamos también los hechos de 1714 con la mirada puesta en el pasado, el presente y el futuro. En sus memorias, Manuel Azaña lanzó una frase que leída hoy cobra una dimensión totalmente ominosa: “Una persona de mi conocimiento afirma, como una ley de la historia de España, la necesidad de bombardear Barcelona cada cincuenta años. Esta boutade denota todo un programa político. De hecho, Barcelona ha sufrido más veces que ninguna otra capital española el rigor de las armas.” Los conflictos bélicos que ha vivido la ciudad de Barcelona no han sido nunca hechos aislados, ni puramente locales, sino que han estado relacionados con la escena internacional. Los hechos de 1714 representaron una jugada en una partida muy compleja que se disputaba en el tablero político europeo. El sitio de Barcelona cautivó la atención de un autor de talla universal, como es Daniel Defoe, que dio su visión de la Guerra de Sucesión en El capitán Carleton, una novela que este año se ha publicado en catalán. Más de doscientos años más tarde, durante la Guerra Civil española, Barcelona vivió el primer bombardeo aéreo de la historia sobre la población civil, un auténtico campo de pruebas de las atrocidades que se cometerían después durante la Segunda Guerra Mundial. De la resistencia de la Barcelona republicana ante los ataques franquistas hablamos también aquí reivindicando la figura de Miquel Serra Pàmies, un hombre que en una actuación heroica ante la inminente ocupación franquista evitó en el año 1939 la destrucción masiva de la ciudad por parte de las fuerzas comunistas, que habían planificado arrasar Barcelona en el momento de la retirada. Tenemos el deber de honrar a los ciudadanos que han arriesgado su vida por la ciudad en circunstancias tan extremas.
Tanto en 1714 como en 1939, Barcelona tuvo que rendirse ante una fuerza incontestable que la sometería a una voluntad uniformadora y centralista. La Europa moderna se construyó sobre el estado nación y era muy difícil contravenir el sentido de la historia. Sin embargo, hoy el viento sopla en una dirección muy distinta y ha hecho emerger unas nuevas relaciones internacionales que van más allá de las fronteras de los estados. Hoy Barcelona tiene una voz propia en el nuevo diálogo global que rige el mundo. Es ejemplo de resistencia, pero también de apertura e integración. “Barcelona es una gran fábrica de hacer barceloneses”, afirma el escritor Albert Sánchez Piñol, autor de Victus, entrevistado en este número de Barcelona Metròpolis. Cuánta razón tenía Joan Sales cuando afirmaba que “las guerras que pierdes son las guerras que ganas”.