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Barcelona cultura

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Aina Alegre: “Lo que más me gusta es ver danza fuera de la danza”

Jue 29/12/2022 | 00:00 H

Por Andreu Gomila

Estrenó ‘This is not “an act of love and resistance”’ en el Festival December Dance de Brujas a mediados de diciembre y, antes de pasar por el Grec 2023, Aina Alegre llevará su pieza más ambiciosa a los escenarios de Francia. Cinco bailarinas y cuatro músicos dan consistencia al aire, con Josep Tutusaus como responsable de la creación sonora y Quim Bigas como apoyo a la dramaturgia. El estreno coincide con el nombramiento de la bailarina y coreógrafa barcelonesa como codirectora, con Yannick Hugron, del Centre Chorégraphique National de Grenoble-CCN2, en sustitución de Yoann Bourgeois.

¿De dónde sale el título de la pieza?
En general, primero encuentro un título que me entusiasma. A partir de ahí, empiezo a especular. Cuando empiezo a trabajar la pieza realmente me desvinculo del título. Al final, vuelvo a crear conexiones. Todo viene porque hacia el 2015 o 2016 llevaba una gorra en la que ponía “This is not” y bromeaba diciendo que un día crearía una pieza más operística en la que haría todo lo que nos da miedo hacer. Decía que escribiría un libreto como en la ópera, con música en directo, y si tomaba un aire más teatral o musical, no pasaría nada... Decir no a según qué es un acto de amor y resistencia.

¿El aire es el centro?
Hacía tiempo que quería trabajar con músicas de ‘brass band’, trombonistas, trompetistas... Lo tenía en un rincón del cerebro. Pero en el 2020, cuando estrené ‘R-A-U-X-A’, necesité proyectarme. Estábamos medio confinados y estaba un poco rebotada: ¿tendremos que trabajar siempre solos? Era evidente que debía crear un proyecto sobre el aire. Tenía que tratar esta materia que compartimos todo el rato y es indispensable.

En la danza, ¿es básico?
Sí. Y tiene que ver con la respiración, lo invisible, con el espacio, con los volúmenes, con todo. Quería crear la mayor pieza que he hecho jamás. Y montar un grupo con bailarinas y músicos, con instrumentos de viento. Son tres trombonistas y una tuba.

"En ‘This is not “an act of love and resistance”’ no solo trato puramente la danza, sino que tengo música acústica, trabajamos la palabra... Cosas que van más allá de la danza"

¿No te ha dado vértigo construir un proyecto tan grande?
Ya había creado una pieza, ‘Le jour de la bête’, con cinco bailarines. Y después, en ‘La nuit, nous autres’, éramos tres, pero con un decorado más complejo. Hice un proyecto con Temporada Alta en Lima, en el que éramos veinte bailarines. Pero sí, da vértigo. Además, en ‘This is not “an act of love and resistance”’ no solo trato puramente la danza, sino que tengo música acústica, trabajamos la palabra... Cosas que van más allá de la danza.

Tienes a Quim Bigas de dramaturgo.
Siempre trabajo con él, desde el 2017. ‘R-A-U-X-A’ es un solo muy abstracto, muy bailado, muy plástico. En cambio, ahora mantengo la abstracción, que es una cosa que me gusta mucho, pero hay un entramado dramatúrgico, una historia. He trabajado mucho con las bailarinas la idea de que ellas son storytellers, unas narradoras que hablan a través de los gestos.

Trabajas también las repeticiones. ¿Hay alguna cosa de Anne Teresa de Keersmaeker?
Su influencia va y viene... En cada una de mis creaciones hay un fantasma de la danza. En ‘La nuit, nous autres’ estaban muy presentes el mundo de principio del siglo XX y Nijinsky, los decorados de papel. En ‘R-A-U-X-A’ tuve muy en cuenta lo ‘posmoderno’ norteamericano, Lucinda Childs, todo este trabajo de repetición de movimientos. En ‘This is not’, sí que es un poco, De Keersmaeker. Es una referencia. Pero el hecho de trabajar con trombonistas en escena me ha conectado mucho con la música negra, el swing...

"No es una danza tan virtuosa. Es más democrática, ya que con gestos simples se encuentra todo un grupo"

A nivel musical te alejas mucho.
A nivel gestual, estoy cerca. A nivel musical, no. Pero Josep Tutusaus trabaja mucho la electrónica. Son dos mundos que van en paralelo.

¿Qué has hecho para unirlos?
Cuando tienes un músico al lado de un bailarín, y no quieres que el músico toque para el bailarín y que el bailarín no baile para el músico, es difícil. Tuvimos que inventar un sistema. La pieza tiene muchas rupturas, cambios de universo muy radicales. Está dividida en secuencias y trabajamos la idea del rastro: cómo los músicos cargan un espacio en el aspecto sonoro y, una vez que dejan de tocar, qué dejan en el aire. Es una metáfora sobre lo que viene después.

¿Cómo has trabajado con el compositor?
Han sido creaciones paralelas. Y eso sí que ha sido difícil. El tiempo de creación ha sido el mismo que cuando trabajo solo con bailarines. He tenido que crear coreografías del movimiento de los músicos. No es una danza tan virtuosa. Es más democrática, ya que con gestos simples se encuentra todo un grupo.

Hace años que reimaginas los cuerpos.
Aquí tengo cuerpos muy diversos, cosa que me ayuda a afirmarme y ver cómo me gusta trabajar con esta diversidad de cuerpos. Observar a los músicos tocar me ha ofrecido la posibilidad de ver lo que más me gusta: ver danza fuera de la danza... Durante una época el cine me ofrecía muchos ‘input’. Creo que ahora viene un proyecto con un cuarteto de cuerda sobre Bach.

El 1 de enero empiezas tu cargo en Grenoble. ¿Cómo crees que afectará a tu parte creativa dirigir un centro coreográfico francés?
La afectará seguro. Ser coreógrafa y directora al mismo tiempo es un delirio. Estamos reivindicando que no solo un coreógrafo puede estar en un puesto como este porque Yannick es bailarín e intérprete... Un centro coreográfico tiene una lista de tareas interminables, pero lo primero que te piden es que sigas creando y yendo de gira.

¿Tendrás un espacio estable donde crear?
Queremos que sea un lugar que esté superactivo, que haya artistas que vengan, que yo me pueda alimentar de otros artistas, que sea un lugar que se abra, que sea un foro...

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