
Nuestra revista cumple treinta años y a la vez llega al número 100. Con este motivo hemos invitado a escritores y activistas a hablarnos de su Barcelona.
Nuestra revista cumple treinta años y a la vez llega al número 100. Con este motivo hemos invitado a escritores y activistas a hablarnos de su Barcelona.
La vitalidad de una ciudad como Barcelona se mide más por la cantidad de conflicto que es capaz de contener y gestionar que por la hegemonía de una lógica homogeneizadora. Apostar por una ciudad de ciudadanos significa evitar fronteras, segmentaciones y apropiaciones mercantiles de lo que es de todos.
Luchar contra el abuso de poder de los representantes políticos y sus organizaciones partidarias; frenar la interferencia en las cuestiones de interés general de los poderes económicos privados y sus redes clientelares: he aquí una propuesta de construcción política con y por la libertad de las personas.
Situémonos en los márgenes de la ciudadanía, las prisiones, para abordar una de las vías a través de las cuales la población reclusa entra en comunicación con ella, que es la creación artística.
Si entendemos por participación contribuir al desarrollo de la ciudad y no a su obsolescencia programada, la participación de las mujeres deja todavía mucho que desear.
Urge un debate sobre el valor de la memoria vernácula para la convivencia histórica en la ciudad, que la legislación no siempre favorece. Hay que entender la ciudad como un palimpsesto, que bajo la superficie esconde capas sucesivas de utilización humana.
Con las oleadas inmigratorias de mediados del siglo pasado el suburbio devino una realidad inquietante, y la inmigración un problema que había que resolver desde la asistencia. ¿Hasta qué punto perdura hoy en día la estigmatización del suburbio?
Los humanos aprendemos el mundo muy pronto. Amamos la tierra y a las personas que nos dan vida, pero somos capaces de estar entre otras personas, en otras tierras, sin necesidad de olvidar los orígenes.
Un ratón es un periférico, cualquiera que haya montado un ordenador lo sabe. Ratas y periferia, política de barrios. Una periferia que parece que ya no exista y que, sin embargo, nunca ha dejado de estar. Una periferia más de urbanitas que de urbanistas. Los barrios se han transformado, pero sigue sin hacerse justicia.
Hay grandes capitales (Roma, París, ahora Nueva York, capitales del provincianismo), hay ciudades especialmente bonitas (Venecia) y hay ciudades con gancho (Marsella, Ámsterdam, Nueva Orleans), como si fuesen alguien. Una de estas era Barcelona. Y si seguimos como vamos, pronto la podremos borrar de la lista. Será triste como una Dublín cualquiera y sin Joyce.