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Xavier Bobés: “La imaginación es el motor para crecer y para aprender y no acabar siendo un títere”

Mar 30/04/2024 | 12:45 H

Por Andreu Gomila

Hace veinte años que Xavier Bobés estrenó 'El cap als núvols', motivo por el que el Grec le dedica una retrospectiva que nos permitirá volver a disfrutar de este espectáculo, recuperar 'Cosas que se olvidan fácilmente', montaje de 2015 que no ha parado de hacer y que han visto más de 8.000 personas, y ver el estreno del espectáculo familiar que está levantando con La Ruta 40, 'Tumbalafusta'. Dos décadas, las de Bobés, dedicadas al teatro de objetos y a la poesía escénica.

¿Qué sensaciones tienes ahora que vuelves a levantar 'El cap als núvols'?
Significó tanto en mi vida, que recuperar este espectáculo está siendo un movimiento personal muy fuerte. La verdad es que hacía unos años que tenía ganas de ello. Fue el primer proyecto que empecé en solitario y, entonces, todavía no tenía muy claro cómo podía montármelo. Tenía que buscar un lenguaje y no tenía muchos referentes sobre la propuesta visual. Quería hacer este ejercicio de mirada en perspectiva a través de la posibilidad de que fuera otro intérprete quien saliera a escena. Fruto de esta casualidad y de haber conocido a Marc Guillén... Hice una pequeña audición y apareció Marc. Su calidad en escena y sensibilidad me convencieron de que había encontrado a alguien con quien podría compartir algo muy íntimo.

¿En qué sentido?
Por lo que significa la pieza para mí y porque tenía que ir un poco más allá: es un trabajo muy frágil. Tenía ganas de que hubiera una sensibilidad nueva. Hay muchos materiales, muchos juguetes, que nacieron de una manera muy naíf, desde el juego; revivirlo ha sido un regalo. Lo pudimos hacer dos días en Madrid y hace un par de meses que ensayamos. Ha sido un periodo precioso. Hemos descubierto los materiales poco a poco, sin tener que reproducir exactamente la propuesta, aunque hay escenas que se parecen mucho al espectáculo original, porque es una pieza que está pensada muy coreográficamente, con escenas muy cerradas. Me he reencontrado con un Xavi que miraba el mundo de la creación desde una inocencia muy bonita. Es una propuesta sencilla, muy honesta.

¿Qué ha cambiado?
Muchas cosas. Creo que hemos mejorado la pieza, sobre todo desde el punto de vista coreográfico. Tiene otro vuelo poético. Cuando la he vuelto a ver me he emocionado muchísimo, para mí es un regalo... Además, quería empezar el proceso de transmisión; en las propuestas mías que hay en el Grec, no estoy en ninguna en escena. Son propuestas muy íntimas, que nacen desde un lugar donde es difícil poder compartirlas. Llevo muchos años haciendo muchos talleres, haciendo que la gente cree sus propuestas.

"He representado 'Cosas que se olvidan fácilmente' tantas veces y me ha permitido llevar a cabo tantas otras cosas, que necesitaba un poco de distancia. Lo quería recuperar y lo quería hacer con un intérprete que no tuviera nada que ver conmigo"

Tampoco haces 'Cosas que se olvidan fácilmente', que va a cargo de Francesco Sinopoli...
'Cosas que se olvidan fácilmente' era una propuesta muy técnica. Es muy complicada, es un trabajo mucho más quirúrgico. En 'El cap als núvols' hay una intuición, unos materiales más corpóreos. En 'Cosas que se olvidan fácilmente' existe poco margen de improvisación y yo no era consciente de ello. Estrené la partitura de una manera y hoy en día es muy diferente, se fue volviendo compleja a medida que hacía bolos. Cada pequeño gesto está medido: aprietas con las manos mientras lo haces con los pies, recoges cuando parece que no haces nada... Es una hora de espectáculo en la que no paras. Lo he representado tantas veces y me ha permitido llevar a cabo tantas otras cosas, que necesitaba un poco de distancia. Lo quería recuperar y lo quería hacer con un intérprete que no tuviera nada que ver conmigo.

¿Es una clase magistral de teatro de objetos?
Sí, porque allí pude definir muchas maneras de manipular los objetos desde vertientes muy diferentes y mucho a partir de la repetición. No llegué a donde llegué con este espectáculo si no lo hubiera hecho tantos años seguidos.

¡Has hecho 1.350 funciones!
Es el espectáculo mío que más gente ha visto. ¡Y eso que cada función es para cinco personas! Aunque ahora quizás es ''El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca', que lleva 120 bolos en aforos muy grandes.

"'Tumbalafusta' es un retorno al imaginario, a volver a jugar con las manos, a imaginar con poco. Esto es lo que tiene que ver conmigo: volver a la esencia de los tiempos, volver a encontrar silencio, a encontrar imágenes"

¿Qué hay de todo esto en 'Tumbalafusta'?
Es un espectáculo familiar, así que el punto de partida es diferente. De entrada, porque es la primera vez que dirijo desde cero, con Pau Matas, y además creo conjuntamente, con Alberto Díaz y Sergi Torrecilla. Y generamos todos un material en común… Tiene poco que ver con lo que he hecho hasta ahora; pero sí con el proceso, partir del vacío, que es lo que me gusta, encontrar materiales que nos puedan decir algo. Teníamos unas maderas y con ellas empezamos a idear un juego dirigido a niños y niñas. Queríamos jugar con las maderas y poco a poco descubrir paisajes que pudieran hablar del entorno y de cómo estos niños y niñas aprenden a partir de lo cotidiano. Esto ilustra mucho cómo yo trabajo, pero aquí no estoy en escena, doy pie a que ellos creen imaginarios. Pau tiene una capacidad magnífica de generar discurso, imágenes y dramaturgias. Desde el punto de vista sonoro tiene un oído muy curioso, muy diferente...  

¿Trabajas con maderas?
Son maderas que consisten en restos de escenografías, de muebles: todo lo que Pep Aymerich trabaja. Después intentamos recuperar todo aquello que es la esencia de la madera, la madera más primaria, como son los troncos, la evolución de la materia orgánica. Intentamos dotar el juego de un contexto en el que niños, niñas, padres y madres reconozcan diferentes discursos y encuentren los imaginarios de todo el mundo. Sobre todo es un retorno al imaginario, a volver a jugar con las manos, a imaginar con poco. Esto es lo que tiene que ver conmigo: volver a la esencia de los tiempos, volver a encontrar silencio, a encontrar imágenes. Todo es fruto de la sencillez y de los movimientos, todo es mirar, tocar, estar allí. Es a donde me he dirigido con el tiempo: sostener que la imaginación es el motor para crecer y para aprender y no acabar siendo un títere. Y ser capaz de pensar que todavía te puedes maravillar con poca cosa. Los más pequeños tienen esta capacidad de jugar a partir de pocas cosas.

¿Qué relación tienes con tu infancia?
Yo era, y todavía soy, muy solitario. Juego mucho solo. Donde paso más ratos es en el jardín de casa, solo, imaginando, haciendo; tengo este vínculo con la infancia. He hecho seis o siete solos, muchos años estando solo en escena. Por eso quería compartir procesos.

A los actores no les gusta mucho, estar solos,
Es curioso, pero a mí sí. Quizás porque asocio mucho el trabajo que hago con la escritura. Lo comento con Alberto Conejero, él escribe desde la palabra, y yo, desde los objetos, el imaginario, las acciones. Quizás por este motivo me siento tan cercano a la danza, aunque no sea bailarín, y por eso he trabajado tantos años en L'Animal a l’esquena, donde me dieron un espacio... La soledad tiene que ver con la escritura. Podría haber compartido este espacio, pero como no me generaba ningún conflicto, podía permitirme espacios de investigación muy largos. Sí que he generado algunos diálogos en los últimos años.

También tienes una relación muy estrecha con el público. ¿Cómo es?
'Cosas que se olvidan fácilmente' me permitió acercarme a la gente, durante años estaba en una burbuja. El público venía a verme, pero yo estaba en un espacio muy privado. Este espectáculo provocó una ruptura. Quizás fue culpa de El Solar, el grupo que formo con Jomi Oligor y Shaday Larios, que hicimos un trabajo de campo durante muchos años. Me generó mucha curiosidad por hablar con la gente, tener un vínculo más cercano. Estuve muchos meses solo, pero durante los últimos cinco o seis, cada mes hacía seis o siete pases y ellos me dirigían la propuesta, los invitaba a una copa de vino y hablábamos. Muchas de las ideas que salen en el espectáculo son fruto de la mirada de la gente.

"Los objetos tienen una historia, y yo trabajo con objetos cotidianos. En muchas ocasiones no se trata de hacer, sino de dejar hacer al objeto: juegas con su historia"

Tienes muchas anécdotas, ¿verdad?
Me han pasado tantísimas: materiales que he encontrado en mercados y, después, algunos asistentes los han reconocido como propios, gente que se ha encontrado dentro de un álbum 30 o 40 años antes, materiales pintados por la madre de un espectador... Hilos e hilos que se tejen.

¿Qué es para ti la memoria?
Los objetos tienen una historia, y yo trabajo con objetos cotidianos. En muchas ocasiones no se trata de hacer, sino de dejar hacer al objeto: juegas con su historia. La memoria son unos tiempos, el tiempo de las cosas posibilita la existencia. Como persona puedo existir gracias a todo lo que me ha permitido desarrollar esta capacidad de tocar, de escuchar. Si no tenemos esa percepción sensorial y espacial, perdemos nuestro origen. La memoria también es colectiva: incluso solo te das cuenta de que no trabajas con material propio, sino que el material es universal. Asocio mucho esto con el trabajo de escritura: mis referentes en el teatro de objetos son siempre literarios. Paul Auster, para mí, es un referente, sobre todo sus ensayos. Los objetos son testigos y los puedes encontrar en un museo, en el escritorio de casa o en un cajón de casa de los abuelos. Los objetos no mienten, como los perros o los niños, pueden detener el tiempo y transportarnos a un lugar.

Tocar es importante, ¿verdad?
Tocar es la relación más íntima que tenemos con el entorno. Por eso yo voy cada vez más en esta dirección: necesitamos tocar para sentir nuestra humanidad. Si no, perdemos la capacidad empática con el entorno. Después nos cuesta mucho ponernos en la piel de la otra persona, porque no hemos generado un vínculo con el entorno más allá de la cabeza, y la cabeza es muy mentirosa. No puedes vivir una experiencia corporal si tu cuerpo no suda, si el corazón no late. Auster dice que mientras escribe, anda, y que escribe todo lo que su cuerpo revela mientras camina. Cuando escribe tiene todo el cuerpo en marcha. Tiene tanto que ver con lo que yo hago... Yo pienso con las manos, tocando las cosas; tu cuerpo te puede dar mucha información que no necesita pasar por la cabeza. Después hay un trabajo muy perequiano, de análisis, de metáfora. Pero una cosa sin la otra queda coja, muy conceptual. Para mí, el concepto es interesante siempre que dé margen a recuperar tu esencia.

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