Nueva etapa de ‘Barcelona Metròpolis’

Nueva web de Barcelona Metròpolis >> www.metropolis.barcelona/es


Barcelona Metròpolis inaugura una nueva etapa. Estrenamos nuevo formato, nuevo diseño y un nuevo espacio digital. Partimos de una experiencia anterior de éxito y ahora nos proponemos reorientar los contenidos para fortalecer su vertiente más reflexiva. La nueva Barcelona Metròpolis pretende ser una herramienta que facilite y estimule el debate ciudadano sobre las grandes cuestiones que marcarán nuestro porvenir. Queremos contribuir a crear pensamiento y facilitar así la participación de los ciudadanos en las decisiones que les afectan.

Una buena deliberación democrática requiere tiempo y conocimiento. En estos momentos de confusión y posverdad, no falta información. Incluso a menudo disponemos de demasiada información. Pero no siempre esta equivale a conocimiento. Para entender la complejidad de nuestro tiempo, convulso y acelerado, necesitamos espacios de reflexión pausada, de cocción lenta, en los que los ciudadanos puedan formarse una opinión libre y bien fundamentada.

Sabemos que el futuro se decidirá en las ciudades. Barcelona ha demostrado tener la creatividad y la fuerza necesarias para convertirse en una metrópolis abierta al mundo. Pero, por la misma razón, sufre también los efectos nocivos de una globalización que a menudo antepone los intereses de ciertas minorías extractivas a los de la comunidad. Queremos contribuir al debate sobre cómo construir ciudad y ciudadanía, y cómo mejorar la calidad de nuestra democracia.

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La soledad en la gran ciudad

Ilustración: Patossa

Ilustración: Patossa

La soledad se puede vivir como un placer o un malestar, y también la podemos sentir estando en compañía. Probablemente todos la experimentaremos en algún momento de la vida, sobre todo en las etapas más avanzadas. En el presente dosier intentamos definir qué es la soledad, un fenómeno complejo que irá a más en una sociedad en proceso imparable de envejecimiento y que, paradójicamente, prima los valores de la juventud. Una sociedad individualista en la que, pese a la difusión de las comunicaciones electrónicas, no forzosamente nos volvemos más sociables ni nos sentimos menos aislados.

Los autores de los artículos que presentamos coinciden en que la soledad incrementa el riesgo de padecer enfermedades mentales y físicas, e insisten en la necesidad de relacionarse y de compartir actividades para reducir ese riesgo. Una de las primeras medidas para aliviar el problema de la soledad es, precisamente, crear comunidad.

Barcelona dispone de múltiples programas de apoyo a las personas mayores, como el Servicio de Teleasistencia, Radares, Vínculos, Amics de la Gent Gran o el programa “Bajemos a la calle”. Entrevistamos también a algunos protagonistas y beneficiarios de estos servicios, que muestran que algo tan simple como salir de casa en buena compañía puede ayudar a recuperar las ganas de vivir.

¿Cotización o prosperidad?

Foto: Vicente Zambrano

Foto: Vicente Zambrano

En los últimos años, la cotización inmobiliaria ha despuntado más que la capacidad adquisitiva de los barceloneses para hacer frente al alquiler o a la compra de vivienda. El sangrante desfase entre cotización y prosperidad solo podrá superarse si el bienestar y la igualdad cotizan como valores sociales.

Los barceloneses vivimos momentos de cambio y desconcierto. Dentro del mercado de valores de las ciudades, Barcelona cotiza al alza y atrae población foránea de todos los estratos, desde los inmigrantes más humildes hasta los profesionales altamente cualificados que encuentran en la ciudad un trabajo y un modo de vida atractivos. Podemos decir sin miedo a ser petulantes que los extranjeros ya no vienen exclusivamente para vivir en un clima benigno, sino porque encuentran muchos otros estímulos y beneficios asociados al hecho de residir aquí. No es el calor del sol, sino el precio del suelo, lo que hoy hace buena a Barcelona a ojos de los inversores extranjeros.

Una alta cotización, sin embargo, no se traduce necesariamente en prosperidad. La cotización se mide por el índice de precios. La prosperidad, en cambio, se mide en función del bienestar colectivo y la calidad de un espacio público compartido. En los últimos años, la cotización inmobiliaria ha despuntado más que la capacidad adquisitiva de los barceloneses para hacer frente al alquiler o a la compra de vivienda. Barcelona ha entrado en una liga mundial de ciudades que se ha convertido en un campo abonado para grandes inversores, pero sus habitantes han asistido a esta gentrificación con los sueldos congelados.

En el año 1821 se declaró en Barcelona una epidemia de fiebre amarilla, enfermedad con una mortalidad del 50 %. Entonces su origen era desconocido y los médicos de la ciudad se dividieron entre contagionistas, los que creían que era exótica y se transmitía por el contagio entre humanos, y anticontagionistas, los convencidos de que la fiebre venía de algún microbio proveniente de las aguas fétidas. La epidemia causó una gran impresión en todas partes, porque Barcelona era la mayor ciudad que había sufrido hasta ese momento una enfermedad como aquella, tan desconocida en Europa. Los médicos anticontagionistas eran menos, pero convencieron a las autoridades para que cerrasen las murallas con el fin de evitar el contacto con las aguas estancadas del puerto. El efecto de esta decisión equivocada fue letal, porque en pocos días la mortandad aún se disparó más. Finalmente se dio la razón a los contagionistas, que habían entendido que la fiebre se trasmitía por contagio entre humanos, pero ni unos ni otros pudieron evitar que se extendiese la epidemia.

De modo similar, podríamos enfrentarnos a la nueva fiebre de oro que vivimos hoy rindiéndonos al paradigma neoliberal, asumiendo que no podemos sustraernos a las inercias de la globalización, o blindando la ciudad con murallas y ordenanzas contra la especulación de los grandes inversores. La primera opción nos llevaría a la expulsión gradual y definitiva de las clases medias. La segunda vía tampoco garantizaría el objetivo de la prosperidad, que es la redistribución justa de la riqueza entre los ciudadanos.

Este sangrante desfase entre cotización y prosperidad solo podrá superarse si el bienestar y la igualdad cotizan como valores sociales. Desde hace décadas, Barcelona se ha articulado alrededor de asociaciones que han velado por lo común. Cuenta con un rico entramado de organizaciones no gubernamentales que ha garantizado un tejido asistencial en los peores momentos de la crisis. Toda esta movilización ciudadana no ha sido en vano y ha generado complicidades vecinales, anhelos de emancipación y voluntad de cambio. Barcelona necesita más que nunca un consenso político que ayude a vertebrar una ciudad en la que las oportunidades de negocio no se midan en función de su rentabilidad monetaria, sino de las posibilidades de fomentar la prosperidad en un sentido más horizontal y democrático.

No se trata de repartir entre los pobres las ganancias de unos pocos, sino de fomentar una economía que no prime la productividad por encima de todo, y que ponga en valor las tareas reproductivas y de cuidados que garantizan el bienestar de los ciudadanos, un bienestar que no se podrá medir únicamente en términos de renta, sino también en función de su retorno social, cultural y ecológico.

Los retos de la gentrificación

Ilustración: Joan Negrescolor

Ilustración: Joan Negrescolor

Gentrificación es un término derivado de la raíz gentry, palabra relativa a la pequeña nobleza británica. La primera en usarlo fue la socióloga Ruth Glass, en 1964, para referirse a la llegada de familias de clase media a los barrios céntricos y obreros de Londres. Merced a la gentrificación un barrio cambia su población histórica por un grupo social distinto, dotado de una mayor capacidad adquisitiva, lo que comporta un cambio en el aspecto formal y en las actividades tradicionales del barrio y, por lo tanto, un cuestionamiento –que puede ser definitivo– de su identidad histórica.

La gentrificación es un proceso complejo y polémico, traumático para la población que se ve forzada a desplazarse, y en el que intervienen las poderosas fuerzas del mercado global, pero que también puede estar impulsado, o favorecido, por las políticas de regeneración urbana. Barcelona, como otras ciudades europeas, está sometida a intensas dinámicas de gentrificación en algunos de sus barrios más emblemáticos. En este dosier, con la ayuda de destacados especialistas en las problemáticas urbanas, repasamos las peculiaridades del fenómeno, discutimos sus factores y condicionantes y reflexionamos sobre cómo asegurar, frente al mercantilismo que todo lo invade, el derecho a la ciudad de todos sus habitantes.

La imaginación ciudadana

Foto: Pere Virgili

La arquitecta Itziar González, que dirige el equipo ganador de un concurso de ideas para la Rambla, protagoniza la entrevista de este número.
Foto: Pere Virgili

La tarea de políticos y urbanistas es detectar las patologías urbanas y ponerles remedio. La remodelación de la Rambla es una oportunidad para hacer, a pequeña escala, un ejercicio de terapia administrativa que convenza a la ciudadanía de que tiene mucho que decir y algo que hacer para mejorar su entorno de una manera no defensiva.

“Tu vares fer-te per mans precipitades, / en profundes, nebuloses centúries” [“Tú te hiciste por manos precipitadas, / en profundas, nebulosas centurias”], dice Joan Perucho en su Oda a Barcelona. Sí, las ciudades se construyen con la precipitación que dicta la necesidad, pero también con el orden que requiere la convivencia. La ciudad de Barcelona se ha construido sobre una orografía montuosa, con faldas y rellanos, túneles y puentes, ora encaramándose a la montaña, ora bajando al mar. Una ciudad de palacios y barracas.

Una ciudad es la suma de aciertos sedimentados y de errores impacientes, y también todo lo que ha renunciado a ser. Carme Grandas ha recogido en La Barcelona desestimada proyectos que por razones financieras, políticas o de cambio de modas quedaron en un cajón. ¿Se imaginan que hubiera prosperado la idea de Rubió i Tudurí de trasladar el zoo al Park Güell? ¿O que hoy la Rambla tuviera un collar de quioscos diseñados por Gaudí? A su vez, la Escola d’Arquitectura de Barcelona ha mirado hacia atrás y ha recopilado los mejores trabajos de final de carrera de los últimos cincuenta años. Aquí también la Barcelona imaginada por los alumnos sirve para reflexionar sobre su devenir real. La historia de Barcelona es también la de sus remordimientos y dudas, la de sus proyectos imaginados y no aplicados.

Foto: Institut Municipal d'Hisenda

Proyecto de reforma de la plaza de Catalunya de Pere Falqués de 1891.
Foto: Institut Municipal d’Hisenda

La tarea de políticos y urbanistas es detectar las patologías urbanas y ponerles remedio. Dicho de otro modo, detectar las lacras que se han enquistado en los chakras de la ciudad, aquellos puntos de concentración de energía y movimiento que hacen que fluya. El caso de la plaza de Les Glòries, convertida en los años sesenta del siglo pasado en un nudo viario de cuatro ramales, es un ejemplo paradigmático de patología urbana, que consistió en supeditar las personas a los coches. La urbanización de Diagonal Mar ha puesto en evidencia que estábamos sacrificando un punto neurálgico del movimiento ciudadano en beneficio de la movilidad de los vehículos. De chakra a lacra.

Esta distinción entre movimiento y movilidad es uno de los pilares del proyecto de remodelación de la Rambla que impulsa el colectivo Km_zero, liderado por Itziar González. Exconcejala de Ciutat Vella, arquitecta y terapeuta urbana, González explica en la entrevista que abre este número que hay que rescatar la Rambla tanto del monocultivo turístico como de la inercia desencantadora. El proyecto de Km_zero tiene la vocación de convertirse en un laboratorio de participación que podría inaugurar una nueva relación entre la ciudadanía y la Administración. González tiene muy claro que gestionar la ciudad no es lo mismo que hacer ciudad, que es siempre la manifestación de la expresión colectiva. Para propiciar esta dinamización comunitaria es imprescindible una innovación en la gobernanza que pide unas nuevas reglas del juego y un nuevo lenguaje.

Foto: Pau Bajet

Proyecto de reforma de la plaza de Catalunya, el trabajo de final de carrera de Pau Bajet, alumno de la Escuela de Arquitectura, fechado en 2013.

A los que han oído tantas veces la palabra “empoderamiento” sin entender muy bien su significado, he aquí un ejemplo concreto. La remodelación de la Rambla es una oportunidad para hacer, a pequeña escala, un ejercicio de terapia administrativa que convenza a la ciudadanía de que tiene mucho que decir y algo que hacer para mejorar su entorno de una manera no defensiva. Km_zero propone un método horizontal, que tenga en cuenta tanto la opinión de las partes implicadas (vecinos, entidades, empresarios, etc.) como la observación de los técnicos. Es imposible refundar la Rambla sin la cooperación de todos los sectores, pero tampoco sin unos valores irrenunciables: la transparencia, la finura y la proximidad de la Administración, y sobre todo la urbanidad en el sentido más primigenio de la palabra, que en este caso quiere decir protección del arbolado, fomento del movimiento por encima de la movilidad, recuperación de la condición marítima y de los nodos (o chakras) que componen el paseo e integración de los barceloneses en su rico tejido cultural, sin olvidar a los turistas que han traído la luz de otros soles y que una tarde de agosto murieron atropellados.

Las comunidades extranjeras en Barcelona

Ilustración: Marc Pallarès

Ilustración: Marc Pallarès

El pasado otoño el politólogo búlgaro Ivan Krastev explicaba en una conferencia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) que los países de Europa en los que la xenofobia es más acentuada no son precisamente aquellos que han recibido el contingente más numeroso de refugiados. Al contrario, la animadversión a los extranjeros que ha despertado el éxodo sirio es mucho más acusada en aquellas zonas de Europa que han perdido más población en los últimos veinticinco años. “La gente que se va de su país devalúa y desprestigia su lugar de origen. Los que se quedan a menudo se consideran perdedores y viven con el sentimiento de que ya no entienden el lugar en el que viven”, observa Krastev.

Barcelona es, sintomáticamente, una de las ciudades de Europa que se han mostrado más receptivas ante el drama de los refugiados y a la vez uno de los polos de atracción de inmigración del sur de Europa. El crisol de comunidades extranjeras de todo el mundo que viven hoy en Barcelona es más grande y más diverso que nunca.

En este dosier hemos dedicado un espacio a investigar, por un lado, cómo viven las comunidades más numerosas de extranjeros: italianos, chinos, marroquíes, pakistaníes y latinoamericanos, y, por otro, recogemos cómo se han hecho más visibles nacionalidades hasta ahora poco representadas como los bengalíes, los armenios o los hondureños.

No tenemos miedo

Foto: Ajuntament de Barcelona

Foto: Ajuntament de Barcelona

El atentado terrorista del día 17 de agosto dejó una marca indeleble en la ciudad. Las reverberaciones de la solidaridad internacional nos confirmaban que vivíamos unos hechos de un impacto global. Solo hay que repasar la lista de las treinta y cinco nacionalidades de las víctimas de la Rambla para entender que el dolor se haya extendido por todo el mundo.

En el pasado mes de julio celebrábamos los 25 años de los Juegos Olímpicos, un acontecimiento feliz que marcó un antes y un después en la historia de la ciudad. Si los Juegos nos situaron en el mapamundi mental de tantas personas y colocaron a Barcelona entre las ciudades más carismáticas de Europa, el terrorismo es precisamente una reacción contra los valores y la libertad de aquel espíritu olímpico, un ataque en toda regla a una ciudad que nunca ha querido vivir ensimismada ni sometida. De la celebración entre nostálgica y autocrítica de la efeméride olímpica, hemos pasado en pocas semanas a ser objetivo declarado de la violencia terrorista junto a otras capitales europeas como Berlín, Madrid, París, Londres o Estocolmo. Un salto de pantalla que nos obligará a hacer frente a retos y problemas que reclaman una nueva atención.

La ciudad ha demostrado desde el primer momento que estaba preparada para encajar un ataque de esta magnitud. La eficacia de las fuerzas de seguridad y de los servicios de atención médica ha salvado vidas y ha aportado confianza y tranquilidad a una ciudadanía que ha sabido responder al atentado sin odio ni miedo. Por encima de las reacciones primarias, tan a flor de piel en momentos convulsos, ha hecho emerger el poso de tantos años de movimientos pacifistas y el espíritu de resiliencia de una ciudad que sabe plantar cara a la adversidad.

De la resiliencia y de la tradición pacifista de Barcelona hemos hablado ampliamente en esta revista. La resiliencia urbana no consiste únicamente en la capacidad de unos protocolos para hacer frente a desastres naturales o garantizar el suministro de los servicios en caso de sabotaje, sino que demuestra sobre todo la eficiencia y la entrega de los profesionales que velan por la seguridad de sus conciudadanos en caso de extrema necesidad. Por esta razón el Ayuntamiento decidió otorgar la Medalla de Oro al Mérito Cívico a la Guardia Urbana, al Centro de Urgencias y Emergencias Sociales, al Servicio de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamento, a la Policía de la Generalitat – Mossos d’Esquadra y al Sistema de Emergencias Médicas, después de su extraordinaria actuación del 17 de agosto.

Foto: Ajuntament de Barcelona

Foto: Ajuntament de Barcelona

La resiliencia de los barceloneses también se ha hecho patente en la solidaridad de comerciantes, vecinos y ciudadanía en general en los momentos inmediatamente posteriores a la tragedia. Hay que celebrar su respuesta, que ha rehuido en todo momento cualquier tentación de caer en divisiones y ha mantenido con aplomo y asertividad los valores propios.

Hacer partidismo de una tragedia como esta, con interpretaciones abusivas de unos hechos que son únicamente responsabilidad de los terroristas, es una falta de respeto hacia las víctimas. Cualquier intento perverso de aprovecharse políticamente de un acto infame como este equivale a dar la victoria a los terroristas, que solo buscan dividir a la sociedad y abrir heridas allí donde hay espacios de convivencia democrática y pacífica.

No tenemos miedo, pero tampoco podemos ignorar la herida que el atentado ha dejado en la ciudad, y muy sensiblemente en la Rambla, un paseo que ahora más que nunca hay que recuperar para una ciudadanía que se había sentido expulsada. La reforma de la Rambla cobra un nuevo sentido tras el atentado. Ya no se trata tan solo de ordenar una vía emblemática de Barcelona que se había convertido en un territorio exclusivamente turístico, sino que habrá que regenerar un tejido urbano y ciudadano que ha caído en manos de la especulación. Devolver un espacio público a unos ciudadanos que reclaman el derecho a vivir en su ciudad.

Monedas complementarias

Ilustración: Miguel Gallardo

Ilustración: Miguel Gallardo

Las monedas complementarias son sistemas monetarios que se crean al margen de los oficiales para promover proyectos sociales, ambientales y económicos, poniendo en valor activos y recursos locales que no se encuentran en los circuitos de inrtercambio ordinarios. Se erigen también como alternativa –desafío– a la banca tradicional, una banca que emerge de cada nueva crisis más concentrada y poderosa que antes, con ayuda de una digitalización que, lejos de fomentar la eliminación de intermediarios como en otros sectores económicos, en el financiero los hace cada vez más fuertes.

Barcelona prepara su moneda alternativa, ligada inicialmente a un plan de desarrollo social y comercial de los barrios del Eje Besòs. En las páginas siguientes explicamos los rasgos generales del proyecto y ofrecemos una visión de sus precedentes y de los fundamentos teóricos y prácticos de estos métodos de intercambio alternativos, incluidos los no estrictamente monetarios como los bancos de tiempo y diferentes tipos de organizaciones cooperativas.

Junto a experiencias cercanas en el tiempo y el espacio como la grama de Santa Coloma de Gramenet o el ecoseny de la Ecoxarxa Montseny, son también protagonistas del dosier otros sistemas de éxito como la cooperativa suiza de crédito empresarial WIR, la libra de Brístol, la moneda del municipio austríaco de Wörgl –de los años de la Gran Depresión– y los LETS (Local Exchange and Trading Systems), surgidos en 1983 en Canadá. Merecen un artículo aparte las ecorredes que se crearon en Cataluña a partir de 2009 y la Cooperativa Integral Catalana, generadora de numerosos proyectos económicos alternativos.

El juego de la economía social y sostenible

Foto: Vicente Zambrano

Foto: Vicente Zambrano

Este Monopoly alternativo sirvió como campo de pruebas de la moneda local de Vilanova i la Geltrú.

Ecopolis es un juego inspirado en el Monopoly pero que en lugar de enseñarnos a especular quiere ayudarnos a entender cómo el uso de las monedas complementarias puede mejorar la economía de un pueblo. Se juega en dos partes: la primera, con criterios puramente capitalistas, y en ella se favorece la especulación, la rapiña y la destrucción planetaria; y la segunda, con criterios de economía social y sostenible. Aquí el tablero de juego representa una ciudad en la que está implementada una moneda complementaria que se obtiene mediante trabajos para la comunidad u ofreciendo productos artesanales, servicios o conocimientos. Los productos se pueden pagar en parte en moneda global y en parte en moneda local.

Cada jugador escoge al azar un personaje y una condición económica asociada, y a medida que avanza va encontrándose con necesidades que tiene que cubrir con lo que ofrece la sociedad. En la parte de economía social, las posibilidades de cubrir las necesidades son mucho mayores que en la capitalista y a la vez la huella ecológica es muy inferior.

Hay una ganancia colectiva, que se constata en el hecho de que todos los jugadores tienen trabajo y están mejorando la ciudad, y también una ganancia individual, que se mide según la capacidad de cada jugador de reducir su huella ecológica.

Ton Dalmau, el inventor del juego, explica: “El juego se creó en el año 2010 para entender cómo podría funcionar la moneda complementaria que estábamos diseñando pensando en Vilanova i la Geltrú. Hubo un momento, en octubre de 2010, en el que nos dijimos: ‘pongámonos a jugar en real’, y de ahí surgió la turuta, la moneda social de Vilanova i la Geltrú, un proyecto ciudadano”.

“La globalización ha servido para crear muchas cosas que no se pueden producir localmente (ordenador, móvil, avión, coche…), pero lo ha puesto todo en un solo mercado, incluso los productos que siempre habían tenido un origen local, y esto tiene un alto coste energético y repercute en la salud individual y planetaria –sigue Dalmau–. El poder de las economías locales complementarias consiste en poner en valor de nuevo todo lo que podemos producir localmente (comida, ropa, muebles, casas…). Creemos que la glocalización (global más local) es la auténtica globalización, pues lo global no funciona si lo local se destruye”.

Un siglo de memoria ciudadana

Foto: Vicente Zambrano

Foto: Vicente Zambrano

 

Foto: Vicente Zambrano

Fotos: Vicente Zambrano

El Ayuntamiento de Barcelona creó en 1917 la Oficina de Investigaciones y Publicaciones Históricas, dependencia que sería determinante para la traectoria de la investigación local. Encomendada al historiador, arqueólogo y archivero Agustí Duran i Sanpere (Cervera, 1887 – Barcelona, 1975), de ella surgió aquel mismo año el proyecto de dividr el Archivo Municipal en dos secciones, la administrativa y la histórica. Para acoger a esta última, el Ayuntamiento compró y reformó la Casa de l’Ardiaca, que en 1922 abrió sus puertas como sede del nuevo Archivo Histórico de la Ciudad, con Duran i Sanpere al frente.

Conmemoramos estos cien años de vida del centro con un reportaje sobre las acciones que dirigió Duran i Sanpere durante la Guerra Civil, como director de la Sección de Archivos de la Generalitat, para salvaguardar los depósitos documentales del país; con un artículo sobre la nueva sede archivística centralizada de Barcelona que, desde 2022, acogerá en Can Batlló los más de 50 km de documentos municipales, y con un segundo reportaje sobre la contribución de la sociedad civil a la preservación de la memoria urbana.

Justicia de género

Foto: Arianna Giménez

Foto: Arianna Giménez

El Plan por la Justicia de Género (2016-2020), impulsado desde la Concejalía de Ciclo de Vida, Feminismos y LGTBI, marca el camino para construir una ciudad en que las mujeres tengan voz y capacidad de decisión; en que las tareas domésticas y de cuidados estén distribuidas de manera más justa; en que la pobreza y la precariedad, que ahora tienen rostro de mujer, vayan desapareciendo; una ciudad, también, donde ninguna mujer tenga miedo al volver a casa sola de noche.

En los últimos años, la crisis económica ha afectado negativamente a nuestra ciudad, una crisis que, tal como demuestran los datos, afecta con más crudeza a las mujeres. Ellas han asumido los cuidados y han sufrido más que los hombres el paro de larga duración y la precariedad laboral. Demasiado a menudo hemos visto cómo la maternidad tenía una penalización que se traducía en sueldos inferiores y en la inaccesibilidad a cargos directivos.

Pese a la inercia patriarcal de la sociedad, una fuerza atávica difícil de corregir, algo comienza ya a cambiar, y en Barcelona hay claros indicios de ello. En primer lugar, no es extraño que una ciudad que ha elegido por primera vez en su historia a una mujer para ocupar la alcaldía se fije ahora como prioritario un Plan por la Justicia de Género. La acción no es un designio impuesto desde el consistorio, sino que se suma a la lluvia fina que ha dado ya los primeros brotes verdes de un nuevo modo de entender la justicia social. Hemos asistido a la aparición de numerosas iniciativas que posibilitan un cambio auténtico: la red vecinal se ha activado para facilitar el acceso a los bienes comunes desde múltiples ejemplos de innovación social, como grupos de consumo, bancos de tiempo, huertos urbanos, finanzas sociales. El sentido comunitario de estas prácticas debe formar parte de los cambios estructurales hacia otro modelo de urbe. Y, para ser real, la transformación tendrá que estar impregnada también de justicia de género.

Foto: Arianna Giménez

Foto: Arianna Giménez

Foto: Arianna Giménez

Foto: Arianna Giménez

El Plan por la Justicia de Género (2016-2020), impulsado desde la Concejalía de Ciclo de Vida, Feminismos y LGTBI, constituye el instrumento municipal básico en el camino de eliminar las desigualdades de género. Es una herramienta para la promoción de la equidad entre hombres y mujeres, y entre las mujeres mismas. El plan marca el camino para construir una ciudad en que las mujeres tengan voz y capacidad de decisión; en que las tareas domésticas y de cuidados estén distribuidas de manera más justa; en que la pobreza y la precariedad, que ahora tienen rostro de mujer, vayan desapareciendo; una ciudad, también, donde ninguna mujer tenga miedo al volver a casa sola de noche.

El Plan de Justicia de Género se define en un contexto de cambio en que se están produciendo múltiples crisis a la vez –económica, de sostenibilidad de los cuidados, ecológica y de representación–, con un impacto significativo en la desigualdad entre mujeres y hombres. Es en el ámbito local donde somos más conscientes de este impacto, pero a la vez es también el espacio en que disponemos de más instrumentos para mitigarlo. Tenemos la oportunidad de mejorar el sistema representativo, democratizar la democracia con mecanismos que permitan a hombres y mujeres participar en la toma de decisiones de modo equitativo.

Uno de los objetivos del plan es reforzar los mecanismos de participación política, social y tecnológica de las mujeres, trabajar el reconocimiento de sus voces y dar alas a la emancipación que busca transformar la sociedad patriarcal.

Foto: Arianna Giménez

Foto: Arianna Giménez

Una ciudad inclusiva requiere repensar sus bases económicas. Debemos poner el cuidado de las personas en su centro, como actividad que genera valor social y no solo de mercado. No se trata de crear simples mecanismos de compensación para garantizar los derechos y el bienestar de las mujeres, sino de poner en solfa una política que transforme todos los ámbitos. Es un cambio institucional que ha de empezar por el propio consistorio, y que comporta revisar los procesos que se siguen a la hora de incorporar la igualdad como requisito y garantizar que las condiciones laborales de la función pública sean igualitarias.

Precisamos una ciudad más femenina, que prestigie las tareas que han ejercido sobre todo las mujeres, también para repartirlas equitativamente, pues de nada serviría prestigiar la labor abnegada y anónima de tantas mujeres que prestan servicio a los demás si los hombres no quisieran asumirla o compartirla. No se trata de premiar a las mujeres por realizar los trabajos menos gratificantes, sino de darles el valor que tienen para el bienestar de la colectividad.

Urbanismo y género

Ilustración: Susanna Martin

Ilustración: Susanna Martin

¿Hemos pensado alguna vez qué uso prioritario damos a la ciudad y al espacio público? Hombres y mujeres utilizan la ciudad de manera diferente: los hombres se desplazan más por motivos ocupacionales (19,4 %) y las mujeres mayoritariamente por razones familiares (15,6 %) y en segundo lugar ocupacionales.

Históricamente, las calles y los transportes de las ciudades se han pensado poniendo el foco en el mercado laboral y en la economía más que en los servicios públicos, las tiendas, las escuelas o los centros de asistencia primaria, entre otros. En este contexto, el urbanismo para la vida cotidiana pretende dar la vuelta a este modo de organizar el espacio en función casi exclusivamente de la productividad y repensarlo o cambiarlo para volver a un uso humano de la ciudad. El Ayuntamiento se propone este reto desde una perspectiva igualitaria con base feminista. La estrategia incluye actuaciones dirigidas, por un lado, a evitar que las mujeres sufran discriminaciones y, por otro, a equilibrar la participación de mujeres y hombres: por ejemplo, facilitando que las tareas de cuidados no recaigan solo ni sobre todo en las primeras.

En las páginas siguientes se exponen los principales problemas que se precisa abordar con este objetivo, en los ámbitos de la movilidad, el trabajo, la seguridad y la lucha contra la feminización de la pobreza y la gentrificación. El cambio de paradigma a favor de una ciudad cuidadora se halla en los artículos firmados por Sara Ortiz, Blanca Valdivia, Clàudia Rius, Carla Alsina, Socorro Pérez Rincón, Esther Fernández Cifuentes, Zaida Muxí y Gerardo Santos.

La ciudad invisible

Son muchas las capas de Barcelona que quedan ocultas. En este número, hablamos de la fauna urbana, visibilizamos luchas vecinales como la del ateneo de Nou Barris o el peso histórico de las mujeres en estas luchas, rescatamos archivos y álbumes de fotografías familiares e incluso descubrimos a qué huele Barcelona.

Foto: Vicente Zambrano

Foto: Vicente Zambrano

A menudo lamentamos la relación superficial que tienen los turistas con Barcelona. Los visitantes establecen con la ciudad un contacto epidérmico, puramente icónico, y se van con cuatro nociones mal digeridas y una galería de selfis almacenadas en el móvil. Hay una capa invisible para ellos, esa capa gruesa de la Barcelona real, la que nos conecta con el ritmo diario y con las pulsiones más profundas de la ciudad. Existe, sin embargo, una Barcelona invisible también para muchos de nosotros, que vivimos aturdidos por el trasiego diario, y a la que hemos querido prestar atención en este número.

Hablamos en primer lugar de los animales que forman parte del ecosistema urbano. Nuestra convivencia con estos seres vivos depende de un equilibrio que va mucho más allá de la buena relación que podamos tener con los animales domésticos. La diversidad de especies que habitan en Barcelona, autóctonas o foráneas, es riquísima.

Foto: Vicente Zambrano

Foto: Vicente Zambrano


Foto: Vicente Zambrano

Foto: Vicente Zambrano

Gracias a las jornadas técnicas de fauna urbana organizadas por el colectivo Animal Latitude, hemos podido reunir y contrastar visiones de expertos en ecología urbana y activistas animalistas que se dedican a proteger a los animales y preservar nuestra relación con ellos en un marco saludable. Las jornadas se inscriben en el proyecto de educación ambiental “Animales en la Ciudad” que cuenta con el apoyo del Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona. Muchos hemos visto las volteretas de los delfines en el Zoo, pero son pocos los privilegiados que han atisbado a los cetáceos del frente marítimo. Hemos oído hablar de incursiones de los jabalíes en zonas urbanas, pero pocos son conscientes de que representan solo la punta del iceberg de un desequilibrio en la convivencia con la fauna salvaje. Tampoco conocemos demasiado la labor invisible que realizan muchos activistas voluntarios y profesionales de ecología urbana que velan por preservar el verde urbano y la biodiversidad, el patrimonio natural de la ciudad, y por garantizar una gestión ética de la fauna urbana.

En este número también hemos realizado un esfuerzo por visibilizar muchas luchas vecinales que se llevaron a cabo en barrios que vivieron años sin tutela municipal y que han engrandecido la vocación democrática de Barcelona. Recordamos cómo en 1977 un grupo de vecinos derribó la planta asfáltica de Nou Barris y abrió un ateneo popular que durante los últimos cuatro decenios se ha convertido en un centro de cultura autogestionada. También hacemos visible en un amplio reportaje el peso histórico de las mujeres en las luchas vecinales y obreras, representadas por Maruja Ruiz, Llum Ventura y Paqui Jiménez, militantes históricas con un compromiso democrático y antifranquista insobornable.

Foto: Vicente Zambrano

Foto: Vicente Zambrano

Asimismo, reivindicamos a mujeres de ayer y de hoy, como Clotilde Cerdà, hija de Ildefons Cerdà, francmasona de ideología republicana y antiesclavista, fundadora de la Academia de Artes y Oficios de la Mujer, que pagó muy cara su lucha por la emancipación intelectual de la mujer. O a una mujer de hoy como la veterana maestra Maria Antònia Canals, a quien entrevistamos. Esta pedagoga histórica de Rosa Sensat ha abogado siempre por “unas matemáticas útiles para la vida”. Su buen talante y un preciso instinto pedagógico han abierto el camino a generaciones de maestros del país.

Son muchas las capas de Barcelona que quedan ocultas, como la que rescatamos ahora de los archivos y álbumes de fotografías familiares, recuerdos que en muchas ocasiones han llegado a los Encantes dentro de cajas de zapatos y de galletas. Y es gracias a la red invisible que han ido tejiendo anticuarios y coleccionistas, archivos públicos y privados y, sobre todo, las propias familias, por lo que ahora disponemos de testimonios excepcionales de la vida cotidiana de la ciudad durante buena parte del siglo XX.

Existe aún otra Barcelona invisible, la más sensorial y evanescente de todas, y es la ciudad que olemos. Descubrimos los últimos estudios que se han realizado para dibujar el mapa de olores de la ciudad. ¿Qué valores pueden aportar al planeamiento urbanístico? ¿A qué huele Barcelona? Entren, lean y huelan.

La gestión de la fauna urbana

Ilustración: Patossa

Ilustración: Patossa

Barcelona ha sido pionera en prohibir las corridas de toros y el uso de animales en el circo, y ahora lo es en el desarrollo de un nuevo modelo de zoológico que ahorre padecimientos a los animales. Tanto la lucha antitaurina como el impulso de renovación del Zoo se han visto favorecidos por la complicidad de una administración especialmente sensible en este ámbito. Se trata de luchas y proyectos que cobran todo su sentido cuando se insertan en una defensa amplia del bienestar de la fauna y de la biodiversidad, factores que son indicadores de salud colectiva, civilidad y compromiso ecológico. Pero a menudo imaginamos a los animales en espacios naturales o recluidos en zoológicos, sin ver que a nuestro lado existe también una fauna urbana muy rica y mayoritariamente libre.

El ruido, la contaminación o el afán predatorio no juegan a favor del equilibrio entre los humanos y las otras especies que hallan su modus vivendi en el ecosistema urbano. Velar por la protección de estas especies –y por el control de las invasoras– es un deber cívico y una manera de preservar nuestros vínculos con la naturaleza. Expertos y activistas nos descubren en las páginas siguientes la riqueza de este tesoro natural de Barcelona, inmediato pero también recóndito.

El derecho a la ciudad

Foto: Vicente Zambrano

Foto: Vicente Zambrano

La población mundial ya es mayoritariamente urbana y cada vez lo será más. En el futuro las ciudades acumularán una concentración demográfica nunca vista hasta ahora, y tanto la felicidad como la creatividad y la eficiencia de todos nosotros dependerán en buena medida de si somos lo bastante hábiles para dotarnos de un hábitat que no pierda la escala humana. Es más, el futuro de la especie pasa por la ciudad, que es ahora mismo uno de los principales instrumentos de progreso de que disponemos para hacer frente al futuro. Y, con todo, el cambio de época que vivimos nos obligará a refundar el concepto.

El margen de un gobierno municipal a la hora de dirigir el curso fluctuante de una ciudad tiene unos límites. El desorden inherente a cualquier acción espontánea no se podrá regular nunca de manera completa desde la Administración, ni tampoco sería deseable. Allí donde no llegan las leyes ni la ordenanza municipal, la vida encuentra grietas para afirmarse y someternos a tensiones inéditas y a nuevas contradicciones. Hoy más que nunca hay que rehabilitar la vida en las ciudades antes de que impere la ley del más fuerte.

Cuando el espíritu mercantilista y especulador parece dominar en Barcelona con más fuerza que nunca, la ciudad necesita redoblar esfuerzos para garantizar derechos fundamentales, como los de acceso a la vivienda y a un espacio público libre de coacciones. A lo largo del año 2016 el Colegio Oficial de Arquitectos de Cataluña organizó el Congreso de Arquitectura, un acontecimiento que no se celebraba desde 1996. De todas las jornadas y debates que se mantuvieron salió un compromiso ciudadano orientado a los nuevos valores de participación, igualdad y sostenibilidad.

Foto: Vicente Zambrano

Foto: Vicente Zambrano

Los ciudadanos vivimos asediados por múltiples violencias, sean estructurales o simbólicas, que nos fuerzan a ver como normales y cotidianas situaciones intolerables, pero que ya forman parte de inercias muy difíciles de corregir. Hablamos de la gentrificación, la pobreza energética, las deficiencias de movilidad, el ruido, la segregación, la turistificación del espacio público, etc. En respuesta a todos estos factores desestabilizadores, que ponen contra las cuerdas a una parte importante de la población urbana, se formula lo que se ha denominado “derecho a la ciudad”, un derecho de derechos que reúne un mínimo imprescidible  de garantías para sus habitantes.

El derecho a la ciudad no se refiere al derecho a vivir en ella, que obviamente posee cualquier persona, sino a la capacidad de acceder a los servicios básicos y a un espacio público compartido que deben tener quienes ya forman parte del tejido urbano. Allí donde la ley espontánea del mercado no sea capaz de asegurarlo, se alcanzará por fuerza a través de la urbanidad, la ética de la ciudad, que no es otra cosa que el conjunto de herramientas colectivas de que se dota una comunidad para poder convivir en un mismo espacio. Si el urbanismo es competencia de las autoridades, la urbanidad dependerá de los ciudadanos, porque nos pedirá un sentido de comunidad que solo puede construirse a partir de la generosidad colectiva.

Este derecho es inviable sin unos correspondientes deberes de ciudadanía. El sentido de urbanidad no se puede limitar al ejercicio de la buena educación, ni reducir a un conjunto de normas para circular correctamente por las calles, sino que reclamará también visión colectiva: respeto por la diferencia, empatía social, conciencia ecológica y la voluntad de participar en la gobernanza colectiva. Ciudad libre y abierta, sí, pero con la finura de la urbanidad.

Ciudades (más) humanas

Ilustración: Olga Capdevila

Ilustración: Olga Capdevila

Se prevé que en el año 2050 casi el 70 % de la población mundial vivirá en zonas urbanas. En España este porcentaje ya llega al 80 %. Las ciudades del mundo ocupan solo el 3 % de la superficie de la Tierra, pero son responsables del 60 al 80 % del consumo de energía y del 75 % de las emisiones de carbono. El futuro de la humanidad, pues, se juega en las ciudades.

En el siglo XXI Barcelona ha experimentado un boom migratorio –entre 2000 y 2015 llegaron más de un millón de personas, procedentes de otros países y también del resto de Cataluña y de España. Ante esta nueva realidad demográfica, la ciudad ha de saber encontrar nuevos equilibrios que hagan posibles unas condiciones dignas de subsistencia en los ámbitos educativo, sanitario, laboral, medioambiental y de vivienda.

El futuro de la ciudad debe construirse sobre tres pilares básicos: la identidad, la cohesión y la sostenibilidad. En la convivencia pacífica de múltiples identidades está la clave de la cohesión. Y ser capaces de generar una cohesión que favorezca la igualdad será un requisito indispensable para garantizar una ciudad sostenible.

¿Es posible construir ciudades más humanas? Para responder a esta pregunta diferentes entidades sociales y grupos de reflexión organizaron en noviembre un ciclo de conferencias, cuyos temas resumimos en artículos de los propios ponentes.

Planes para la noche barcelonesa

Foto: Dani Codina

El Heliogàbal, de Gràcia, dedicado desde hace unos meses a los recitales de poesía casi en exclusiva.
Foto: Dani Codina

La ciudad crece pasadas las ocho, pero sin planificación y, según muchas voces críticas, a las órdenes del turismo. No se ha pensado para la noche, a diferencia de lo que han hecho otras urbes europeas. Rebosa de músicos y de salas ansiosas de programar conciertos en vivo, pero una política de restricciones aplicada desde hace años ha llevado el sector a la depresión.

El Ayuntamiento aprobó hace unos meses un nuevo marco normativo para permitir a bares, cafeterías y restaurantes programar música amplificada en directo siempre que se atengan a unos requisitos de seguridad y a un control estricto del nivel sonoro. Es el avance de un ambicioso plan para impulsar el circuito de la música en vivo de pequeño formato, a partir del reconocimiento del valor cultural y social de esta oferta de ocio. La música en directo es una manifestación cultural de base con una gran tradición entre nosotros; apostar por ella tiene que ver con el modelo de ciudad.

Cling, cling. Es el ruido metálico de las monedas cuando alguien las toquetea, las cuenta, las reparte. Frec, frec. Hay también billetes de cinco, y algunos, pocos, de diez. Sobre todo hay suelto. El grupo Pol Omedes Special 4tet ha dado un concierto –jazz, estándares y alguna composición propia– y ahora cobra. Principalmente del bote, aunque el local también aporta algo. El aforo no da ni para un jornal “ético”. Lo de ético lo dice Albert Pons, socio de Robadors⁠ ⁠23, donde ha tocado el cuarteto.

Barcelona crece pasadas las ocho, pero, según las voces críticas, sin planificación y a las órdenes del turismo. No se ha pensado para la noche, como sí han hecho otras ciudades europeas. Rebosa de músicos y de espacios anhelantes de programar música en vivo, pero las restricciones inauguradas por el gobierno municipal tripartito de izquierdas, desarrolladas luego durante el mandato de CiU, llevaron la ciudad a la depresión. El actual equipo de gobierno alerta de que la escena “está en peligro” y, para salvarla, ha lanzado un nuevo marco legal que modifica la perspectiva con la que se gestionaba la noche. El cambio es sustancial: bares, restaurantes y cafeterías, que antes no podían programar música en directo amplificada de manera legal y sin que los multaran, ahora sí que lo podrán hacer siempre que no superen un volumen determinado de decibelios, variable según la zona, y que cumplan unos requisitos de seguridad. La medida pretende reforzar el circuito de música en vivo de pequeño formato, una de las expresiones más populares de la cultura urbana barcelonesa.

Barcelona pasó, en un abrir y cerrar de ojos, del frenesí creativo –de perfil hippie y psicodélico– de los años setenta, localizado en espacios como Zeleste, al descontrol y el ruido de finales de los ochenta. La Barcelona preolímpica vivía su noche con absoluto caos: punkies, hippies y rumberos inundaban todos los rincones de la ciudad.

Ese caos de los ochenta y de los noventa es un mito reducido ahora a literatura, pero que, de manera contradictoria, forma parte de la marca: se vende aunque no exista. Sergio Pitol, el escritor mexicano, relata esa Barcelona en directo desde la calle de Escudellers. En 2016, el autor barcelonés Miqui Otero convierte la Barcelona de los noventa en Rayos. Fidel, Justo, Iu y Brais –protagonistas de Rayos– vivieron su hilarante juventud a principios de los noventa; despidieron una ciudad y vieron nacer otra.

Del caos a la marca, y de la marca a la depresión

El gobierno socialista de Pasqual Maragall puso los cimientos de la marca Barcelona. La ciudad se transformó poco a poco, y pasó de ser un piso de estudiantes rebosante de colillas, con música a altas horas y desayunos anárquicos, a una casa anfitriona para doce millones de turistas, que buscan la Barcelona de folleto y se concentran masivamente en el Port Vell y en el Port Olímpic, zonas que en los últimos años se han convertido en focos de peleas y juerga. Pese a las repetidas quejas de los vecinos de la Vila Olímpica, las respuestas no empezaron a llegar hasta el pasado verano, cuando el Ayuntamiento aprobó firmar un protocolo con la Generalitat para asumir la titularidad y la gestión directa del Port Olímpic, medida que se hará efectiva a partir de 2020, cuando venza la concesión actual.

La escena musical barcelonesa se fue convirtiendo así en una realidad deprimida, marcada por un modelo turístico invasor, que menospreciaba y empobrecía las salas pequeñas. Es más, la noche pasó a ser parte integrante de este modelo.

Una nueva normativa cargada de promesas

Foto: Dani Codina

Actuación en el local de Absenta de Ciutat Vella, en la calle de Sant Carles.
Foto: Dani Codina

El actual equipo municipal asumió el gobierno de la ciudad en mayo de 2015 con un programa que incluía la problemática de las salas de música. El Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB) se puso a la tarea para desarrollar un Plan de la música, en coordinación con otros departamentos y los distritos. El plan contempla “diferentes líneas de actuación para reconocer el valor cultural y social de la música en vivo, a la vez que se considera su sostenibilidad en el marco de relaciones vecinales que garanticen el derecho al descanso” de los residentes de las áreas próximas a los locales. El paquete de medidas para promover la música en vivo forma parte del Plan de Culturas 2016-2026, que pretende repensar la relación con el sector cultural de la ciudad durante los próximos diez años, y fue la propuesta de cultura más votada en el proceso participativo del Plan de Acción Municipal 2016-2019 (“Decidamos Barcelona”).

Como avanzadilla del plan, el 11 de mayo el ICUB publicó una circular para regular la realización de música amplificada en directo en los establecimientos de hostelería. A la nueva regulación se pueden acoger los locales como Robadors 23 o el bar Absenta, que hasta su aprobación habían ofrecido actuaciones de forma técnicamente ilegal. La norma, de entrada, fue bien recibida por los músicos y los propietarios de bares y restaurantes, que también se podrán beneficiar de su línea de subvenciones: un total de 400.000 ⁠euros destinados a adecuar los locales a las nuevas exigencias de insonorización. Representa una bocanada de aire fresco para un sector que –sin perder aún su escepticismo– ve en ella una oportunidad para reconstruir el escenario del ocio nocturno musical, entendido como un espacio-tiempo con un gran potencial para la integración social ciudadana. Y también se aprecia positivamente la oportunidad que ofrece para cubrir el vacío entre las dos opciones extremas que hasta ahora se presentaba a los músicos en Barcelona: tocar en acústico en un bar o bien con amplificación en una sala de mayores dimensiones.

Robadors 23 como símbolo y resumen

Foto: Dani Codina

Actuación musical en el local de Ciutat Vella Robadors 23, en la calle del mismo nombre.
Foto: Dani Codina

Con los últimos aplausos la gente sale a la puerta de Robadors 23 y, con ellos, los integrantes del Pol Omedes Special 4tet: comentan, fuman y ríen en esta calle del Raval. El final de la actuación coincide con el cierre de las tiendas y con el paso de los cinéfilos que acuden a la última sesión de la Filmoteca de Catalunya, la de las nueve y media de la noche.

Los Pol Omedes Special 4tet son cuatro a repartir el bote: el trompeta, el saxofón, el contrabajo y el batería. La entrada ha costado cinco euros, y había unas treinta personas de público. ¿Cuánto han obtenido, al final? “Me da vergüenza reconocerlo, pero compensamos lo escaso del sueldo con el placer de interpretar una determinada música en compañía de unos músicos específicos. Me está mal decirlo, porque a Robadors 23 le tengo mucho respeto”, declara Martin Leiton, el contrabajista. Es canario y, pese a un contexto laboral precario, ha escogido Barcelona para aposentarse, hacer música y vivir de ella. Antes tocó en Málaga, Cuba, Buenos Aires, Madrid y en su Tenerife natal.

“En un día normal como hoy suele haber unas treinta personas. Podríamos subir los precios, pero entonces solo vendrían extranjeros. Y, evidentemente, si no hacemos conciertos no acude nadie”, se lamenta Albert Pons, uno de los socios propietarios de la sala Robadors 23, cuya historia resume las contradicciones de la noche musical urbana.

Robadors 23 abrió en 2004, cuando la calle no era mucho más que un pasillo de condones usados y jeringuillas de un solo uso desechadas. Ahora se encuentran allí bares cool y, a dos pasos, el hotel Barceló Raval, que ofrece habitaciones de hasta 300 euros la noche. Desde 2004 lo han cerrado en tres ocasiones por “cuestiones urbanísticas y policiales”, y otras tantas ha abierto de nuevo. A principios de 2016 casi se produjo el cuarto cierre, pero la normativa actual “les salvó por los pelos”, según explica Pons, sentado en la misma barra desde la que asiste a la docena de conciertos que el bar programa semanalmente. En un momento empezará otro: esta vez, de flamenco. Robadors 23, que se ha convertido en un local de culto para los músicos en tránsito por la ciudad, es uno de los bares que aparecen en las guías turísticas como emblemáticos de la noche barcelonesa.

El saxofonista abre la cartera y va guardando el dinero. Se llama Lluc Casares y es uno de esos tantos jóvenes barceloneses que la ciudad ha acabado expulsando de hecho. Es así como justifica su marcha a Ámsterdam: “Allí voy viviendo de la música, pero reconozco que somos una generación que no estamos acostumbrados a ganar dinero. Nuestra vida es ir a tocar a estos sitios, disfrutar de ellos y sobrevivir como podamos”.

El destino de Lluc Casares fueron los Países Bajos, hace ya cinco años, pero si le salen “cositas” por aquí coge un vuelo de bajo coste y vuelve a Barcelona. Se graduó en la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC), y realizó un máster en Ámsterdam y un intercambio en Filadelfia. Su trayectoria musical se resume hasta el momento con esta tríada: becas, “mucha inspiración de otros músicos” y conciertos en salas pequeñas. También toca en salas grandes, pero son la excepción.

Casares cree que Barcelona es en verdad una ciudad inspiradora, pero también que en ella se hace difícil mostrar los frutos de esta inspiración: hay muchos músicos en competencia entre ellos y se presentan pocas oportunidades para tocar en directo en las condiciones adecuadas.

Cambio de modelo

Las condiciones en que las salas ofrecen música en directo fue tema de debate intenso en los días que precedieron a las últimas elecciones municipales, y ahora ya se ha introducido de lleno en la esfera de las decisiones políticas: la cuestión no solo tiene que ver con las multas o con un enfrentamiento entre vecinos y locales, sino que afecta al modelo de ocio y al modelo de ciudad en sí. Apostar por la música en directo es uno de los modos de apoyar las manifestaciones culturales de base, y aquí es donde entran en escena las salas pequeñas y las bandas locales.

Carmen Zapata es uno de los nombres que suenan en esa noche, que aún está definiendo su rumbo, que es la barcelonesa. Es gerente de la Asociación de Salas de Concierto de Cataluña (ASACC) y fundadora de la Asociación de Mujeres de la Industria de la Música. La entrevistan en Scannerfm, la primera radio que sonó exclusivamente por internet en Barcelona. Zapata comparte sofá con Miquel Cabal, director adjunto del Heliogàbal, la sala de Gràcia que tuvo que bajar la persiana antes del pasado verano, asediada por las inspecciones de la policía y víctima de constantes multas. Había sobrevivido durante veinte años con una licencia que no se adecuaba a su actividad como sala de música en directo.

“Seguimos viviendo en una precariedad alarmante que no tiene visos de solucionarse ni con facilidad ni deprisa –responde Zapata a una pregunta del entrevistador de Scannerfm–. Aunque hay voluntades que ayudan: con voluntad política es mucho más fácil cambiar las cosas. Pero quien debe demostrar voluntad política y sensibilidad cultural a un tiempo es el Departamento de Interior de la Generalitat, que es quien regula los espectáculos y la actividad de las salas de conciertos. Y ahí con la policía hemos topado”.

Una treintena de salas forman parte de la ASACC. Carmen Zapata nos explica que la entidad, creada en 2001, sigue reivindicando que los conflictos con las salas se gestionen desde una perspectiva cultural y que la responsabilidad de resolver los problemas de la calle no recaiga en los propietarios. “Si alguien grita en la calle, el propietario no debería ser el responsable. Las salas ya se encargan de bunquerizarse”, afirma.

El músico, investigador y productor cultural Daniel Granados, director de programación del encuentro Cultura Viva, de la plataforma de investigación cultural ZZZINC y de Producciones Doradas, asesora al ICUB en materia de políticas musicales. Lleva años empeñado en la idea de que una ciudad debe repensar qué se entiende por música, por manifestación cultural, y a partir de aquí reconocer e impulsar la cultura de base: proteger a quien quiera coger una guitarra en un bar porque sí, y también a quien pretenda ganarse la vida con esta actividad. Granados participó en el desarrollo de la normativa de música amplificada y en el del ya citado Plan de Culturas 2016-2026, que presentó el gobierno municipal al comienzo del mandato.

El bar Absenta, en la plaza del Pes de la Palla, programa regularmente música en directo en su sótano. Con la nueva normativa puede hacerlo legalmente. El bar está prácticamente desierto; solo rompen la calma un hilo musical a un volumen tan solo un punto por encima del silencio y las conversaciones de un par de mesas ocupadas. Ruido blanco, lo llama Daniel Granados.

Los problemas serios vienen de la calle

Foto: Dani Codina

Bar musical La Rouge, en la Rambla del Raval, en horas nocturnas.
Foto: Dani Codina

La nueva normativa vela con extremo rigor por la salud acústica de los vecinos, especialmente en Ciutat Vella, Sants, Gràcia y el Eixample, donde se establecen “zonas de especial saturación de espacios de pública concurrencia” en que es obligado el cierre del grifo sonoro a las 11 de la noche. En caso de que haya una vivienda junto al local, se permite un nivel sonoro –medido en el dormitorio de la vivienda– que no supere los 30 decibelios entre las 7 de la tarde y las 11 de la noche, y los 25 decibelios en horario nocturno, entre las 11 de la noche y las 7 de la mañana.

Foto: Dani Codina

Otra imagen del local Robadors 23, en este caso del exterior.
Foto: Dani Codina

¿Qué son 25 dB? “El silencio. Pedimos la insonorización de los locales para que a las viviendas cercanas no les llegue el ruido –recordaba Granados en el diario digital Catalunya Plural pocos días después de la presentación de la circular del ICUB–. Con todo, el 95 % de las denuncias contra locales de música en vivo no tienen relación con la música en sí, sino con el ruido que se genera fuera del establecimiento. Lo que ahora estamos considerando –en grupos de trabajo formados por representantes de los distritos, de los vecinos y de la Guardia Urbana– son las maneras de intervenir en caso de conflicto”.

“No es la música en vivo lo que genera un problema de convivencia, sino lo que ocurre en la calle –insistía Granados en la citada entrevista–. Hay una cantidad brutal de bares que ofrecen retransmisiones de partidos durante los que la gente grita ‘gol’ o sale a la calle a fumar, y no pasa nada”.

De noche, los decibelios de Ciutat Vella parece que se amplifiquen. En el centro de Barcelona conviven algunas pequeñas salas que programan música en directo, como es el caso de Sidecar o el de Robadors 23, con otros locales con horarios infinitos, pensados para los turistas, activos todos los días de la semana: el turista es quien tiene fiesta a diario, quien al día siguiente no madruga. Poco importa si es martes o viernes.

Ciutat Vella es el segundo distrito más pobre de la ciudad, solo por detrás de Nou Barris. Tiene una renta per cápita de 14.481 euros. A la vez, y según datos del CIS de 2015, es el distrito –junto con el Eixample– que concentra el mayor número de alojamientos turísticos: en las dos áreas centrales de Barcelona se concentra el 55 % de las plazas hoteleras. La ciudad ha sumado casi 20.000 desde el año 2005, con 367 hoteles y 27 apartoteles. Según la Encuesta de Servicios Municipales, la preocupación número dos de los habitantes de Ciutat Vella es el turismo, solo superada en orden de importancia por la precariedad laboral.

El distrito es el banco de pruebas de la ciudad en muchos aspectos, como el de la convivencia de los vecinos con los garitos de música. La concejala que lo representa, la valenciana Gala Pin, ha puesto en práctica políticas destinadas a disciplinar el comercio. La última afecta al turismo y el ocio: Barcelona ha congelado por un año las licencias en Ciutat Vella. Durante este periodo no se abrirán más hoteles, bares, discotecas, establecimientos de alquiler de bicicletas o servicios de información turística. El Consistorio aprovechará este año de moratoria para revisar el Plan de establecimientos de concurrencia pública, hostelería y otras actividades. ¿El objetivo? “Ordenar, priorizar y minimizar el impacto de su actividad sobre los vecinos”, explica Gala Pin.

Para la concejala el ocio nocturno es uno de los principales problemas del distrito, e influye de forma negativa en el descanso de los residentes. Al ajetreo habitual de los últimos tiempos se han añadido los récords del pasado verano, con unos índices de ocupación situados en los niveles de antes de la crisis.

Los responsables de las salas (pequeñas, medias o grandes) saben que el dinero habla en inglés, y que si quieren conseguir llenos cada noche necesitan virar la programación o programar “non stop”. Y, sin embargo, no toda la culpa es suya: la oferta decisiva ya no pasa por las salas, sino por los festivales. En cualquier caso, el efecto es que se resiente la identidad de las salas, que pasan a ofrecer una amalgama de estilos que abarque cuanto más, mejor. En general, las identidades que marcaron las noches europeas de cada ciudad a finales del siglo pasado se han desinflado: Berlín ya no es tan techno, París no tan french house. Y Barcelona ya no es tan… salvaje.

Poder y atractivo de los festivales

Foto: Josep Tomàs

El saxofonista del Pol Omedes Special 4tet, Lluc Casares, tocando en el Jamboree de la plaza Reial.
Foto: Josep Tomàs

Una parte cada vez más importante de estos turistas –se trata de una tendencia en alza– vienen ex profeso a Barcelona motivados por los festivales de música de verano. El Primavera Sound –la mitad de su público es extranjero–, el Sónar, el Cruïlla. La fórmula es sencilla: maratonianas sesiones de bandas y centenares de barriles escupiendo cerveza.

Aurelio Santos deja claro que no le veremos nunca ahorrar para un bono de tres días de este estilo. Lleva más de veinte años vinculado a la escena de la música en vivo de Barcelona, coordinando conciertos. “La gente, sobre todo los más jóvenes, son capaces de trabajar y ahorrar para conseguir los abonos de 200 euros de hasta dos y tres festivales cada verano, pero durante el resto del año no se ven con ánimos de consumir música en directo”. Lo dice molesto, casi enfadado, levantando el tono de voz.

Es el coordinador y speaker de las WTF Jam Sessions del Jamboree, el club de referencia del jazz en Barcelona; la voz del “Thank you for respecting live music” que repite cada lunes desde hace más de quince años. “El modelo de ocio musical que se ha fomentado se basa en los festivales –explica–. En vez de apostar por el consumo regular de música en salas pequeñas, todo se ha concentrado. La gente consigue su dosis de jazz en el Festival de Jazz de Barcelona, la de música indie en el Primavera Sound y la de electrónica en el Sónar. Quiere evasión, mostrarse, construirse una identidad. Si no vas al Primavera, no eres nadie”.

Aurelio Santos pertenece al colectivo de freaks –así se califica él mismo– que consumen música en directo cuatro o cinco veces por semana. “Yo no veo que en Barcelona se tome la cultura como lo que es: uno de los dinamizadores más importantes de cualquier civilización. En cuanto a la nueva normativa, es como recetar paracetamol para el dolor de un traumatismo causado por un choque a 200 kilómetros por hora”, concluye.

La vida continua en el Heliogàbal

Foto: Dani Codina

Viernes de poesía en el Heliogàbal, el emblemático local de la calle de Ramón y Cajal que espera todavía su oportunidad de reintegrarse plenamente al mundo de la música en vivo.
Foto: Dani Codina

Sobre la persiana del bar Heliogàbal, en la calle de Ramón y Cajal, en Gràcia, todavía se aprecia –pintada en estilo de grafiti– el último cartel del festival que organizan en verano coincidiendo con las fiestas del barrio. De su puerta hace tiempo que han desaparecido vecinos y no vecinos aguantando una cerveza y liando un cigarrillo tras otro. Hace muchos días que la sala no se queda pequeña y supera –he ahí uno de sus problemas– el limitado aforo de 39 personas. Con la cancelación de los ingleses Crushed Beaks en enero, el Heliogàbal anunciaba el cese temporal de su actividad como bar musical. Coincidiendo con la entrada en vigor de la normativa de la música amplificada, en mayo, el local clausuraba también el área de bar.

El establecimiento, erigido en protagonista de una reclamación compartida por muchos otros locales de Barcelona, anunciaba que se veía obligado a cerrar hasta septiembre por lo menos. El motivo del cierre era la falta de una licencia de actividades adecuada, lo que llevaba a que las inspecciones policiales acabaran siempre en multa. Mientras se esperaba la nueva normativa no había más solución que cerrar. El Heliogàbal –premio Ciutat de Barcelona 2012– cancelaba también toda la programación especial de celebración de su vigésimo aniversario. “Los ingresos del bar no son suficientes para cubrir los gastos generados, por lo que la única salida es cerrar”, destacaron en aquel momento los responsables del Heliogàbal. La noticia llegaba después de que el local de Gràcia organizara un concierto en la sala Razzmatazz (“Pagar la multa”: el título no engañaba) con el que recaudó cerca de 16.000 euros, gracias a la colaboración de bandas amigas y de una red de apoyo envidiable. Con ellos pudo cubrir una buena parte de los casi 22.000 de la deuda acumulada con la Administración.

Pese al cierre los propietarios de la sala encontraron el modo de trampear la situación: mantuvieron vivo el Cicle Ronda en la Sala BeCool, que para ellos fue balsa salvavidas durante los meses de penuria, y para sus seguidores válvula de escape. Y consiguieron que la luz volviera a brillar tras la persiana del Helio. En efecto, el local fue abriendo de forma intermitente algunos fines de semana, hasta finales de año, para acoger la 18.a edición de su ciclo de poesía trimestral. E incluso programando ocasionalmente algún concierto.

Recuperar la vertiente integradora de la noche

En la capital portuguesa reside un catalán que ha dedicado su tesis doctoral a repensar la gestión de la noche barcelonesa. Jordi Nofre, sociólogo e investigador de la Universidade Nova de Lisboa, ganó en 2009 el premio Joventut, de la Agència Catalana de la Joventut, por el trabajo L’agenda cultural oculta, que aquel mismo año le había hecho merecedor del título de doctor por el Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona.

En su tesis, Nofre defendía que la noche barcelonesa había sido “expresamente olvidada” por la Administración. “Muy a menudo las políticas de actuación se refieren a la ciudad de día, mientras que la ciudad nocturna queda segregada en términos espaciotemporales”, señalaba. Nofre hablaba de un panorama nocturno orquestado: “La noche de Barcelona ha sido utilizada por las administraciones públicas como una estrategia y como un mecanismo de higienización moral, cultural, social y también política de la ciudad. Hay un doble juego de la Administración en connivencia con las elites que gobiernan la noche en Barcelona porque, básicamente, genera mucho dinero a través de los sistemas impositivos y de recaudación tributaria”.

Jordi Nofre, que actualmente participa en un proceso de revitalización del puerto de Lisboa, nos amplía en videoconferencia algunos de estos conceptos. Le pedimos en entrevista telefónica que identifique a esas elites. “Barcelona es solo ocio y diversión; ya no hay industria. Los empresarios son los que deciden el modelo, no ya de turismo, sino incluso de ciudad”, afirma, contundente. Pero se puede hacer frente a este modelo con voluntad política, en opinión del sociólogo. “¿Por qué el Ayuntamiento sigue destinando dinero público a la promoción de la Barcelona turística y se olvida de los circuitos culturales underground y de los músicos jóvenes, que permitirían subsistir a los locales más pequeños?”, se pregunta.

Si el uso nocturno del espacio público es inseparable de nuestra cultura, expliquémoslo. Jordi Nofre imagina la puesta en marcha de unos créditos de la ESO donde se educara sobre la utilización de la noche y del espacio público, el control de sus riesgos, el respeto a los vecinos y al mobiliario urbano…

“La ausencia de proyecto de noche en Barcelona hace que esté socialmente muy segregada –continúa–. La noche latina se encuentra en un lugar, la jazzística en otro, la china en otro, los muchachos magrebíes suben a Mataró en tren. La noche es un espacio-tiempo que está absolutamente por descubrir como ámbito de integración social. Mi pregunta es: si vemos que el ocio nocturno es rentable y a la vez una oportunidad de integración social, ¿por qué el Ayuntamiento no abre discotecas públicas con una programación diferente?”

La invención del alcalde nocturno

El saxofonista del Pol Omedes Special 4tet, Lluc Casares, regresa a menudo a Barcelona, desde Ámsterdam, para tocar en locales como Robadors 23 o el Jamboree. Aunque escogió su destino como excusa para pivotar hacia los Estados Unidos –el conservatorio local ofrece un programa de  intercambio–, parece ser que la capital de los Países Bajos le ha seducido como hogar. Nos explica que “en Ámsterdam hay más locales que ofrecen música en directo (salas pequeñas, bares), mientras que los establecimientos oficiales (auditorios, salas de conciertos) se benefician de un público más regular. El consumo cultural es más alto”.

Al contrario que Barcelona, la ciudad holandesa lleva años pensando su vertiente nocturna; la noche se ha planificado y entendido como el espacio de socialización y expresión cultural ciudadana inclusiva a que se refería Nofre.

Una de las aportaciones pioneras que Ámsterdam ha hecho al modelo de ocio nocturno es el concepto del Night mayor, o alcalde de la noche, como figura mediadora que se encarga de gestionar y mejorar las relaciones entre los empresarios, los vecinos y el Ayuntamiento. Una de las primeras propuestas del actual alcalde nocturno de Ámsterdam, Mirik Milan, ha sido ampliar el horario de las salas del Barrio Rojo, que pasarán a abrir las 24 horas del día y a programar exposiciones, charlas o música en directo también de día. El modelo está teniendo tanto éxito que ya se está replicando en ciudades como París, Zúrich o Toulouse.

Casares no es en absoluto pesimista sobre el futuro de los que viven de las actuaciones en directo en salas pequeñas. Considera que, si la música es buena, la escena se salvará y se podrá vivir de ella. “Si cuidamos la música, ella también nos cuidará a nosotros”, concluye.

¿Qué significa ser pacifista hoy?

La respuesta pacifista tiene que ser ciudadana pero también global, y en esta exigencia el papel de las ciudades será cada vez más preponderante, pues la violencia no se instaurará solo entre estados en conflicto, sino también en el seno de las grandes conurbaciones.

Foto: Robert Ramos

Un joven del Movimiento de Objeción de Conciencia con una pancarta contra el ejército en Barcelona el 1984.
Foto: Robert Ramos

Foto: Robert Ramos

Protesta contra la entrada de España en la OTAN, en 1986.
Foto: Pepe Encinas

Este año se cumplen los cuarenta años de la fundación del Casal de la Pau de Barcelona, donde se gestaron las actividades pacifistas de los años ochenta, que llevaron una década más tarde a la campaña del “No” a la OTAN. Hoy hacemos balance del presente, el pasado y el futuro de la cultura de la paz. ¿Qué significa hoy ser pacifista?

En nuestros días las guerras ya no son lo que eran. Los estados occidentales se sienten impotentes ante la irrupción de nuevas formas de violencia, impredecibles e incontrolables. La guerra puede estallar en una provincia lejana de Asia o en el vagón de metro que te lleva al trabajo.

Hasta ahora las guerras las han administrado los estados. Por ello los movimientos pacifistas han planteado siempre su disidencia ante las instancias gubernamentales que han promovido los valores militares para defender un perímetro de soberanía. Los ciudadanos del mundo occidental ya no ven tan amenazada la integridad de su país, sino la seguridad con que viven dentro de su territorio. El europeo de hoy no pretende ganar ninguna guerra. Solo aspira a evitar o posponer la catástrofe.

Si durante la guerra fría se veía a los militares como los ejecutores de una escalada perversa de armamentos que solo podía conducir a una destrucción planetaria, ahora son muchos quienes los perciben como contingentes de paz que destinamos a conflictos lejanos para garantizar el orden mundial. Si los luchadores antifranquistas vivían con indignación la suspensión del estado de derecho, actualmente un gran número de ciudadanos están dispuestos a vivir en un permanente estado de excepción necesario para controlar los flujos migratorios. Estamos ante un paisaje preocupante. La democracia que habíamos soñado ponía la plenitud de los derechos ciudadanos por encima de la identidad nacional o la condición étnico-cultural.

Foto: Ruta Pacífica de las Mujeres / CooperAcció

Manifestación en Colombia en 2007.
Foto: Ruta Pacífica de las Mujeres / CooperAcció

El modelo de democracia plural e inclusiva cede ante la instauración de amplias zonas de exclusión. ¿Qué significa, pues, ser pacifista hoy? ¿Qué papel han de tener los movimientos de paz en este nuevo y desconcertante contexto? La paz presente y futura no se definirá en contraposición al conflicto bélico sino a la noción más amplia de catástrofe. La onda expansiva de guerras lejanas nos llega en forma de atentados terroristas u oleadas migratorias. La respuesta pacifista tiene que ser ciudadana pero también global, y en esta exigencia el papel de las ciudades será cada vez más preponderante, pues la violencia no se instaurará solo entre estados en conflicto, sino también en el seno de las grandes conurbaciones.

Los desequilibrios sociales pueden llevar a la insurgencia de excluidos y descontentos. El choque entre culturas o los efectos climáticos devastadores pondrán a prueba nuestra paz con brotes de violencia que no podemos prever, pero para los que debemos estar preparados. La devastación de Nueva Orleans por el huracán Katrina no fue solo resultado de una catástrofe natural, sino también de la desintegración de todo un orden social, que comportó pillaje y violaciones.

Ahora bien, la paz no puede reducirse a una simple cuestión de orden público y seguridad ciudadana; de lo contrario estaríamos renunciando al propio ejercicio de la paz para delegar su responsabilidad a las autoridades. No podemos dejar la paz en manos de la policía. La cultura de la paz tiene que anticiparse a todos estos retos para que la inminencia de la catástrofe no sea utilizada como una coartada para mantener el statu quo.

Foto: Pere Virgili

Manifestación en favor de los refugiados realizada el 19 de junio de 2016 bajo el lema “Abrid fronteras, queremos acoger”.
Foto: Pere Virgili

Como dice Slavoj Žižek en su ensayo Violencia: “Si abriéramos las fronteras, los primeros en rebelarse serían las clases trabajadoras locales. Cada vez está más claro que la solución no es ‘derribad los muros y dejemos entrar a todo el mundo’, la petición fácil y vacía de los ‘radicales’ liberales de buen corazón. La única auténtica solución es derribar el verdadero muro, no el del departamento de inmigración, sino el socioeconómico: cambiar la sociedad para que la gente deje de intentar escapar desesperadamente de su propio mundo”.

La paz en movimiento

Ilustración: Patossa

Ilustración: Patossa

Muchos hemos aprendido geografía a fuerza de guerras. Beirut, Vukovar, Kandahar, Tikrit o Alep son topónimos que se nos han grabado en la memoria con fuego y metralla. Y sin ir tan lejos, el nomenclátor urbano conmemora batallas más antiguas y cercanas, como Tetuán o Bailén.

Barcelona se ha señalado como ciudad pacifista. Dio muestra de ello durante la campaña anti-OTAN, en los años ochenta, y con el movimiento de objeción de conciencia al servicio militar, el lanzamiento de campañas como la C3A contra el comercio de armas, la creación de colectivos como el de Dones Antimilitaristes (DOAN) o las multitudinarias manifestaciones contra la guerra de Irak.

En este dosier abordamos el movimiento pacifista desde varios ángulos. Comenzamos por el rechazo al servicio militar, tan extendido a finales del siglo pasado que algún año hubo en Cataluña más objetores que reclutas. Nos fijamos en la paz de género, aún muy amenazada por la violencia patriarcal. Tratamos sobre la convivencia entre confesiones religiosas. Recogemos la labor de entidades dedicadas a promover los valores de la paz, integrantes de una red capaz de reaccionar ante las grandes crisis, como se ha demostrado con la activación por el Ayuntamiento, hace un año, del plan Ciudad Refugio. Y nos preguntamos por el futuro y los retos de Barcelona en este ámbito. En un mundo globalizado, las redes de ciudades están en el centro de la construcción de la paz.

Una revista que escucha

Barcelona Metròpolis llega a su número 100 después de treinta años de publicación casi ininterrumpida. A lo largo de tres décadas ha tenido la vocación de explicar la ciudad a los barceloneses y al mundo. Ha sido también un espacio para debatir y compartir a un ritmo trimestral los retos y los cambios que afronta una ciudad en constante transformación.

La revista nació de la voluntad del alcalde Pasqual Maragall de dotar a Barcelona de una herramienta de expresión que la proyectase como una gran metrópolis del Mediterráneo en plena etapa de aceleración olímpica. Dirigida durante veinte años por Joan-Anton Benach, la revista se concibió con un carácter marcadamente cultural, e incluía un cuaderno central que abordaba temas en profundidad.

Nacida con el nombre de Barcelona. Metròpolis Mediterrània, ha sido siempre una publicación trilingüe, en catalán, castellano e inglés, y se ha convertido en una fuente de información para estudiosos y biógrafos de la ciudad. Como recuerda en la entrevista que abre este número Joan-Anton Benach, director fundador de la revista, el crítico australiano Robert Hughes se documentó profusamente en estas páginas para escribir su libro Barcelona, obra monumental que contribuyó a explicar la ciudad al mundo desde el arte y la literatura.

Con el transcurso del tiempo, la publicación fue evolucionando y pasó a llamarse Barcelona Metròpolis. Dirigida por Manuel Cruz entre 2008 y 2011 y por Bernat Puigtobella a partir de 2012, ha ido ampliando su espectro de intereses hasta convertirse en una revista abierta a todas las cuestiones que marcan día a día la transformación urbana y social de Barcelona. Del mismo modo que Pasqual Maragall, sus sucesores al frente de la Alcaldía –Joan Clos, Jordi Hereu, Xavier Trias y Ada Colau– se han mostrado plenamente respetuosos con la independencia de criterio de los directores, que han compartido la misión de provocar un discurso crítico.

Ahora más que nunca, el sentido y la virtud de una revista como esta consisten en prestar atención a lo que hacen los habitantes de Barcelona para explicarse y adaptarse a los nuevos tiempos. No se trata tanto de proponer un relato institucional como de promover el debate sobre los retos que se plantean, prestar oídos a personas y comunidades que mueven y hacen progresar la ciudad con voluntad transformadora, y dar voz a expertos de todos los ámbitos para que se expresen con libertad y contribuyan a dibujar los dilemas y las encrucijadas.

Nuestra ciudad ha tenido siempre una vena narcisista y autocomplaciente, que ha actuado de contrapeso de las tendencias más derrotistas y quejumbrosas. Por razones obvias, el Ayuntamiento siempre se ha decantado más por la afirmación positiva de su acción de gobierno, pero necesita también válvulas como esta que le permitan obviar consignas y abrirse a la ciudadanía con una actitud de escucha. A partir de ahora la revista ampliará contenidos, pero será solo bilingüe (la versión inglesa se reserva para la web).

Barcelona Metròpolis se postula como una publicación entregada a la ciudad y su área metropolitana, comprometida con los valores que siempre nos han distinguido y con los retos que afrontamos en el futuro más próximo, como la paz, la igualdad, la transparencia, la sostenibilidad y la obligada convivencia entre diferentes ideologías y maneras de asumir la experiencia urbana.

Feliz cumpleaños.

Ciudad en [re]construcción

Ilustración: Júlia Solans.

Nuestra revista cumple treinta años y a la vez llega al número 100. Con este motivo hemos invitado a escritores y activistas a hablarnos de su Barcelona. Todos ellos nos han brindado una visión personal y han iluminado aspectos de la ciudad para mostrarnos capas que no son evidentes a primera vista.

Barcelona vive un momento de cambio político que invita al planteamiento de propuestas atrevidas. Al mismo tiempo, la apertura del espectro político del consistorio obliga a todo el mundo a dialogar para encontrar el común denominador. Como sostiene el sociólogo Joan Subirats en el artículo inicial de este dossier, “la vitalidad de una ciudad como la nuestra se mide más por la cantidad de conflicto que es capaz de contener y gestionar que por la hegemonía de una lógica homogeneizadora y de consenso”.

Joan Subirats, M. Àngels Cabré, Kathrin Golda-Pongratz, Isabel Segura, Itziar González, Mery Cuesta, Maria Barbal, Javier Pérez Andújar y Enric Casasses exponen diferentes preocupaciones con un punto en común: encontrar el encaje entre la ciudad y los ciudadanos. Y cada uno, desde su mirada, construye reflexiones o propuestas para gestionar los intereses contrapuestos en el espacio público.

Barcelona tiene que cuidar de sí misma y de sus ciudadanos, atender el espacio público, para garantizar que la vida en la calle sea un lugar de comprensión y a la vez de convivencia, un espacio de participación generador de libertad y democracia, dos nociones que no siempre son coincidentes, como bien señala Itziar González en su artículo.

Barcelona también tiene que reconocerse en los barrios y su extensión metropolitana, debe mantener una relación más auténtica y honesta con una realidad que no le es ajena y que es tan barcelonesa como los grandes iconos del Modernismo. La ciudad está muy bien posicionada en los índices internacionales, hasta el punto de que se ha convertido en una ciudad turística inevitable, pero también es necesario que sea habitable.

Crisol de lenguas

Diarios en diferentes versiones lingüísticas en un quiosco.
Foto: Pere Virgili.

Este crisol de lenguas en el que se ha convertido la gran Babelona, capital de un país en el que ya tenemos censadas más de trescientas lenguas, es un patrimonio de gran valor social y económico, pero también un bien cultural con un delicado equilibrio ecológico.

Barcelona se ha vuelto políglota. Aquella ciudad que durante los Juegos Olímpicos se dirigía al mundo ufana y sin complejos en catalán, castellano, inglés y francés, se ha transformado hoy en un hábitat lingüístico mucho más rico y diverso, reflejo del mundo que nos ha sobrevenido con la globalización. Este crisol de lenguas en el que se ha convertido la gran Babelona, capital de un país en el que ya tenemos censadas más de trescientas lenguas, es un patrimonio de gran valor social y económico, pero también un bien cultural con un delicado equilibrio ecológico.


Taxi con el indicador de ocupación en catalán. Arriba, el cinema Texas, el único que ofrece en exclusiva programación traducida al catalán.
Fotos: Pere Virgili.

Un total de ocho organizaciones internacionales han iniciado los preparativos para la redacción de un Protocolo de Garantía de los Derechos Lingüísticos, concebido como texto de referencia en materia de defensa de la igualdad lingüística y de promoción de lenguas en peligro. Para ser un referente del multilingüismo Barcelona ha de empezar por preservar la lengua que le es propia, la catalana, garantizando su uso sin imposiciones ni conflictos, pero también sin complejos. Ahora que algunos quisieran ver fracturas sociales causadas por las diferencias lingüísticas, conviene más que nunca afirmar la convivencia y el respeto hacia todos los hablantes. El gesto de dirigirse en catalán a una persona de aspecto foráneo debe entenderse como una señal de respeto. De otro modo, estaríamos actuando con prejuicios raciales ante personas que no podemos discriminar lingüísticamente por el color de su piel o por su fisonomía, apellido o manera de vestir, excluyendo así a amplios sectores de la población del acceso al catalán. Las lenguas no han de ser problemas, sino oportunidades; no han de ser barreras, sino puentes que faciliten la inclusión de nuevas personas y comunidades en la ciudad. En la medida en que nos podamos entender todos entre todos, conseguiremos que las lenguas de los recién llegados sean también útiles para el desarrollo de Barcelona, que ha de poder establecer vínculos económicos y culturales con la amplia red de ciudades que van redibujando hoy el mundo.

Clase de catalán en la Casa Amaziga de Cataluña.
Foto: Pere Virgili.

Como bien apunta Francesc Xavier Vila en el dossier que dedicamos a las lenguas de Barcelona, el fenómeno del multilingüismo en la ciudad no es una situación nueva, sino que viene de lejos: arranca con la Barkeno en la que convivían íberos, griegos y cartagineses, sigue con una Barcino que latinizó a autóctonos y colonos, y se prolonga en una Barchinona en la que el latín popular convivía con el latín culto y con el griego, el hebreo, las lenguas de los bárbaros, el árabe y el amazigh.

Una hablante de amazigh es precisamente el personaje que centra la entrevista que abre este número de Barcelona Metròpolis: Najat El Hachmi, escritora de origen amazigh –ganadora del premio Ciutat de Barcelona– que es hoy una de las figuras emergentes de la literatura catalana. Najat El Hachmi es una representante de la nueva inmigración de los años ochenta, que trajo al país a personas de origen no europeo. Sin ser la metrópoli de un viejo imperio, Barcelona es hoy el escenario de nuevos relatos escritos por autores de aquí y de fuera, como pueden ser la alemana Stefanie Kremser o el francés Mathias Énard, último premio Goncourt. El caso de Najat El Hachmi y de estos otros escritores es un indicio de que la historia del país y de la ciudad que iremos construyendo será cada vez más diversa y heterogénea. El relato sobre Barcelona ya no está en manos ni a la merced de una sola clase, ni de un solo grupo mediático, ni de un puñado de lobbies poderosos con una idea de marca. Tampoco, naturalmente, en manos de un Ayuntamiento que trabaja para empoderar a los ciudadanos y darles voz para que construyan en común la Barcelona que quieren.

Actividades en la asociación de brasileños con sede en el Centro Cívico Parc-Sandaru.
Foto: Pere Virgili.

Barcelona será lingüísticamente soberana si consigue que el catalán tenga su lugar en el mundo. Y será también una auténtica ciudad refugio de las lenguas si es capaz de acoger –sin condescendencia ni superioridad– a hablantes de todo el mundo, también a los de las lenguas más amenazadas.

La ciudad multilingüe

Il·lustració de Cristina Daura

© Cristina Daura

La globalización ha supuesto un gran incremento de la movilidad y de los intercambios culturales en todo el mundo. Barcelona, que acapara gran parte de la inmigración de Cataluña, se ha convertido en un mosaico muy diverso de culturas y de lenguas. Es una responsabilidad compartida velar por que el patrimonio que aportan sea motor de riqueza y de oportunidades para todos. La historia de las lenguas, en efecto, muestra que las grandes innovaciones se dan en sociedades que han sido capaces de incorporar las aportaciones de otras culturas, que han aprovechado la llegada de otros grupos para transformarse y potenciar su creatividad.

Especialistas en lingüística y representantes de entidades vinculadas al estudio y la defensa de la lengua trazan en este dossier un retrato de la sociedad barcelonesa y apuntan vías para la resolución de los problemas derivados de este carácter plurilingüe. Se consideran ampliamente las relaciones entre los dos idiomas principales, el catalán y el castellano, en un contexto en que la lengua histórica, reintroducida en los ámbitos institucionales, tiene aún pendiente el reto de recuperar el mundo de la proximidad. Las relaciones entre las distintas lenguas, según se determina en uno de los artículos, se deberían ajustar a criterios de sostenibilidad. Una sostenibilidad que, reconociendo el aumento de la intercomunicación, reclamaría al mismo tiempo las condiciones que garantizasen el desarrollo de los diferentes grupos lingüísticos.

El dossier dedica un artículo específico a la situación en las aulas escolares, donde el catalán es la principal lengua vehicular pero la presencia del castellano dista mucho de ser anecdótica. Y se recuerda, asimismo, el vigésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Lingüísticos, que se aprobó en una conferencia mundial celebrada en la Universidad de Barcelona con el apoyo de la Unesco.

Construir la ciudad a partir de la gente

Muestra de diferentes de usos del espacio público: actividades familiares y de ocio en la Fabra i Coats de Sant Andreu.
Foto: Vicente Zambrano

El debate sobre el espacio público en la ciudad sigue tan vivo como siempre o más. En definitiva, se trata de encontrar soluciones colectivas en las que participen mano a mano la ciudadanía y la Administración pública. Construir la ciudad a partir de la gente.

Las personas se encuentran en los espacios públicos más que en su casa. Lo percibió y se sorprendió Ana María Dávila, periodista chilena, cuando llegó a Barcelona a principios de los años ochenta. Como ella misma explica en la sección “Visiones de Barcelona”, aterrizó en un espacio público que todavía era el de la Barcelona preolímpica, con grandes áreas por urbanizar y transformar.

Ahora, cuarenta años después, el debate sobre el espacio público en la ciudad sigue tan vivo como siempre o más. Esto es así porque la ciudad se mantiene viva e inacabada, con espacios que periódicamente exigen ser repensados para ser habitados, transitados, trabajados y convividos de una y mil formas diferentes, de acuerdo con los cambios sociales y las nuevas necesidades de los ciudadanos.

La ciudad ha cambiado –y mucho–, y ya se han ejecutado grandes intervenciones urbanísticas, desde las recuperaciones del frente marítimo entre el Besòs y el Llobregat hasta la construcción de las rondas, pasando por la recuperación de barrios enteros como el Poblenou, o la construcción de otros nuevos como Diagonal Mar y la Vila Olímpica. Sin embargo, todavía hay grandes proyectos pendientes sobre la mesa, como las obras de la estación de la Sagrera y la inacabada línea 9 del metro; el entorno de la plaza de las Glòries o la reforma de la Marina del Prat Vermell.

Pero el espacio público no son solo las grandes intervenciones, sino también la red de calles, patios interiores, pasajes, parques y jardines, elementos comunes de las comunidades de vecinos y todo el entramado de equipamientos abiertos a los ciudadanos: mercados, centros cívicos, bibliotecas, museos, fábricas y centros de creación… Entre las grandes infraestructuras y estos otros espacios de paso o de participación se sitúan las viviendas. Los urbanistas y los arquitectos deben dar respuesta, simultáneamente, a las necesidades individuales y colectivas, públicas y privadas, y llegar a diferentes límites y definiciones de lo que queda dentro del espacio público y fuera de este.

Otra muestra diferente de usos del espacio público: reunión de la cooperativa de vivienda social La Borda en Can Batlló.
Fotos: La Borda

Barcelona Metròpolis ha invitado en este número a un conjunto de arquitectos y urbanistas a analizar el espacio público, y lo hacen desde los cuatro ámbitos de la vida cotidiana: vivienda, transporte, trabajo y, el cuarto, ocio, cultura y participación. Los autores del dossier proponen responder a las necesidades en estas cuatro áreas situando en el centro al ciudadano, mirando la ciudad a pie de calle y aprovechando espacios vacíos para facilitar escenarios en los que la ciudadanía participe, se implique y sea protagonista.

Entre las propuestas recogidas, las hay innovadoras y alternativas, como las que surgen desde la economía solidaria, la participación de base y la contracultura, en cuanto que terrenos de experimentación que permiten nuevas formas participativas. Urbanistas y arquitectos lanzan un llamamiento a la colaboración estrecha entre sociedad civil y Administración y coinciden en la necesidad de impulsar más vivienda pública y menos vehículos privados. La primera supone ahora el 1,6 % de todo el parque de vivienda disponible, ya sea de compra o alquiler. Y los automóviles ocupan el 60 % del espacio público, cuando solo el 15 % de los desplazamientos se realizan con este tipo de transporte.

En definitiva, se trata de encontrar soluciones colectivas en las que participen mano a mano la ciudadanía y la Administración pública. Hace veinticinco años, Manuel de Solà-Morales ya anticipó que el espacio colectivo (no hablamos solo de espacio público) constituye la riqueza futura de las ciudades. Así nos proponen construir la ciudad y el espacio público, de modo que organicen la vida en comunidad y, al mismo tiempo, sean personalmente acogedores, tanto para las personas que han nacido aquí como para las que nos visitan. Tal es el caso del escritor refugiado Bàssem an-Nabrís, que cierra la revista con una recopilación de pequeñas historias de Barcelona escritas durante su estancia como escritor acogido del PEN Català. Construir la ciudad a partir de la gente.

Nuevas perspectivas sobre el espacio público

© Maria Corte

La gestión del espacio público en los quince últimos años es un reflejo de las políticas que han marcado la vida de la ciudad. Este dossier repasa algunas de las soluciones arquitectónicas y urbanísticas adoptadas que no siempre han dado una respuesta lo bastante acertada a los retos de la vivienda, la movilidad, la dispersión urbana y la desindustrialización.

El abuso del crédito hipotecario y la escasez de promociones públicas han dificultado el acceso a la vivienda a sectores importantes de la población. En algunos barrios el fenómeno de la gentrificación ha expulsado a los habitantes tradicionales.

La movilidad es clave a la hora de repensar los modelos productivos. El coche ocupa un espacio desmedido en la calle y está matando a Barcelona, que ya es una de las ciudades más contaminadas de Europa.

Barcelona vive también la polarización entre el turista y el ciudadano. Si el turismo es inevitable, la ciudad tiene que ser habitable. Los cambios del modelo productivo y sus consecuencias sobre el tejido industrial invitan a repensar cómo reindustrializar la ciudad, qué papel debe tener el espacio público en la producción y el consumo.

Los arquitectos que participan en este dossier piden que el urbanismo resuelva problemas en lugar de crear otros nuevos y apuntan propuestas que vuelvan a situar a las personas en el centro. Y reclaman que la democratización de la ciudad pase por la sostenibilidad, la memoria, la redistribución y la participación de la ciudadanía y el rendimiento de cuentas.

Ciudad refugio de la literatura

Barcelona ha apostado durante siglos por el sector del libro y quiere seguir apostando por la literatura, ahora en calidad de Ciudad de la Literatura de la Unesco. Con este número nos acercamos a todas estas realidades  e intentamos abordar las razones por las que Barcelona aspira al nombramiento de la Unesco.

Fotos: Vicente Zambrano

En septiembre la ciudad se ha llenado de libros. Y no nos referimos tan solo a los libros de texto que llegan con motivo del inicio del curso escolar. Los libros han salido literalmente a la calle y se han encontrado con los ciudadanos en la catedral durante la Setmana del Llibre en Català y posteriormente en la Fira del Llibre d’Ocasió, en el paseo de Gràcia. Durante unos días, estos espacios se han convertido en puntos de reunión de libros nuevos y viejos, literarios y profesionales, infantiles, juveniles y para cualquier edad. Y rebosan de actividades que vinculan entre sí a calles, escritores, ciudadanos y literatura.

Son muchos los eventos a lo largo del año que llevan los libros a diferentes espacios de la ciudad y que acercan a autores y lectores: la Barcelona Negra, la Setmana de la Poesia, el Món Llibre para los más pequeños o Kosmopolis, autodefinido como el festival de la literatura amplificada. Y todo esto sin olvidar el Día del Libro, la festividad de Sant Jordi, fecha señalada por excelencia para el mundo editorial. Junto a los festivales, las librerías y las bibliotecas acogen a bibliófilos y a quienes se inician en la lectura.

Para los escritores, la ciudad es fuente de inspiración y también un refugio. Pronto se cumplirán diez años desde que el PEN Català, con el apoyo del Ayuntamiento, contribuyó a crear una red de ciudades refugio para escritores amenazados con el objetivo de facilitar el ejercicio del derecho a la libertad de expresión a quienes les ha sido vetado en sus lugares de origen. Una iniciativa que entronca con la propuesta de la alcaldía de crear una agrupación de ciudades que ofrezcan acogida a más refugiados todavía, como los procedentes de la guerra de Siria.

Barcelona se ha convertido en la capital editorial de la Península en número de títulos y volumen de facturación (dejando aparte libros escolares y oficiales), con casi 300 editoriales que publican más de 30.000 títulos al año y dan trabajo a 5.300 profesionales. La ciudad es sede de multinacionales que la utilizan de plataforma para acceder a los mercados español e hispanoamericano. Pero también acoge a editoriales pequeñas y con personalidad que intentan abrirse camino. El programa de recepción de escritores amenazados, la red de bibliotecas y librerías, la amplia oferta de festivales y ferias, la potencia del sector editorial, la celebración del Día del Libro, el proyecto museístico Casa Vil·la Joana y los rincones de la ciudad que rebosan de literatura o que han inspirado historias que se han convertido en libros…; todas estas realidades y los proyectos en marcha, así como la capacidad de Barcelona para crear lazos a escala internacional, han hecho plantear la candidatura a Ciudad de la Literatura de la Unesco, una oportunidad para seguir impulsando la cultura local y proyectarla al exterior.

Fotos: Vicente Zambrano

Con este número nos acercamos a todas estas realidades  e intentamos abordar las razones por las que Barcelona aspira al nombramiento de la Unesco. Comenzamos en la Edad Media, cuando la ciudad se dotó de lo que Sergio Vila-Sanjuán denomina “un ecosistema del libro al completo”. Y concluimos con una reflexión de Antoni Martí Monterde sobre el futuro. Monterde cree que, más allá de la literatura, Barcelona debe repensarse como capital cultural, y añade que “ser ciudad Unesco supone el reconocimiento de una estructura en la que el libro literario desempeña un papel fundamental en la vida ciudadana como algo más que uno de sus motores económicos, que también”.

Barcelona ha apostado durante siglos por el sector del libro y quiere Barcelona ha apostado durante siglos por el sector del libro y quiere seguir apostando por la literatura, ahora en calidad de Ciudad de la Literatura de la Unesco. Crear red con otras ciudades permite compartir e intercambiar experiencias que impulsen la creatividad y que acerquen la literatura a los ciudadanos y a todos los barrios. Barcelona continuará trabajando para descentralizar los festivales, potenciar aún más la tarea de las bibliotecas, apoyar a las librerías de barrio –que a menudo se han convertido en dinamizadores culturales–, extender los programas educativos para el fomento de la lectura y seguir impulsando iniciativas literarias y editoriales de calidad.

Barcelona, ciudad de la literatura

© Pep Montserrat

Barcelona tiene vocación literaria. No en vano es la capital mundial de la edición en castellano y el centro motor del sector editorial catalán. Su proyección literaria no se limita a la industria del libro. También ocupa un puesto singular en la geografía literaria de Occidente. Es el escenario final del Don Quijote, la primera novela moderna y obra fundacional del mundo en que aún vivimos hoy.

Barcelona ha construido a partir de la lectura un espacio de encuentro gracias a su amplia red de bibliotecas, y también ha hecho de ella una oportunidad para compartir la cultura mediante los programas de acogida de escritores perseguidos o los proyectos de cooperación que ha establecido con otras ciudades del mundo. Festivales literarios, escuelas de escritura o el proyecto Vil·la Joana, la Casa de la Literatura, son otros hitos de una ciudad que ha convertido el libro en su hábitat natural.

Este año el Ayuntamiento ha presentado la candidatura de Barcelona para que forme parte de la Red de Ciudades Creativas Unesco en calidad de Ciudad de la Literatura. Una iniciativa que la podría hermanar con una comunidad de ciudades de todo el mundo que han hecho de la literatura uno de los pilares más prominentes de su identidad.

Una historia editorial larga y fructífera, Sergio Vila-Sanjuan

Acostumbrados al riesgo: Barcelona, laboratorio editorial, Javier Aparicio Maydeu

El festival Kosmopolis y la literatura amplificada, Carles Domènec

Ciudad refugio de escritores perseguidos, Carme Arena

Un espacio literario y mucho más, Valeria Gallard

Leer las calles, Marià Marín i Torné

De color de rosas, Mathew Tree

El ‘boom’ de la biomedicina en Barcelona

© Òscar Julve

De unos años a esta parte, Barcelona se ha convertido en un polo de atracción para científicos de alto nivel, que han encontrado aquí un lugar propicio para investigar, especialmente en los campos de la biotecnología y la biomedicina. Ello ha sido posible gracias a los fondos europeos, pero sobre todo a una voluntad política de blindar la investigación frente a los vaivenes partidistas y a la construcción de un sistema basado principalmente en criterios de excelencia científica. De este modo, la captación de talento se ha impuesto por encima de la jerarquía académica y se ha procurado que el abrumador entramado de la burocracia universitaria no interfiriera en la autonomía de los centros.

Barcelona es hoy en día un foco puntero de investigación, que dispone por lo menos de media docena de institutos y grandes instalaciones dedicadas a la biomedicina, la química, la nanotecnología y las ciencias fotónicas, centros que ya se han situado entre los mejores de Europa en el campo de las ciencias biomédicas. El programa ICREA (Institución Catalana de Investigaciones y Estudios Avanzados) da cobertura a un número respetable de investigadores que están realizando avances en el estudio del cáncer y del alzhéimer, enfermedad que probablemente constituirá la gran epidemia del siglo XXI.

Tras el prefijo bio se ocultan también otras disciplinas convocadas por los enigmas de la biología, como son la bioingeniería, la biomatemática o la bioinformática, que han dado pasos de gigante en los últimos años gracias al uso de los datos masivos o big data. Todos estos centros componen una red en que también se incluyen los institutos de investigación hospitalarios del Clínic, Bellvitge y la Vall d’Hebron.

El turismo, a debate

© Maria Corte

El turismo representa hoy el 15 % del PIB de Barcelona. Este simple dato ayuda a entender por qué el modelo de ciudad no se puede definir al margen del sector. La imagen turística de Barcelona se ha gestado, desde el siglo xix, a partir de dos fuerzas de deseo antagónicas. En primer lugar, una de carácter involuntario, que no depende de los barceloneses y que se ha forjado a partir de la mirada de los forasteros. En contraste, hallamos la imagen que la ciudad ha querido proyectar al mundo, desde la creación de la Comisión de Atracción de Forasteros, a principios del siglo pasado, hasta los Juegos Olímpicos de 1992. La marca Barcelona surge en buena parte de la negociación entre estas dos miradas, la del turista y la propia.

Hoy el turismo es un motor tan importante de la vida de Barcelona que, por exceso, podría distorsionar su modelo económico. Hay voces que alertan de que la mercantilización de la marca Barcelona con una lógica extractivista nos puede abocar, a la larga, a un modelo turístico depredador y a la terciarización. También hay quien cuestiona el valor económico real que aporta el turismo y el carácter equitativo de la distribución de la riqueza que genera. En definitiva, no es posible plantear el debate sobre el modelo turístico de Barcelona sin proponer, al mismo tiempo, un debate serio sobre el modelo de ciudad. Es imprescindible que la marca Barcelona sea multisectorial, y que se asocie con ámbitos productivos ligados a la sociedad del conocimiento y de la innovación.

El alcalde Xavier Trias ha propuesto un gran pacto local para la gestión y la promoción de un turismo responsable. Es la hora de impulsar una reflexión que implique a representantes de todos los sectores afectados y que ayude a definir el modelo turístico del futuro. El pacto requerirá nuevos planteamientos de gestión y unas nuevas prácticas por parte de las instituciones públicas, de las empresas y de toda la ciudadanía –incluidos los barceloneses temporales que son los turistas.

  • De la Rosa de Fuego a Gaudí. Joan de Déu Domènech
  • El turismo como mito. Saida Palou Rubio
  • La ciudad frente a sí misma. Lluís Rabell
  • Buscando el encaje entre el turismo y el modelo de ciudad. Maria Abellanet i Meya
  • Mi casa es tu casa. Toni Sala
  • Solo hay dos modelos turísticos: el bueno y el malo. Miquel Puig Raposo
  • Cuatro escenarios turísticos futuros. José A. Donaire

Ciudades educadoras

© Ana Yael Zareceansky

Barcelona acogió el pasado mes de noviembre el XIII Congreso Internacional de Ciudades Educadoras, que reunió a representantes de 470 ciudades de todo el mundo. Esta cita internacional sirvió para presentar 150 experiencias educadoras de 36 países distintos en torno al lema “Una ciudad educadora es una ciudad que incluye”.

El primer congreso se puso en marcha justamente en Barcelona en 1990 bajo el lema “Ciudades educadoras para niños y jóvenes”. A lo largo de los 24 años transcurridos desde entonces Barcelona ha sido un miembro activo de la Asociación Internacional de Ciudades Educadoras (AICE). Y ahora, casi un cuarto de siglo después de su fundación, el congreso ha vuelto a celebrarse en la ciudad donde nació. Se cierra así un círculo que convida a efectuar balance.

Hemos invitado a la directora del congreso Antònia Hernández y a cuatro miembros del comité científico, Àngel Castiñeira, Anna Jolonch, Josep Maria Coll i Joan Manuel del Pozo, a ofrecernos sus puntos de vista sobre el congreso y los retos que se plantearon en él. Todos ellos abordan las líneas maestras de un acontecimiento que se proponía religar el concepto de inclusión con los de participación e innovación.

También hemos recogido crónicas que exponen ejemplos de buenas prácticas y proyectos innovadores en el campo de la inclusión social en la ciudad y su área metropolitana, tanto en el ámbito de las personas mayores como en el de la discapacidad y el de las prisiones.

Noventa años de metro

© Brangulí / Arxiu Nacional de Catalunya
Inauguración del tramo Catalunya- Bordeta del metro Transversal, actual línea 1, en la estación de la plaza de Catalunya, el 10 de junio de 1926.

El ferrocarril eléctrico subterráneo de ámbito urbano llegó a Barcelona hace noventa años, el 30 de diciembre de 1924, para dar solución a un problema que todas las sociedades urbanas avanzadas se plantearon en su momento: cómo facilitar la movilidad de una población creciente, concentrada en unas áreas cada vez más extensas, liberando espacio, al mismo tiempo, en unas calles colapsadas por el transporte de superficie.

El Gran Metro unió entonces, por primera vez bajo tierra, las plazas de Catalunya y de Lesseps. La línea –mero fragmento de la notable red proyectada al principio– tenía un recorrido de 2.741 metros y cuatro estaciones, y fue el embrión de la actual línea 3.

En los artículos de este dossier repasamos los primeros planes del metro barcelonés y su desarrollo; nos adentramos en túneles y estaciones para conocer datos curiosos, anécdotas y leyendas, y explicamos los avances que el metro incorporará para ponerse a la altura de una ciudad que se proclama inteligente.

Vídeo: Las paradas “fantasma” de Via Laietana

(Este video es en catalán)

Una de las arterias viarias más importantes de Barcelona, Via Laietana, esconde en su subsuelo dos paradas de metro, una de las cuales nunca llegó a funcionar. La otra, la de Correus, quedó en desuso en el año 1972 pero con sus antiguos soportes publicitarios casi intactos. Podéis visitar virtualmente las dos paradas “fantasma” en este vídeo.

Vídeo: Una ruta por los noventa años del metro

(Este vídeo es en catalán)

El 30 de diciembre de 1924circuló el primer metro en Barcelona desde plaza Catalunya en dirección al paseo de Gràcia. Así comienzan las rutas por el metro que se llevan a cabo con motivo de los 90 años de este transporte. Las rutas invitan a hacer un viaje por la historia del metro a través de los cambios en la red y en la sociedad. Desde los primeros viajeros que tenían mucho miedo a viajar por el subsuelo en 1924 hasta los más de 350 millones de viajeros actuales.

Ciencia ciudadana

© Eva Vázquez

Barcelona ha sido este año la primera Capital Europea de la Innovación, nombramiento que hace aún más pertinente la voluntad municipal de integrar las nuevas tecnologías en la vida de los ciudadanos y de conectar con la red de las grandes ciudades que definirán las dinámicas del siglo xxi.

La capitalidad del móvil y las iniciativas políticas para hacer de ella una smart city quedarían cojas si no se acompañaran de una estrategia para acercar la ciencia y la innovación al ciudadano. Se necesita una ciudadanía abierta y participativa, y sobre todo dispuesta a compartir la innovación.

Barcelona quiere ser también un referente en fabricación digital, y ya se ha convertido en la primera ciudad del mundo con una red pública de ateneos de fabricación digital. La X Conferencia Internacional de Fab Labs ha reunido en el Museo del Diseño a representantes de este tipo de talleres de todo el mundo. La ciudad también ha puesto en marcha el BCNLab, integrante de una red europea de laboratorios urbanos, y el iCity, un proyecto que permitirá el acceso a los sistemas públicos de información para facilitar la cocreación de servicios, tanto públicos como privados.

Nos encontramos ante una revolución, que marcará un antes y un después en la manera como generamos y compartimos información. La ciencia ciudadana nace de una necesidad colectiva y de la convicción de que la creatividad es más potente cuanto más interconectada está. Y es también una forma de proceder más democrática, más transparente y alineada con el concepto de laboratorio ciudadano.

Rutas insólitas por Barcelona

© Andreu

Todos tenemos una imagen de Barcelona, una imagen vivida que hemos elaborado a partir de nuestras experiencias y del relato que la ciudad explica de sí misma o ha transmitido a los visitantes. Barcelona es la imagen que de ella hemos construido, pero también la que hemos vendido a los demás. La visión que nos devuelven los forasteros puede engrandecer nuestra percepción de la ciudad, pero hay también el riesgo de que la reduzca a un estereotipo.

En este nuevo dossier hemos invitado a siete autores a pasear fuera de los circuitos más frecuentados por los turistas o los congresistas. Y les hemos solicitado que nos propongan rutas alternativas más allá del Barri Gòtic o de la Barcelona modernista. El resultado constituye una serie de itinerarios insólitos que nos descubren capas urbanas recónditas, desde la Barcelona masónica hasta la ciudad oculta de los pasajes; desde los vestigios romanos hasta las huellas de la publicidad centenaria que todavía conservan algunas fachadas; desde el auténtico barrio Chino de nuestros días –el distrito más poblado por la nueva inmigración china– hasta la Barcelona subterránea.

Los turistas a menudo se mueven exclusivamente por el recinto de unas murallas imaginarias que les han alzado los operadores turísticos. El Ayuntamiento se ha propuesto descentralizar el turismo para que se desplace a todos los barrios. Existe otra Barcelona por descubrir, pero si antes no la conocemos nosotros mismos difícilmente la podremos enseñar.

‘Smart cities’, tecnología pensada para las personas

© Oriol Malet

En poco tiempo, el concepto de ciudad inteligente ha dejado de ser una fantasía tecnológica para ganar una dimensión social. Smart se ha convertido en el prefijo con que etiquetamos ámbitos concretos de nuestra vida, del transporte a la salud, pasando por la logística, la telefonía o la gestión de residuos. Smart city es hoy sinónimo de ciudad conectada, concebida para la sostenibilidad y el ahorro energético, pero también orientada a la eficacia en la transmisión del conocimiento. Barcelona, capital mundial del móvil y promotora del City Protocol, ya ocupa el cuarto lugar en la clasificación Smart City 2013 y es ejemplo de buenas prácticas en materia de inteligencia urbana.

El futuro de las ciudades será inevitablemente smart, pero no podemos ignorar el desconcierto que rodea a este nuevo mundo. La ciudad inteligente se alimenta de datos personales que convierten cada uno de nuestros gestos en información de valor. El cruce de estos datos abre nuevas posibilidades de gestión, pero también se podría convertir en una forma de control. A la vez que emergen políticas smart transversales, oímos voces críticas que reclaman un modelo democratizador en relación con las tecnologías inteligentes.

Marca Barcelona

© Sagar Forniés

Barcelona, tercer destino turístico de vuelos continentales, es una de las ciudades con una mejor reputación global, tal como lo denotan los principales índices y rankings de marcas urbanas. No obstante, la marca Barcelona corre el peligro de quedar prisionera de una imagen estereotipada, centrada en la actividad turística y dependiente de la obra de unos pocos genios como Gaudí o Picasso más que en la capacidad real de inspirar y generar nuevas iniciativas empresariales y en su poder creativo en todos los ámbitos. La buena marca de la capital de Cataluña es sin duda una gran fuente de prestigio y de ingresos, pero también puede suponer una reducción de su gran diversidad productiva en beneficio exclusivo del sector turístico.

Barcelona es, en definitiva, la suma de muchas Barcelonas. Y ahora los tiempos le piden aprovechar la riqueza de que dispone para mejorar el posicionamiento internacional sin perder la identidad.

Hemos invitado a un geógrafo, a un escritor, a un poeta, a un consultor de marca, a un empresario, a un economista y a un filólogo a darnos sus respectivos puntos de vista sobre el pasado, el presente y el futuro de la marca Barcelona.

Barcelona inspira

El lema “Barcelona inspira” reclama una proactividad vinculada a la creatividad, que no presupone tanto la recepción pasiva como el impulso creativo y la capacidad de mover a los demás a hacer cosas.

© Sagar Forniés

No hay mejor entrada a una ciudad que su nombre. La palabra Barcelona rueda sobre cuatro sílabas. Un vocablo eufónico, que se desliza equilibradamente sobre cinco consonantes y cuatro vocales. Bar-ce-lo-na.

Desde un punto de vista estrictamente de marketing y publicidad, los nombres de las ciudades son marcas que las definen, contienen sus valores y cultura, su identidad. En la economía globalizada, cada vez más desligada de fronteras estatales y más articulada en una red de megápolis, la fama de una ciudad se ha convertido en un activo estratégico. La imagen de estas marcas debe gestionarse con visión multisectorial y pensando en una gran multiplicidad de públicos para favorecer su competitividad internacional.

Barcelona es una de las ciudades con mejor reputación a escala global, como lo indican los principales índices y rankings internacionales de marcas de ciudades. Por poner tan solo dos ejemplos, según el Anholt-GfK Roper City Brands Index del año 2009 Barcelona ocupa la sexta posición mundial en términos de imagen de marca, por detrás de París, Sydney, Londres, Roma y Nueva York, y por delante de ciudades como San Francisco, Los Ángeles, Viena o Madrid. Y según el Saffron European City Brand Barometer, es la tercera marca-ciudad europea, por detrás de París y Londres.

A pesar del éxito, la marca Barcelona corre el peligro de quedar atrapada en una imagen estereotipada, más basada en el ocio que en el negocio, más centrada en la genialidad de Gaudí o Picasso que en la capacidad de inspirar y generar nuevas empresas. “El lema Barcelona inspira, que se ha convertido en el leitmotiv de todas las comunicaciones del Ayuntamiento, no es un simple eslogan celebratorio, sino la expresión de la necesidad de articular y visibilizar un ‘nuevo relato’ de ciudad y de marca. Un relato que haga que sea reconocida y considerada no solo para hacer turismo, sino también como generadora y atractora de talento y nuevas inversiones”, dice Marc Puig, director de Comunicación del Ayuntamiento de Barcelona.

El lema “Barcelona inspira” es polisémico, ya que contiene tanto una oración simple, con sujeto y predicado, como una invitación con un cierto mandato imperativo. Y a diferencia de aquel lema imperativo “Barcelona, ponte guapa”, que conminaba a los ciudadanos a engalanarse de cara a los visitantes, “Barcelona inspira” pide otra proactividad, más ligada a la creatividad, que no presupone tanto la recepción pasiva como el impulso creativo y la capacidad de mover a los demás a hacer cosas.

A diferencia de campañas como la de “Barcelona, la mejor tienda del mundo”, que iban destinadas al público local y reforzaban una idea de consumo interno, “Barcelona inspira” es una divisa mucho más abierta, que puede pronunciarse tanto en catalán como en castellano y que es fácilmente inteligible para los que hablan muchas otras lenguas. Se trata, pues, de un lema mucho más inconcreto pero con una sugestividad más amplia.

© Vicente Zambrano
Cartel de la campaña “Barcelona inspira” en un stand municipal del congreso mundial de ciudades inteligentes celebrado en la ciudad condal en noviembre de 2013.

Pero, por encima de todo, el eslogan “Barcelona inspira” es la condensación en una frase-lema de toda una nueva visión de la ciudad. ¿En qué consiste esta visión? “La visión de marca es ‘Barcelona, la ciudad de las personas’ –continua Puig–. Los atributos de la ciudad han de ser el bienestar y el progreso económico, sin olvidar nunca la equidad y el espíritu de asociación. Todos estos valores deben fundamentarse en un compromiso social basado en la cultura de la felicidad y en la cultura de la innovación.”

Barcelona siempre se ha caracterizado por su carácter inquieto, inconformista, abierto y emprendedor. Un carácter que la ha llevado a ser un referente global en ámbitos como la arquitectura y el urbanismo, la cultura, el diseño y la creatividad, el deporte, el turismo, la alimentación, la medicina o la innovación social. Una ciudad inquieta en la que las personas son las protagonistas.

El lema “Barcelona inspira” propone integrar bajo el paraguas de la marca Barcelona toda una serie de sectores estratégicos que tienen que reforzarse mutuamente. En este sentido, Barcelona ha de posicionarse en el ámbito de la sostenibilidad y compite en la liga de las smart cities. Debe aprovechar la capitalidad del móvil para ser un hub de innovación tecnológica. Este laboratorio ha de abrirse al cultivo de talento que supone tener en Barcelona uno de los campus universitarios más grandes y diversos de Europa, con miles de estudiantes de todo el mundo. Barcelona también es un referente internacional del diseño, la moda y la gastronomía. Y tiene que ser el epicentro del Mediterráneo y centro logístico del sur de Europa. Y, last but not least, tiene que consolidar un turismo más basado en la cultura y el deporte como parte esencial de las actividades de ocio.

Barcelona es, en definitiva, la suma de muchas Barcelonas. Y ahora los tiempos reclaman que aproveche la riqueza de la que dispone para potenciar su posicionamiento sin perder su identidad.

Vídeo: Barcelona, una capital que inspira

El lema “Barcelona inspira” no es un simple eslogan celebratorio, sino la expresión de la necesidad de articular y visibilizar un “nuevo relato” de ciudad y de marca. El lema “Barcelona inspira” reclama una proactividad vincluada a la creatividad, que no presupone tanto la recepción pasiva como el impulso creativo y la capacidad de mover a los demás a hacer cosas.

Barcelona extramuros

© Guillem H. Pongiluppi

En 2014 se cumplirá el tercer centenario de los hechos del 11 de septiembre de 1714. El Ayuntamiento de Barcelona ha impulsado una conmemoración ciudadana que ha de servir para redescubrir la ciudad del siglo XVIII, comprender la dimensión de los hechos y ponerlos en relación con la realidad presente y las expectativas de futuro. Desde Barcelona Metròpolis abordamos también los hechos de 1714 con la mirada puesta en el pasado, el presente y el futuro. Visitamos el legado historiográfico que nos han dejado historiadores y novelistas de talla universal como Daniel Defoe; también El Born Centre Cultural, que quedará a partir de ahora como un espacio de documentación y de conocimiento de la ciudad. Y aventuramos visiones sobre los posibles sentidos que tendrá en adelante esta fecha en los nuevos escenarios políticos que se abren ahora mismo.

  • Las razones de la resistencia de 1714, Joaquim Albareda
  • Daniel Defoe y Cataluña, 1713, Virgina León Sanz
  • “Decadencia”, un concepto a abandonar, Ramon Alcoberro
  • El Born y el conocimiento histórico, Albert Garcia Espuche
  • Punto de encuentro de la cultura y la historia catalanas, Quim Torra
  • La victoria del 12 de septiembre, Vicenç Villatoro
  • El 11 de septiembre de 2024: una perspectiva desde Nova York, Mary Ann Newman

La escuela en la nube

© Swasky

La crisis de la educación coincide plenamente con una revolución tecnológica que está transformando la enseñanza en todos los ámbitos y ciclos formativos, desde la primaria hasta la universidad. Tanto si hablamos de la pizarra digital como de la tableta o de los nuevos cursos masivos online propios del e-learning, el impulso de las TIC tiene que ir acompañado de una innovación pedagógica en que se recupere el valor de la atención, gravemente amenazado por el bombardeo de estímulos y distracciones. Ahora más que nunca, maestros, padres y alumnos tienen que reencontrarse en una nueva complicidad que hasta ahora no tenían. “La escuela en la nube” es un recorrido por el desconcierto de la educación. Repasamos los postulados de la escuela activa y el legado pedagógico de Rosa Sensat, nos adentramos en los dilemas de la enseñanza hoy y realizamos proyecciones de futuro plenamente integradas (o no) en la revolución del cloud computing.

Vídeo: Música transformadora

[Vídeo en catalán]

Una serie de nuevas propuestas han empezado a cobrar protagonismo en los últimos años en el mundo de las artes y de la educación artística.

En este vídeo, podéis ver unos ensayos de la Sant Andreu Jazz Band, dirigida por el jazzman Joan Chamorro; el proyecto Voces y Música para la Integración, iniciativa de Pablo González; y la nueva pedagogía de Barrios en Solfa, de Pablo Pérsico.

Ciudad de emprendedores

© Juliet Pomés

Barcelona ha sido uno de los motores de la revolución industrial en España desde sus inicios, un lugar donde el emprendedor ha podido prosperar y donde se ha remunerado el esfuerzo con la ascensión social. Hoy día vivimos inmersos en una crisis sin precedentes, que conlleva una transformación radical del modelo productivo y una nueva economía basada en la conexión y la virtualidad global. Entre los instrumentos de que dispone el Ayuntamiento de Barcelona para responder a los retos de la crisis destaca el vivero de empresas de Barcelona Activa, un modelo ampliamente admirado. La recesión también ha hecho aparecer nuevas formas de emprendimiento social, que cada día tienen más posibilidades de abrirse camino y paliar las carencias que ha dejado al descubierto la pobreza. El dossier presenta también el perfil y los rostros de algunos de los emprendedores que plantan cara a la crisis.

Los mercados, una cultura alimentaria

Mercat Boqueria 1907

© Frederic Ballell / AFB
Entrada al mercado de la Boqueria desde la Rambla, en una imagen tomada entre 1907 y 1908

Barcelona tiene una tradición de mercados que se remonta al siglo XIX. La irrupción de los supermercados y las grandes superficies puso en peligro su continuidad, pero la renovación arquitectónica y la apuesta decidida por el producto fresco han preservado el modelo. A día de hoy, la ciudad dispone de cuarenta mercados que atienden a cerca de sesenta millones de visitas anuales y se erigen, en conjunto, en la primera empresa de venta de alimentación fresca.

Los mercados, que se han distinguido por la variedad y la calidad de los productos y por el trato personalizado a los clientes, son actualmente uno de los tres servicios mejor valorados por los barceloneses.

[Vídeo en catalán]

En las siguientes páginas nos proponemos revisar la evolución de esta tradición comercial y alimentaria. Manuel Guàrdia y Marçal Tarragó sostienen que la cristalización de la cocina catalana y mediterránea ha ido de la mano de la consolidación de nuestro modelo de mercado. La periodista Trinitat Gilbert y la cocinera Ada Parellada, por su parte, describen sus valores: la preferencia por los productos de proximidad, frescos y saludables; la relación de confianza que se establece con el paradista; la constitución del mercado como eje central del barrio, punto de encuentro y socialización, sobre todo para la gente mayor; el fomento de unos hábitos alimentarios saludables. Finalmente, Joan de Déu Domènech, historiador, escritor y gastrónomo, aventura un examen prospectivo con unas gotas de escepticismo.

La ciudad novelada

Manel Andreu

Il·lustracions: Manel Andreu

El debate sobre la gran novela de Barcelona se ha viciado por una rivalidad absurda. No es tan interesante decidir si las mejores novelas se han escrito en catalán o en castellano, como dar fe de la mutua influencia. Este dossier descubre que Ruiz Zafón lee a Narcís Oller y a Rodoreda; que Montero Glez admira a Juli Vallmitjana y a Josep M. de Sagarra; que Nada, de Laforet, puede leerse en paralelo a La Plaza del Diamante, de Rodoreda, o Yo confieso, de Jaume Cabré; y que las Barcelonas de Marsé y Mendoza están tan presentes y vivas en el imaginario colectivo como la real.

Vídeo: Los mercados, una cultura alimentaria

[Video en catalán]

Los mercados de Barcelona: equipamientos que generan puestos de trabajo, espacios de valor arquitectónico que forman parte de las rutas turísticas y lugares de cohesión social y vida de barrio. Un paseo por el legado histórico de los mercados y por lo que representan actualmente, completado con unas pinceladas acerca de su futuro.

Con los testimonios del arquitecto e historiador Manuel Guàrdia, el gerente del Instituto de Mercados de Barcelona Jordi Torrades y el concejal de Comercio, Consumo y Mercado Raimond Blasi.