Barcelona Metròpolis empieza una nueva época con el propósito de mostrar la ciudad tal como es, la capital que empuja y hace avanzar, que lidera y acompaña al país, que recibe sus energías pero que pone incondicionalmente su masa crítica a su servicio. Barcelona Metròpolis se propone también dar testimonio de cómo quiere la ciudad cumplir estas obligaciones inherentes a la condición de capitalidad: evolucionando, adaptándose, mejorando. Por eso hablamos de una capital en transformación. Todo el mundo está de acuerdo en que en las últimas décadas Barcelona ha hecho méritos para estar donde está. Ha subido posiciones en el ranking de ciudades, se ha ganado una atención positiva a los ojos del mundo y ha consolidado una marca propia mucho más conocida –hoy por hoy– que la denominación Cataluña y mucho más cotizada que la de España. Los Juegos Olímpicos nos situaron en el mapa mucho antes de que la emergencia de los smartphones nos obsesionase por la geolocalización. El aura olímpica y el ascendente gaudiniano son ingredientes de un glamour internacional que ha crecido gracias a los éxitos del Barça, la feria mundial de móviles y la exportación de la cocina catalana, entre otros.
Este prestigio no debe hacer que nos durmamos en los laureles. Vivimos tiempos convulsos, que nos obligan a resituarnos en círculos cada vez más amplios: en Cataluña, en la Península y en el Mediterráneo, en Europa y en el mundo. Barcelona no es solo el centro neurálgico de un área metropolitana, sino la capital de un país que se extiende más allá del cinturón industrial. Entre una Barcelona que se alimente solo de la inercia y la autocomplacencia y otra que integre las fuerzas vivas de Cataluña y las abra al mundo, nos quedaremos con la segunda opción. Barcelona es hoy un polo de atracción no tan solo de Cataluña, sino de todo un corredor urbano o megarregión que coincide plenamente con el país catalán. Por eso Barcelona Metròpolis quiere mostrar sin complejos al mundo la catalanidad de la ciudad.
No vivimos una época de cambio, sino un cambio de época. Todos nos damos da cuenta de que el mundo ha cambiado y de que nada volverá a ser como antes. Barcelona ha sido durante años una ciudad en construcción, permanentemente levantada por las obras tras décadas de parálisis involuntaria con raíces de posguerra. Ha vivido una etapa de expansión inmobiliaria que ha topado con sus propios límites. Hemos descubierto demasiado tarde y con estupor que construcción no era sinónimo de crecimiento ilimitado ni de creatividad. A partir de ahora será la creatividad la que nos dará juego y visibilidad en un mundo multipolar.
En la etapa anterior esta revista ha contribuido al análisis crítico de los modelos de ciudad que hemos probado, puesto en práctica y consolidado. En esta nueva etapa nos proponemos recentrar el debate sobre Barcelona en tres ejes: de dónde venimos, dónde estamos y adónde vamos. Desde la formulación de estas tres preguntas ignacianas tenemos que discernir en cada caso si la pulsión que nos anima es fruto de una inercia del pasado o de un impulso presente.
Barcelona Metròpolis mantiene la periodicidad trimestral y se publicará una sola edición trilingüe. El nuevo director, Bernat Puigtobella, tiene el encargo de hacer llegar la revista a las personas, de aquí y de fuera, que no la leían, ignorando o no su existencia. Esto pasa por dar también voz y tribuna a las nuevas generaciones, jóvenes nacidos poco antes o después de los Juegos Olímpicos, que serán los actores de la Barcelona que estamos creando hoy. Con este espíritu de hacer más accesibles los contenidos, también hemos renovado la página web. Potenciamos así la edición digital de la revista, más dinámica y permeable en las redes sociales, especialmente en Twitter, donde Barcelona Metròpolis ya cuenta con más de mil seguidores. La digitalización también permitirá consultar la hemeroteca de la revista. Y sobre todo, abre las posibilidades de participación de los lectores. Invitamos a los ciudadanos a dar su opinión, a conversar, afirmando la autoestima sin caer en la autocomplacencia y sin perder el espíritu crítico. Una capital en transformación tiene que estar abierta a la participación, para aprender a transformarse, y para ser verdaderamente capital.