Las primeras iniciativas para situar quioscos en el espacio público barcelonés, para la venta de productos o para cobijar actuaciones musicales, datan de mediados del siglo XIX. Aunque el mérito de la osadía de instalar el primer quiosco de prensa se lo apuntó un diario de tarde nacido en 1888: El Noticiero Universal. Desde La Rambla, los quioscos de prensa se extendieron por toda Barcelona.
Reportajes
Los vendedores de prensa escrita viven años difíciles. En una década han cerrado el 35 % de los quioscos de Barcelona. La crisis y, sobre todo, los nuevos hábitos a la hora de informarse llevan a muchos a bajar la persiana. El sector y la Administración, conscientes del problema, abordan una reconversión necesaria.
Cerca de cincuenta jardines interiores de manzana están abiertos al público en el Eixample. En cada interior de manzana hallamos este reducido microcosmos, con sus particularidades y singularidades. Pero todos tienen en común los espacios de ocio y recreo, la imitación que hacen de la naturaleza y el aislamiento perceptivo, que facilita la interrelación del vecindario.
El cambio climático y la contaminación llevan las grandes ciudades a un cambio de paradigma. Tras un siglo en que el coche ha sido el rey de las calles, las principales metrópolis apuestan por restringirlo.
La ciencia oficial en Barcelona ha sido cosa de hombres hasta hace muy poco. Así lo documenta, por ejemplo, la galería de académicos ilustres del Paraninfo de la Universidad, donde solo aparece un nombre de mujer: la filósofa del siglo xvii Juliana Morell. Pero bajo la superficie se descubre que las mujeres han plasmado la vida científica y técnica de la ciudad de muchos modos.
A partir de los años setenta, los cines históricos –esos de barrio, y otros del centro, más encopetados, dedicados a los estrenos– se verían repetidamente enfrentados al reto de la supervivencia. A lo largo de esta lucha, y más allá de la avasalladora comercialidad que todo lo invade, se han creado unos circuitos alternativos que han facilitado nuevas experiencias cinéfilas y el mantenimiento de lo mejor de las tradicionales.
En Cataluña se desperdicia anualmente el 7 % del volumen total de comida adquirido por las familias, los restaurantes y los comercios. El despilfarro alimentario es un problema global contra el que se puede luchar con una mejora de la legislación y con proyectos sociales, pero también con iniciativas individuales y domésticas.
Hoy la Modelo ya no tiene presos. Esas dos manzanas representan una oportunidad y, a la vez, una amenaza para los residentes de la Nova Esquerra de l’Eixample, que ven como se revaloriza el suelo de un barrio que, a lo largo de cuatro décadas, ha pedido con insistencia el cierre de la cárcel para instalar en su lugar equipamientos, zonas verdes y escuelas.
Desde la aparición de los primeros grafitis a mediados del decenio de los años ochenta, Barcelona ha vivido una relación bastante tempestuosa con estas nuevas manifestaciones artísticas dentro de su espacio público. Tres son los protagonistas principales de esta historia: los artistas, las instituciones públicas y la ciudadanía. En las páginas que siguen analizaremos cómo han evolucionado sus relaciones a lo largo de estas tres décadas.
El legado de los artistas barceloneses, algunos de los cuales han conseguido una gran proyección, se ve enriquecido con contribuciones de primeras figuras mundiales.
Existe una contaminación más sutil e invisible que la del aire y el agua: la que se encuentra dentro del propio cuerpo humano. Los disruptores endocrinos, sustancias contenidas en la comida, en los objetos del hogar y de oficina, en los productos de limpieza y cosméticos, etcétera, se acumulan en el organismo. La evidencia científica es clara, pero la mayoría de los gobiernos miran hacia otro lado. La Comisión Europea misma se ha saltado todos los plazos para poner límites a los disruptores.
Hay una serie de reglas sencillas y bien comprobadas para reducir la exposición de un habitante de ciudad típico a los alteradores hormonales.
Las narrativas históricas surgidas de la Transición han ignorado a menudo el papel de los movimientos sociales y, aún más, el peso de las mujeres en las luchas vecinales y obreras. Las cuatro historias de vida que presentamos ejemplifican la invisibilización de la mujer combativa por pertenecer a la clase trabajadora, por ser mujeres y, en su caso, además, por ser migrantes.
Barcelona es una de las ciudades con un patrimonio fotográfico más importante de toda Europa. Archivos públicos y privados, anticuarios y coleccionistas, periodistas e historiadores, editoriales y sobre todo las propias familias integran el circuito que ha de hacer posible la conservación y difusión de este valioso patrimonio.
El Ayuntamiento aprobó hace unos meses un nuevo marco normativo para permitir a bares, cafeterías y restaurantes programar música amplificada en directo siempre que se atengan a unos requisitos de seguridad y a un control estricto del nivel sonoro. Es el avance de un ambicioso plan para impulsar el circuito de la música en vivo de pequeño formato, a partir del reconocimiento del valor cultural y social de esta oferta de ocio.
Barcelona vive hoy en día una lucha entre los iconos exportables, que la convierten en un bien de consumo, y los comunitarios, en peligro de extinción por la presión del turismo. El pasado colonial y la proyección internacional forman también parte del debate.
La fotografía como lenguaje de representación no se puede desligar de la iconografía de una ciudad: ni la imagen que se proyecta al exterior ni la que la opinión pública se va construyendo de su propia ciudad a través del discurso de los medios. La exposición ‘Barcelona. La metrópolis en la era de la fotografía’ constituye una historia de la autorrepresentación de la ciudad.
Barcelona vive una eclosión de experiencias asociativas y de autogestión ciudadanas. El escenario presente plantea la duda de si estas iniciativas están reemplazando a las obligaciones de la Administración pública.
Por debajo de las prohibiciones de la dictadura se fueron constituyendo unas referencias culturales propias que emergerían totalmente a partir de la muerte de Franco y la restauración democrática. Los pioneros de los años cincuenta sentaron las bases de ese estallido.
Agustí Calvet preparó durante su exilio interior en Madrid dos antologías de artículos escritos después de la Gran Guerra, una sobre política catalana, publicada hace poco, y otra sobre Barcelona, todavía inédita. Los textos revelan una ciudad que evoluciona de capital provinciana a gran metrópoli.
Si preguntamos a cualquier barcelonés si conoce el Museo Roca, la respuesta será que no. Acabada la guerra, desapareció en las sombras de un viejo almacén del Paral·lel sin dejar rastro. Justo ahora estamos en disposición de evocar la historia de este museo anatómico y de fenómenos de feria, que estuvo activo durante los años veinte y treinta del siglo pasado.
Los mosqueteros, los fantasmas que te ayudan a ser tú mismo, a marcar tu propio territorio, a vivir en él, no son uno, ni dos, ni tres, como los tres mosqueteros (que eran cuatro): son innumerables. Lo importante es saber
Cuando los franquistas cruzaron el Ebro todo el mundo daba por perdida la Guerra Civil. De acuerdo con la política de tierra quemada ordenada desde Moscú, los comunistas decidieron destruir todo lo que mantenían aún bajo control. La ciudad se salvó in extremis porque el dirigente que debía llevar adelante el plan, Miquel Serra i Pàmies, fue capaz de sabotearlo.