El debate sobre el espacio público en la ciudad sigue tan vivo como siempre o más. En definitiva, se trata de encontrar soluciones colectivas en las que participen mano a mano la ciudadanía y la Administración pública. Construir la ciudad a partir de la gente.
Las personas se encuentran en los espacios públicos más que en su casa. Lo percibió y se sorprendió Ana María Dávila, periodista chilena, cuando llegó a Barcelona a principios de los años ochenta. Como ella misma explica en la sección “Visiones de Barcelona”, aterrizó en un espacio público que todavía era el de la Barcelona preolímpica, con grandes áreas por urbanizar y transformar.
Ahora, cuarenta años después, el debate sobre el espacio público en la ciudad sigue tan vivo como siempre o más. Esto es así porque la ciudad se mantiene viva e inacabada, con espacios que periódicamente exigen ser repensados para ser habitados, transitados, trabajados y convividos de una y mil formas diferentes, de acuerdo con los cambios sociales y las nuevas necesidades de los ciudadanos.
La ciudad ha cambiado –y mucho–, y ya se han ejecutado grandes intervenciones urbanísticas, desde las recuperaciones del frente marítimo entre el Besòs y el Llobregat hasta la construcción de las rondas, pasando por la recuperación de barrios enteros como el Poblenou, o la construcción de otros nuevos como Diagonal Mar y la Vila Olímpica. Sin embargo, todavía hay grandes proyectos pendientes sobre la mesa, como las obras de la estación de la Sagrera y la inacabada línea 9 del metro; el entorno de la plaza de las Glòries o la reforma de la Marina del Prat Vermell.
Pero el espacio público no son solo las grandes intervenciones, sino también la red de calles, patios interiores, pasajes, parques y jardines, elementos comunes de las comunidades de vecinos y todo el entramado de equipamientos abiertos a los ciudadanos: mercados, centros cívicos, bibliotecas, museos, fábricas y centros de creación… Entre las grandes infraestructuras y estos otros espacios de paso o de participación se sitúan las viviendas. Los urbanistas y los arquitectos deben dar respuesta, simultáneamente, a las necesidades individuales y colectivas, públicas y privadas, y llegar a diferentes límites y definiciones de lo que queda dentro del espacio público y fuera de este.
Barcelona Metròpolis ha invitado en este número a un conjunto de arquitectos y urbanistas a analizar el espacio público, y lo hacen desde los cuatro ámbitos de la vida cotidiana: vivienda, transporte, trabajo y, el cuarto, ocio, cultura y participación. Los autores del dossier proponen responder a las necesidades en estas cuatro áreas situando en el centro al ciudadano, mirando la ciudad a pie de calle y aprovechando espacios vacíos para facilitar escenarios en los que la ciudadanía participe, se implique y sea protagonista.
Entre las propuestas recogidas, las hay innovadoras y alternativas, como las que surgen desde la economía solidaria, la participación de base y la contracultura, en cuanto que terrenos de experimentación que permiten nuevas formas participativas. Urbanistas y arquitectos lanzan un llamamiento a la colaboración estrecha entre sociedad civil y Administración y coinciden en la necesidad de impulsar más vivienda pública y menos vehículos privados. La primera supone ahora el 1,6 % de todo el parque de vivienda disponible, ya sea de compra o alquiler. Y los automóviles ocupan el 60 % del espacio público, cuando solo el 15 % de los desplazamientos se realizan con este tipo de transporte.
En definitiva, se trata de encontrar soluciones colectivas en las que participen mano a mano la ciudadanía y la Administración pública. Hace veinticinco años, Manuel de Solà-Morales ya anticipó que el espacio colectivo (no hablamos solo de espacio público) constituye la riqueza futura de las ciudades. Así nos proponen construir la ciudad y el espacio público, de modo que organicen la vida en comunidad y, al mismo tiempo, sean personalmente acogedores, tanto para las personas que han nacido aquí como para las que nos visitan. Tal es el caso del escritor refugiado Bàssem an-Nabrís, que cierra la revista con una recopilación de pequeñas historias de Barcelona escritas durante su estancia como escritor acogido del PEN Català. Construir la ciudad a partir de la gente.